Umm Kalzum – Alf Lila Wa Lila

Tenía a Umm Kalzum en mi chuleta donde guardo grupos y artistas para los días de sequía inspiracional –bonita palabra que me invento- desde tiempos inmemoriales. Hoy toca, porque no puede no estar. Sería como no poner a Dios Elvis Presley o Maria Callas, posiblemente los únicos cantantes cuya muerte trascendió tanto como la del Astro de Oriente. O la de Nusrat Fateh Ali Khan, quien enmudeció a Pakistán y a cientos de millones de árabes en el mundo cuando falleció en 1997.

He tardado mucho en dedicarle una entrada, porque no te va esta música, lo sé, que yo sepa WordPress no miente. Nusrat, Cheb Khaled y Cheikha Rimitti, todos posts ignorados, y esto me duele en el alma. Kutché, el legendario álbum de Cheb Khaled y Safy Boutella es… cómo decirlo… bueno, yo qué sé, no sé cómo decirlo. Y diez días después de abrir el blog, te iluminaba el día con el mítico The Unreleased Tracks From Sidi Mansour, de Cheikka Rimitti –no las encontrarás en youtube como no sea yo quien las suba-, con las participaciones de Robert Fripp (King Crimson), Flea (Red Hot Chili Peppers) e East Bay Ray (Dead Kennedys). La exaltación de los sentidos provocados por una música milenaria mezclada con sonidos de hoy. Quién no se ha estremecido con los veinte minutos de Lilette El Ouihda no puede ser hombre hecho y derecho.

Umm Kalzum -o cómo se escriba, he visto más de diez variantes- fue mucho más que una cantante, fue medio siglo de fervor y devoción rozando lo religioso, y eso que a la fe musulmana no le gusta mucho la competencia en la materia. Cabezas rodaron, ruedan y rodarán por mucho menos. El otro ídolo de las masas, la única que le hacía sombra a Gamel Abdel Nasser. Murieron con cinco años de diferencia, respectivamente en 1970 y 1975. Con esa doble desaparición se enterraron las esperanzas y los sueños de grandeza de Egipto.

Umm Kalzum

Se sintieron huérfanos y como abandonados a un destino que les iba a costar dominar. Los funerales de Umm Kalzum superaron las de Nasser. Más de tres millones de personas vieron atónitas cómo pasaba delante de ellas el féretro de la Cantatriz del Pueblo, como le llamaban cariñosamente por la cantidad de obras benéficas en las que se involucraba. Se hicieron con el ataúd para pasearlo durante tres horas por unas calles de El Cairo silenciosas, como cuando se vislumbra el fin del mundo.

Si Cheikka Rimitti fue el lado oscuro de las cantantes árabes –alcohol, drogas, amores particulares-, Umm Kalzum fue la luz, el guía musical y casi espiritual de cientos de millones de árabes agarrados a sus canciones, palabras, conciertos, declaraciones y apariciones públicas. Ni bajó su popularidad cuando entró en desgracia con El-Sadat, el político y militar egipcio que sustituyó a Nasser y cuya mujer, Jihane, no soportaba a esta mujer sin estilo que se comportaba como una reina y que una amistad indefectible unía a Nasser hasta la muerte de este último.

No se sabe cuántos discos vendió en total, vete tú a controlar las ventas en los zocos de cientos de urbes árabes. Pero oficialmente se habla de dos o tres cientos de millones. Mil millones sería probablemente más justo. Curiosamente el culto a su persona no impide que la anécdota preferida de los cairotas sobre su vida sea casi como una ofensa a esta “santa”. Un día, un alumno preguntó a Sayed Mekkawi, posiblemente el más grande de los compositores e intérpretes de Umm Kalzum, si era “una señora o una señorita”. El viejo hombre, que se había enfadado con la cantante poco años antes de su muerte por oscuras historias de dinero, contestó: “Por dios, no lo sé, pero todos los hombres que se han acostado con ella dicen que era virgen”.

La cuarta pirámide, como también se le conocía, supo muy bien cómo auto-esculpirse durante su vida. Dominó su imagen como supo hacerlo La Callas. Hoy se multiplican museos y tiendas que venden objetos con su efigie, desacralizando un poco la que fue considerada como la más grande de las cantantes árabes. No hay duda de que conservará el calificativo por los siglos de los siglos, porque en las calles de El Cairo, al igual que en Madrid, Bangkok o Anchorage, se escucha cada chusma musical, y no hay quien para tomar el relevo.

 

 

 

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