Elvis, Dios, The (fucking) King, la madre que lo parió

Post #998. Huele divino…

¿Es dios Elvis? Y yo qué sé.

¿Cuántas veces habré tachado la palabra dios para colocar la de Elvis en este blog? Casi más que el número de entradas. Me hacía gracia, mucha. Ya, uno se divierte como puede. Los motivos para reírme aquí durante estos casi 1.000 días han sido escasos, no te voy a engañar. Mi cruz. Y de madera nanaï. De metal pesado con forro de hormigón armado, con puntas de hierro oxidado. Juas. Es verdad que hay que ser idiota.

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Ray Charles – Georgia On My Mind

Post #991. Qué bien huele…

No sé cómo evolucionará la raza humana, si es que se da el gusto. Dentro de 50.000 años, ¿a qué nos pareceremos? ¿Tendremos alas para volar por el frío sideral? ¿La cabeza con el triple de volumen, cual Ronaldo ante un nuevo trofeo? ¿Brazos kilométricos para recoger asteroides como hoy hermosas flores? Lo bueno de proyectarse en el futuro es que está todo abierto y posible, más que nada porque no estarás para comprobarlo. Así que cada uno ponga su grano de imaginación. Lo que sí sé, es que los ciudadanos del espacio seguirán enlazándose, abrazándose, besándose, mirándose a la cara y viendo unas estrellas sólo perceptibles por el ojo enamorado, escuchando Georgia On My Mind.

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Fiouck el Tomate cretino

Post #990. Resumámonos.

Yo me pongo An Ocean In Between The Waves de The War On Drugs para acompañar. Tú ponte lo que quieras, hoy barra libre.

¿Es esta la mejor canción que he puesto en el blog a lo largo de estos dos años y largo? No. Es sencillamente imposible elegir una entre las 10.000 que puse. Cuando soñaba con llegar a este número 990, me imaginaba dando un repaso a todo lo que había publicado y poner una mini playlist con los temas que de verdad me revolvieron el estomago, los huesos, el corazón y el alma, por lo maravillosos que son.

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Serge Gainsbourg

Me encanta rememorar esta tierna anécdota, que me contaba un amigo de infancia, policía. En los 80’s, él oficiaba de noche en las calles de París, vestido de paisano, en el sexto distrito. Cuando no daba información a turistas achispadas de sonrisa pícara, arrestaba a delincuentes, borrachos, camellos, chulos o prostitutas víctimas de todos estos, para luego regresar a su comisaría, encerrar al desgraciado de turno y redactar uno de estos informes que sólo los policías entienden, con formulas sibilinas, casi infantiles. A veces, ahí estaba Gainsbourg, de visita etílica, el ilustre vecino con botella y cigarros en mano. Pasaba horas charlando con los representantes del orden, hipnotizados por el personaje, escuchándole «borborigmeando» alguna frase sobre la condición humana. Le adoraban, le cuidaban. Y cuando el alba despuntaba, le llevaban a su casa, con el furgón oficial. Sólo él podía fumar ahí dentro, no pedía permiso, se le concedía naturalmente. Nadie jamás se lo impidió.

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Paul Anka – You’re My Destiny

Primero pensé en sacar el nuevo disco de Low, Ones and Sixes, pero buf, va a ser que no. Alan Sparhawk, su líder ya de por sí poco dado a alegrarte el día, sigue atormentado por la muerte de su padre y el álbum invita a seguirle los pasos al difunto. Luego creí haber tenido una buena idea con la BSO de Into The Wild, realizada por Eddie Vedder, cantante de Pearl Jam, pero con sólo recordar la película de Sean Penn –magnífica y estremecedora-, me entra un yuyu de cinco metros de alto y dos quintales de peso. Noooo, necesito algo ligerito.

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Umm Kalzum – Alf Lila Wa Lila

Tenía a Umm Kalzum en mi chuleta donde guardo grupos y artistas para los días de sequía inspiracional –bonita palabra que me invento- desde tiempos inmemoriales. Hoy toca, porque no puede no estar. Sería como no poner a Dios Elvis Presley o Maria Callas, posiblemente los únicos cantantes cuya muerte trascendió tanto como la del Astro de Oriente. O la de Nusrat Fateh Ali Khan, quien enmudeció a Pakistán y a cientos de millones de árabes en el mundo cuando falleció en 1997.

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Jacques Brel – Ne Me Quitte Pas

Martes 10 de octubre de 1978. Clase de francés en un minuto. No me gusta el profesor, un tipo frío y seco. Además nos toma por cretinos incultos. Vale, sí, lo éramos, pero con quince años es lo último que quieres admitir. De repente pasa por la puerta y entra en clase como un autómata. Algo no va bien, tiene la cara deshecha, los ojos rojos. Guardamos silencio –tan idiotas no éramos-.

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