The Bolshoi – Sunday Morning

Buf. A estos sí que los había olvidado por completo. Ayer me encontré publicado el vídeo de su canción Sunday Morning, veo el nombre y me digo, wow, a estos les conozco pero soy incapaz de recordar nada, ni el estribillo. Encima quien la colgó va y me dice “grupazo a rescatar”. Ya ya, pero rescatar el qué, en el fondo? Que no fueron (casi) nadie? Que copiaron a todo dios sin encontrar nunca la fórmula? Que un día una vez sacaron una canción muy bonita?

Eran de Trowbridge, en el condado de Wiltshire, por ahí hacia el oeste no no tanto ahora baja un poco más al sur, baja baja stop ahí ahí lo tienes. 32.000 habitantes, una estación de trenes, un castillo, una industria lanera diezmada, una placa conmemorativa en el ayuntamiento para el único autóctono famoso, Isaac Pitman –un tipo curioso del siglo XIX, que fue vice-presidente de la Vegetarian Society, inventor del método estenográfica que lleva su nombre e inventor del primer curso por correspondencia del mundo-. Pero no hay placa para Trevor Tanner y sus acólitos de The Bolshoi. En la wiki en inglés de la ciudad, tampoco se les menciona en el apartado Famosos de Trowbridge, sólo al del método Pitman. Esto es muy mala señal. Se ve que lo intuyeron, porque al año de formarse, emigraron a Londres.

The Bolshoi Friends

Habían dado sus primeros pasos como miembros de una banda post punk llamada Moscow, que no duró. Luego montaron The Bolshoi y sacaron un primer single, Sob Story, que llamaría suficientemente la atención de algunos músicos, como para hacer de teloneros de algunas bandas del momento como The Cult y The Lords of The New Church. Siguió un primer EP, Giants, que contenía el single Happy Boy. En 1986 grabaron su primer álbum completo, Friends, del que se extrajo Sunday Morning, único “hit” del grupo. Cómo describir la música que tocaban? Estilo gótico ligero, a lo Psychedelic Furs; sólo que a uno le ha ido bien y al otro cero patato. De hecho Trevor Tanner tenía una voz bastante parecida a la de Richard Butler, el cantante de las pieles psicodélicas. Después del estreno del disco, salieron de gira por los US, Suramérica y Polonia. Estos últimos dos destinos no pintan bien, en los 80’s si te ibas por ahí es que tu fama no daba para mucho más. A la vuelta publicaron un tercer álbum, Lindy’s Party, que cosechó algunas buenas criticas sin más. En 1988 grabaron el cuarto, pero por problemas con su discográfica, no vio nunca la luz del día.

Y eso es todo de The Bolshoi. Uno de estos cientos de grupos ingleses que no pasó a mejor fortuna. Pero la canción que te dejo para escuchar es bonita, un poco melancólica y nostálgica. Rindamosles un pequeño homenaje.

 

 

Escucha la canción más bonita de The Bolshoi

 

Tom Petty & The Heartbreakers – Damn The Torpedoes

Tom Petty  y sus rompedores de corazones. Cuarenta años de carrera como fiel defensor de un rock americano básico y eficaz, eterno segundón de Springsteen y peleando con John Mellencamp para estar en la foto abrazado al Jefe, derechohabiente de uno de los peores cortes de pelo de la historia del rock –ahora encima se ha dejado la barba y se parece a Chuck Norris-. Me mofo me mofo, pero el Tout Petty –algo así como el chiquitín en francés- ha vendido sesenta millones de discos a lo largo de su carrera, otorgándole un pequeño sitio, encima de la chimenea, donde se amontonan las estatuas de los músicos con entrada en el Rock’n’Roll Hall of Fame.

