Primero pensé en sacar el nuevo disco de Low, Ones and Sixes, pero buf, va a ser que no. Alan Sparhawk, su líder ya de por sí poco dado a alegrarte el día, sigue atormentado por la muerte de su padre y el álbum invita a seguirle los pasos al difunto. Luego creí haber tenido una buena idea con la BSO de Into The Wild, realizada por Eddie Vedder, cantante de Pearl Jam, pero con sólo recordar la película de Sean Penn –magnífica y estremecedora-, me entra un yuyu de cinco metros de alto y dos quintales de peso. Noooo, necesito algo ligerito.
Paul Anka, por ejemplo. En su época de gloria, de 1957 a 1961, es decir de los 16 a los 20 años, fue el ídolo de las adolescentes norte americanas. Posiblemente la primera y última vez que las yankees estuvieron dispuestas a todo –ahí ponle imaginación- para entregarle su corazón a un tipo de origen árabe. Libanés para ser más exacto, aunque nacido en Toronto en 1941.
A Paul Anka se le conoce sobre todo por haberle puesto en bandeja a Sinatra LA canción, My Way. ¡Cuánto olfato tuvo! Un día que estaba de vacaciones en el sur de Francia, escuchó en la radio Comme d’Habitude, la canción de Claude François –como ponga a este cantante francés en el blog me va a llover de todo- que estaba haciendo estragos en los corazones de la media femenina del país vecino. Se subió a París, negoció los derechos por un dólar, con la condición de que parte de los derechos de autor de cualquier versión que se sacaría recayera en el bolsillo de sus autores, Gilles Thibault, Jacques Revaux, y el propio cantante, Claude François. Trata de imaginar lo que supone de royalties, es como ganar el euromillón una vez al año.
Con la partitura y la letra en francés en el bolsillo, regresó a los US y se reunió con Sinatra en Florida, y le pilló justo en su peor época, cuando La Voz estaba a punto de tirar la toalla. Durante la cena, le dijo a Paul Anka: “Dejo el business, me pone enfermo, me piro”. De vuelta a Nueva York, el canadiense se sentó frente a una vieja máquina de escribir IBM –jóvenes, otro día os explico de qué va- y pensó: “Si fuera Frank, ¿qué diría?”. Y le salió naturalmente la famosa: “And now, the end is near”. Terminó la canción con “I did it My Way” a las 5 de la madrugada y llamó inmediatamente a Sinatra, que se encontraba en el Caesar’s Palace de Las Vegas, y le dijo: “Tengo algo especial para ti”. Buf, especial se queda muy corto, esta canción me pone los pelos de punta más que cualquier otra. Luego escucharé la versión de Sid Vicious para quitarme de encima tantos escalofríos. Una versión de la que el propio Paul Anka dirá mucho más tarde: «me desestabilizó su versión, pero me pareció sincera«. Ay, mi canción de cabecera.
Cuando la discográfica se enteró del regalo que le había hecho a Sinatra, se puso furiosa. No es para menos, en UK es el tema que más tiempo pasó en el top 40 en la historia de la música popular: 75 semanas seguidas, año y medio. Pero Paul Anka, el más empalagoso de todos, contestó que la podía escribir, pero no interpretar, que no era su estilo. El suyo era más bien la mermelada de melocotón en almíbar con sobredosis de dulce. Diana, Put Your Head On My Shoulders, You are My Destiny, todas canciones compuestas e interpretadas cuando todavía no había cumplido mayoría de edad. Las niñas se ponían nerviosas, sintiendo cosas raras en su cuerpo, soñando por primera vez en hacerle cosas al cantante que hasta el momento sólo intuían al escuchar a sus padres en la habitación de al lado.
Pero Paul Anka resistió el canto de tantas sirenas. En 1962 conoció a la hija de un diplomático libanés y se casó con ella en el sitio más glamour del planeta: en el aeropuerto de Orly. Hay que ver. Hoy tiene nacionalidad estadounidense, se ha reconciliado con su país de origen y vive felizmente retirado del mundanal. He did it his way.