Willis Earl Beal – Noctunes

[Dale al play, para que lo siga cobre sentido.]

Me quedan 39 días para descubrir nuevas pequeñas maravillas, como la de hoy. Lo que más me preocupa de cuando deje de alimentar este espacio, es el no estar nunca más al acecho. Todos estos largos días que paso soñando con dar con una pepita y compartirla aquí. La música es un océano infinito, sin orillas, y en su abismo se esconden tesoros. Buceo feliz, aunque me falte aire de vez en cuando. De no ser por undia-undisco.net, nunca hubiera vuelto a la superficie con Willis Earl Beal. Y sería un drama.

Estoy escuchando, canción tras canción, el último álbum de este cantante de Chicago, y no salgo de mi asombro. ¿Es esto posible? ¿De verdad existe? Alabado sea Elvis, la hermosura no se ha esfumado de la Tierra, todavía hay artistas que no se olvidan de sublimar los sentidos con una música soberbia, fascinante, admirable… perfecta. Esa rara sensación de haber descubierto el grial. Por fin. Ni sé si seguir hasta la entrada #1.000, me va a parecer vano.

El disco me está dejando sin voz. Mejor dicho sin palabras. Una maravilla en toda regla, un milagro, un regalo del cielo. Es un OVNI del que salen suaves rayos de luz que apuntan al corazón y el alma de quien se pare a escucharlo.

Willis Earl Beal - Noctunes

Hace cinco años Willis Earl Beal era un mendigo. Homeless, como dicen los yankees. Con veinticinco años ya se le daba por muerto con condicional. Se había alistado en el ejército US pero graves problemas intestinales le habían devuelto a la calle. De Chicago se había marchado a Albuquerque, un rumbo como cualquier otro. Vivió un tiempo entre la mendicidad y algunos pequeños jobs como guardia de seguridad. Lo “bueno” de ambas ocupaciones es que te dejan todo el tiempo del mundo para hacer lo que crees se te da bien.

Y Willis Earl Beal creía que algo tenía que decir, componiendo o dibujando. Se pasaba el día creando canciones que interpretaba en las calles de la ciudad y dibujando autorretratos en pequeños flyers que abandonaba a su suerte en parabrisas. Se ofrecía para pintar retratos por pocos dólares, y adicionalmente para probar suerte con alguna chica que se emocionaría por una u otra cosa.

Fue una revista quien le descubrió. Found Magazine publicó en portada uno de los auto-retratos del artista y posteriormente editaron un box set con poemas, dibujos y un álbum con diecisiete canciones auto producidas en un radio cassette. En 2012 firmó con un pequeño sello independiente, y publicó su primer disco, Accousmatic Sorcery, del que decía: “contiene una colección de emociones personales que pueden ser entendidas universalmente”. En la portada dibujó a Cat Power, su fuente de inspiración. Poco tiempo después, “ella me llamó, no me lo creía, era surrealista”. Hoy son amigos, ella le apoya.

Con su look mitad Grace Jones mitad Otis Redding, Willis Earl Beal ha conservado de sus años erráticos una mala costumbre de darle a la botella de whisky como quien se zampa un yogurt bebible. Vive en una casita en los bosques al sur de Seattle. Dice que nunca se ha sentido a gusto en las grandes urbes, que necesita árboles y serenidad. Para pensar en su amor roto, y plasmar su infinita tristeza en canciones que irradian una belleza celeste.

Canta delicadamente, lentamente, acompañado por una música casi ambiental y elemental, minimalista, tocada en un viejo sintetizador. Su magnífica voz resuena sin artífices. Nos deja a solas con las emociones intactas de un tipo fuera de lo común, atrapado en el dolor de la separación, como el común de los mortales. Es sublime.

Willis Earl Beal, Noctunes, publicado a finales de agosto. Regálatelo, regálalo.

 

 

 

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