Tom Petty es oriondo de un lugar en los US donde el rock no era el bienvenido, Gainesville, entre la Florida y el Alabama, tierra a finales de los cincuenta de autos de fe de los discos de dios Presley. Sin embargo el rock no necesitaba invitación de nadie para salvar las almas presas de la necedad de algunos, así es como el mismísimo King of the Kings vino a rodar la película Follow That Dream, en 1962, en la ciudad donde un joven Tom Petty de once años se aburría como una ostra. El lo narra así “un tío mío trabajaba para el cine, vendía proyectores y otros equipos y se vio involucrado en el rodaje. Un día mágico, vino a buscarme y a mi amigo preguntándonos si queríamos ir a ver a Presley y mi reacción fue de pensar, incrédulo, Hay alguien así por aquí, y fuimos allí, la gente estaba loca, nunca había visto a tanta gente, llegó dios con su desfile de cadillacs blancos, se nos acercó y nos saludó, mi amigo y yo nos sentimos grandes, tan grandes y…”. A mi me pasa esto y en este momento se me va la voz y me echo a llorar, seguro. A partir de ahí, Tom Petty decidió que el rock sería su vida. Con catorce años monta un primer grupo, The Sundowners, y luego otro llamado The Epics y luego un tercero, Mudcrutch, con el que conoce a Mike Campbell y Benmont Trench. No les va mal, algunos meses gana más dinero que su propio padre, cosa que años más tarde le pareció de lo más indecente. En 1974 la banda decide marcharse a California a probar suerte, pero después de un primer single sin éxito, Depot Street, se separan.

Poco después, Tom Petty se incorpora al grupo Dwight Twilley Band, con el que firma un contrato con una discográfica. A principios de 1976, llama de nuevo a sus dos ex compañeros Campbell y Trench, más otros dos músicos de Gainesville. Graban algunas demos que gustan al sello, cambian de nombre por el de Tom Petty & The Heartbreakers, y publican su primer álbum, homónimo. Cuando sale pasa una cosa curiosa, en los US el álbum es un fracaso, mientras que en UK la crítica es muy buena; deciden irse de gira por Inglaterra, donde el disco entra en el top 20. Al volver a su país, logran hacer de telonero en los conciertos de Blondie, y por fin parece que el público reacciona, el sello relanza la promoción y el single Breakdown entra en 1978 en los charts, más o menos cuando lanzan un segundo álbum, You’re Gonna Get It. El azar de la cronología hace que ambos discos se encuentran incluidos en el top álbum al mismo tiempo. Venden cientos de miles de ejemplares y se convierten en los nuevos rockeros –siempre y cuando el Boss no ande por ahí-.

Tom Petty Damn The Torpedoes

Después de un largo pleito con MCA –es legendaria la mala leche de Tom Petty- que acababa de comprar el sello editor de los Heartbreakers, ambas partes acuerdan la creación de un sello especial para ellos, que saca el tercer disco del grupo, Damn The Torpedoes, con los singles Refugee y Don’t Do Me Like That. Este álbum se convierte en el mayor éxito de la banda, con más de tres millones de ejemplares vendidos sólo en los US. Posteriormente saldrán más discos, siempre buenos, raras veces decepcionantes, con la misma receta: rock de la costa oeste enérgico y sencillo, eficaz. En 1988, es llamado para formar parte el súper grupo The Travelling Wilburys, con nada menos que Bob Dylan, Roy Orbison, George Harrison y Jeff Lyne (ELO).

Tom tout Petty el grande.

 

 

Escucha algunos de los mejores temas de Tom Petty & The Heartbreakers

The KVB – Minus One

Pasan los años, las modas, los estilos, se retiran músicos, irrumpen otros, cambian los formatos, desaparecen soportes, se inventan nuevos, y cuando estás a punto de certificar que un género entero ha muerto definitivamente, aparece un artista que lo resucita como si nada, tan pancho, con tal de amargar tu domingo 29 de diciembre, a nada de ir a misa por última vez en 2013.

The KVB, dúo inglés con menos de tres años de vida, hace una música coldwave depresiva y agobiante como en los viejos buenos tiempos, los de los añorados Minimal Compact por poner una referencia. El dúo es un proyecto audiovisual y musical de Klaus Von Barril, aka Nick Wood, cuyas iniciales forman y explican el nombre –yo sólo tengo una, llamaré mi banda The F-. No me gustaría tener a este tipo de vecino. Va de gótico rozando lo malsano, cuero y maquillaje negro. Produce una música a juego, con orígenes en los ritmos hipnóticos del Krautrock de Neu! y Can, melodías frías y sintéticas, guitarras distorsionadas y agobiantes y vídeos al unisono que recuerdan a Un Perro Andaluz, de Buñuel.

The KVB Minus One

Empezó en solitario en 2010, inspirado en lo más darkwave de los años ochenta. Curiosamente encontró novia –digo curiosamente porque lo que se respira en su música deja presagiar un tipo algo torturado, por decir algo suave- a la que asoció a la banda en 2012. El martiriza su Fender Jazz Master, ella su Korg Synth, y nosotros nos quedamos algo hipnotizados por el resultado. Ya van dos discos, siendo el último del mes pasado. No me los llevaría a una isla desierta –esta es una expresión tonta, nadie va a una isla desierta, como mucho náufragas en ella y dudo que te de tiempo a elegir los discos que van a acompañar las puestas de sol, menos aún que haya un reproductor en tu cabaña-, pero le da al zumito de hoy un sabor a zozobra que te recuerda que nadie te puede garantizar que 2014 vaya a ser menos chungo que 2013.

Pero la versión que hace de These Boots Are Made for Walking de Nancy Sinatra es más que una curiosidad. Y Shadows invita a mover el culo. Venga, pon esta última, sube el volumen, luego zumito y a misa.

 

 

Escucha algunas canciones de The KVB

Jake Bugg – Jake Bugg

Cuando decidí dedicarle el post de hoy a Jake Bugg, el músico que lleva doce meses de nueva sensación rock en UK –papel que hasta ahora parecía haber recaído en Savages-, quise encontrar una traducción correcta para la expresión francesa que mejor le sienta al chaval, “tête à claques”. Algo así como ser descocado, pero no estoy seguro de que transmita bien lo que quiero decir. Claque es bofetón. Tête à claques lo dices de alguien cuando nada más verle te entran ganas de pegarle dos pequeños soplamocos, para quitarle esa sonrisa socarrona. Y de paso despeinarle, que me chirria esta melena a lo Noel Gallagher. Sobre todo cuando tienes 19 años y que no habías nacido cuando Oasis aburría más si cabe las tardes de los domingos lluviosos de los 90’s.

A parte de que no es rock. Savages sí es rock, Jake Bugg es sólo pop folk blues, entre Bob Dylan y Oasis, con reminiscencias de Johnny Cash. Esto sí, muy bien hecho, sobre todo teniendo en cuenta de que todavía no llega a veinte años y que ya van dos álbumes. Pero tan bien hecho que a veces parece un Ctrl+C Ctrl+V de la música de sus ídolos. Porque el chaval tiene ídolos raros, habiendo muerto la mayoría de ellos. Con su aire juvenil de futuro yerno perfecto por el que suspiran más las madres que las hijas, Jake Bugg podía haber elegido ser el Justin Bieber inglés, sobre todo ahora que el yankee parece haberse retirado –¡champagne!-. Pero no, desde muy joven se ha sentido atraído por la música de los 60’s, desde los cuatro sosos de Liverpool hasta Bob Dylan, pasando por Donovan, algo de los 70’s, con Simon & Garfunkel, y salto a los  90’s de Oasis. Y por supuesto, del padre putitativo de todos, Johnny Cash.

Todo empezó cuando Jake –te puedo llamar Jake, verdad?- escuchó el tema Vincent, de Don McLean, en un episodio de los Simpson –ya decía yo también…-. Tenía doce años, y le chifló una de las baladas folk más empalagosas que se recuerde. Le regalaron una guitarra para que pudiera empezar a darle, y dale que le dio. Con catorce ya tocaba en las fiestas de su colegio y con quince en los bares de su ciudad natal, Nottingham. A los diecisiete participó en un concurso para ser seleccionado para el festival Glastonbudget –el pariente pobre del Glastonbury-, pero le cerraron la puerta -¿por tête à claques?-. Pero a alguien de la BBC le debió de caer muy bien ya que al día siguiente le llamaron de la radio nacional inglesa para ficharle para el “Introducing Stage”, del festival Glastonbury. Diecisiete años, me quito el sombrero.

Jake Bugg

A partir de ahí, cuento de hadas. Todas hadas buenas claramente, tipo rusas rubias pechugonas con gorro de Papa Noel. En mayo 2012, aparece en el show TV de Jools Holland– Holly Fuck, Jools Holland es el autor del increíble puente de piano en la canción Uncertain Smile, de The The-. Poco después, y hablando de Noel, el infumable Gallagher se encapricha con el niño y le propone ser telonero en el concierto War Child en el que participan en 2012 y luego de una gira que realiza en los US, Canada y Europa para la promoción de su disco Noel Gallagher’s High Flying Birds. En octubre 2012, publica su primer álbum, homónimo. PumPa, 450.000 ejemplares vendidos. Un año después, publica su segundo disco, Shangri La, hace un mes escaso. A mi no me suena muy diferente, pero no soy quien para discutir. Con que los vaya sacando, por muy “tête à claques” que sea, me gustan sus discos, por lo que puedo intuir de esfuerzo.

 

 

Escucha las mejores canciones de Jake Bugg

Valerie June – Pushin’ Against a Stone

Cara de Venus vudú y pelo de Gorgona moderna, indolencia sureña, voz nasal y lánguida, Valerie June huele a Tennessee, granero abandonado, Ford pick-up desbaratado, sol asfixiante, mecedora inmóvil, serpiente de cascabel cabrona, horca polvorienta y viejo granjero blanco desdentado y un dedo de frente –el otro dedo, de Jack Daniel’s-. Valerie June es la nueva sensación de la música root americana, la nueva sacerdotisa del folk blues góspel sureño, con sólo treinta y un años y cuatro álbumes.

Después de criarse en Jackson, Tennessee, hermana mayor de una fratria de cinco niños y con góspel hasta en la sopa, Valerie June se marcha temprano de casa para probar suerte en Memphis, con su novio y futuro marido. Un bar la acoge en su seno, como camarera de día y cantante de noche. Pronto su voz de sirena encandila al público lo que la lleva a producirse en salas de la ciudad y en festivales de música root de los estados del sur. Algunos años después, se marcha a Nueva York, con un nuevo novio y grandes aspiraciones. Auto produce dos discos que pasan un poco desapercibido –The Way of the Weeping WillowMountain of Rose Quartz-, toca cada vez que puede, y termina interesando a John Forté, ex miembro de The Fugees, que anda buscando colaboradores para un álbum en solitario. Graban cinco canciones juntos, pero sólo ve la luz una de ella. Y bingo, Give Me Water, bonita perla de Blues Hip Hop, llama la atención de muchos medios y artistas. Uno de ellos no es otro que Dan Auerbach, cantante guitarrista de The Black Keys, neo sureño instalado en  Nashville donde ha instalado su propio estudio de grabación.

Valerie June Pushin against a stone

Mientras el de las Llaves Negras busca una fórmula para sacar adelante su corazonada, ella se lanza al crowfunding, un Kickstarter en toda regla que le permite recaudar 15 mil dólares, con los que graba su tercer disco de estudio, Valerie June & The Tennessee Express. Con este nuevo álbum, más la ayuda de Dan Auerbach, logra hacer una mini gira por Europa, en salas diminutas, de a veces no más de treinta espectadores. No tiene ella ni sus músicos una gran técnica –ella siempre ha dicho que no quería ser Jimi Hendrix, tan sólo acompañar su canto con guitarra-, pero compensa con su radicalidad y compromiso con su letra.

De vuelta a los US, se mete de lleno en su colaboración con Dan Auerbach. Apoyándose en su fama, el Black Keys logra enchufarle en algunos actos y giras, que le llevó a participar de telonera de la gira de Jake Bugg, otra nueva sensación, esta vez inglesa y de rock. En marzo del mismo año entra a grabar lo que es su cuarto álbum, Pushin’ Agaisnt a Stone, publicado este verano y con creces el más logrado, mejor arreglado y producido de los cuatro. Su voz a la vez dulce y nasal, armoniosa y guerrera, acompaña perfectamente un conjunto de doce temas de muchos géneros, entre blues, góspel, pop, country y jazz. Recibe un aluvión de criticas todas ditirámbicas; si hasta Rolling Stones lo clasifica en el #44 de su lista de los cincuenta mejores álbumes de 2013. Gran álbum.

 

 

Escucha algunos de las mejores canciones del cuarto álbum de Valerie June

 

Tom Tom Club – Tom Tom Club

En 1980, después del disco Talking Heads 77, el grupo empieza a sufrir las primeras distensiones. David Byrne, hace de pop star carismática, aureolado por la recepción del álbum en los medios y la escena rock neoyorquina de finales de los 70’s. Jerry Harrison, el guitarrista, ex Modern Lovers, inicia una carrera de productor exitoso, que le llevará a sacar adelante grupos como Fine Young Cannibals, Crash Test Dummies, No Doubt. Por su lado, el batería Chris Frantz, con su pareja Tina Weymouth, la gran bajista responsable de la línea de bajo de la canción de culto Psycho Killer, se desmarcan del grupo para crear Tom Tom Club.

Estamos en 1980. Las discotecas de NYC hierven con el agonizante sonido disco de finales de los 70’s. Necesitan una cura de rejuvenecimiento y una fusión de los sonidos que se avecinan, rap, hip hop, new wave, pop. Renuévate o muere, suelen decir. Tom Tom Club se lo va a servir en bandeja, con dos singles ligeros, alegres, euforizantes, que, treinta y tres años después, no han envejecido nada. Wordy Rappinghood y Genius of Love, las pocas desviaciones dance que me permitía en aquella época.

Si bien la banda nace del deseo de Tina y Chris de liberarse de Talking Heads, no sería lo que fue sin la aportación en músicos y talentos del Compass Point All Stars. Esta última formación no era una banda como tal, sino una gran familia agrupando a algunos de los más grandes músicos de reggae y funk del caribe, dirigido por Chris Blackwell, el genial e influyente dueño del sello Island Records, fundador de la industria musical de la Jamaica después de firmar con Bob Marley, asociación que llevará a los dos a la cima hasta la muerte del genio del reggae. El Compass Point All Stars también constaba del Compass Point Studio, en el que decenas de artistas grabaron algunos de sus discos, como AC/DC y su Back in Black en 1980, Robert Palmer, Talking Heads, B’52s, Dire Straits, Rolling Stones, REM, U2, Grace Jones, Iron Maiden, Shakira, Bjork, Lenny Kravitz, Adèle

Tom Tom Club

Así que cuando Tina Weymouth y Chris Frantz se ponen en busca de músicos para completar Tom Tom Club, van de compras al Compass Point y se llevan a Adrian Belew (guitarra), Tyrone Downie (teclados), Uziah Sticky Thompson (percusiones). Al conjunto la propia Tina asocia a sus tres hermanas, Lani, Loric et Laura para los coros. El primer álbum del grupo es extremadamente novedoso, el sonido, festivo, fusiona rap, hip hop, pop y new wave en un combinado que suena fresco y regenerador. Primero sacan el single Wordy Rappinghood. Inspirado en una versión moderna de A Ram Sam Sam –canción de juego infantil de origen marroquí- interpretada en 1971 por Rolf Harris –hombre de tele y música en UK, aunque australiano de nacimiento-, Wordy Rappinghood es toda una oda a la palabra, las palabras. Sigue Genius of Love, que invade por igual a las pistas de baile europeas y americanas. Ambos singles llegan hasta casi lo más alto de los charts a ambos lados del atlántico. Dos canciones emblemáticas de esta época claramente despreocupada. Buf, no estaría mal volver a vivir algunos años así, ¿verdad?

 

 

Escucha los dos singles más famosos de Tom Tom Club

Matthew E. White – Big Inner

Este es mi regalo de Navidad. El disco más brillante e improbable que he escuchado en mucho tiempo. Como tantas veces, he tardado mucho en enterarme, soy un poco paquete, eso me pasará por no ser un asiduo ni de Pitchfork ni de Mondosonoro. Aunque de todos modos hay tiempo para descubrir un disco, pueden pasar los años sin que envejezca la música que contiene. Al final, más que el tiempo perdido, me preocupa que un gran álbum no se cruce nunca por mi camino, por falta de oportunidad o porque a veces el azar no cumple con su cometido. Porque, cuando la casualidad no se deja abusar por el Plytmouth con Fever Tree, puedes estar de suerte. Como el otro día, que me crucé con Matthew E. White y su álbum Big Inner.

The holly fuck, pero por dios esto qué es? Crees en los milagros? Deberías, porque sin duda lo es.

Nunca el físico de un músico había sido tan alejado de la música que compone, como el de Matthew E. White. Es alto, relleno, barbudo, peludo; parece el retoño de cualquier miembro de ZZ Top o de Meat Loaf. Un poco oso, en su versión Droopy con aire afligido. Realmente, Matthew E. White es un coloso bonachón y apacible, y aunque parezca mentira y tan poco creíble, ha sido capaz de componer y producir un primer disco de un virtuosismo y una delicadeza pasmosos. Big Inner –beginner- es una enorme joya de pop y soul, con toques góspel, jazz, americana y folk. Big Inner es la suma del talento extraterrestre de un músico que nunca antes había compuesto ni cantado, más un coro y un big band como en los buenos viejos tiempos. ¡Aleluyah!

matthew e. white big inner

Matthew E. White creció entre Manilla, donde sus padres residieron durante ocho años como misionarios católicos –esto no se inventa-, y el estado de Virginia, uno de los lugares más conservadores y puritanos de EEUU, tierra de telepredicadores bastos y binarios, fuente de luz inagotable para cierto ministro falto de argumentos para defender lo indefendible. Muy pequeño, sus padres le daban música para escuchar. A los tres años, estaba con un best-of de Beach Boys. Pocos años más tarde, era Chuck Berry quien sonaba en su dormitorio, como puente de enlace con un país que nunca había pisado. Una vez instalados en los US, se puso a tocar la guitarra, quería ser tan grande como su ídolo Chuck. Luego evolucionó hacia la música hippie, el rock progresivo, el Grateful Dead y más tarde el grunge de Nirvana. Lo miró y analizó todo, hasta la escena punk de Richmond, la ciudad donde se estaba criando, que descartó con una frase muy bonita, precursora de su postura con la música a veces cerebral : “había una escena punk rock importante, pero no me interesaba, no tenía esta energía en mi, no sentía suficiente rabia ni me veía muy cínico, todavía tenía mis ilusiones”. Finalmente, cual ordenador que escupe el resultado de unas cálculos y algoritmos complejos, decidió dirigirse hacia el jazz experimental.

Durante muchos años, estuvo tocando en el grupo Fight The Big Bull, banda de jazz afamada por inspirarse en el free jazz de los 60’s; fue el alumno aventajado de quien fue su mentor durante más de diez años, Steven Bernstein, erudito de la música, músico de Lou Reed, Leonard Cohen y muchos otros. Empujó a Matthew a escuchar, mirar, aprender, practicar, leer. Steven le abrió múltiples camino, Matthew logró fusionarlos todos en una única línea experimental. La suya, inspirada en la historia de la Stax y la Motown, se articula alrededor de un sello propio –Spacebomb-, un estudio de grabación, y una banda que se beneficiará de todas las bondades del conjunto.

El resultado, Big Inner, es apabullante. Un disco debut como muy pocos en la historia de la música popular. Siete canciones muy largas, en las que plasma su idea de la vida, la religión, la música y el porvenir de la humanidad. Música creativa, cálida, madura, majestuosa. Bajo groovy, guitarras delicadas, cobres serenos, teclados aéreos, percusiones suaves, coros exaltados, y la voz de Matthew E. White, delicada y desgarradora.

Hay que escuchar Brazos, hasta el final, son nueve minutos con muchas variaciones, incalificables. Es hermoso. Peace.

 

 

Escucha algiunos de los temas más bonitos de Big Inner, primer álbum de Matthew E. White