Umm Kalzum – Alf Lila Wa Lila

Tenía a Umm Kalzum en mi chuleta donde guardo grupos y artistas para los días de sequía inspiracional –bonita palabra que me invento- desde tiempos inmemoriales. Hoy toca, porque no puede no estar. Sería como no poner a Dios Elvis Presley o Maria Callas, posiblemente los únicos cantantes cuya muerte trascendió tanto como la del Astro de Oriente. O la de Nusrat Fateh Ali Khan, quien enmudeció a Pakistán y a cientos de millones de árabes en el mundo cuando falleció en 1997.

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Omar Souleyman – Bahdeni Nami

Ayer no me aplastó un autobús de la EMT de milagro. Realmente no cruce la calle delante de ninguno y el más cercano que vi pasaría bastante lejos. ¿Entonces qué? Es una reflexión mía que me hago a menudo –uno se tortura la mente como puede-: cuando ocurre una desgracia fruta del azar, piensas en cada detalle de los pequeños acontecimientos que podrían haber llevado a la víctima justo en el momento y lugar equivocado, maldiciendo estos segundos de menos o de más que la hicieron coincidir con, por ejemplo, el piano que se descuelga y cae al vacío. Así que ayer supongo que la suma de los segundos ganados o perdidos se quedaría en cero y el autobús pasó de largo. Qué guay, estoy vivo. Celebrémoslo.

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Rachid Taha – Zoom

En noviembre de 1986, se armó la gorda en la Asamblea Nacional francesa. Aquel día, en pleno debate alborotado sobre la reforma del código de nacionalidad, el Ministro de Cultura francés, Jack Lang, socialista de salón para quien se acunó la expresión Gauche Caviar –izquierda caviar-, tuvo la buena idea de regalar un 45t a cada diputado. La sorpresa se convirtió en escandalo cuando los representantes de la derecha católica descubrieron qué canción sonaba en la cara A.

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Cheb Khaled – Kutché

Cheb Khaled. Khaled. En árabe, Cheb es por Joven, por lo tanto cuando dejas de serlo, pierdes esta partícula que tan bien suena. Cheb Fiouck. Mola. Hala, hoy salgamos de aquí, que llega la navidad y esto puede con todo, buf. Cojamos un ferry en Almeria, crucemos el mediterráneo, desembarquemos en Orán y desde el puerto caminemos hasta el ayuntamiento de la ciudad, agucemos el oído a ver si resuena todavía el famoso “Viva la Argelia francesa” pronunciado por un de Gaulle muy equivocado, una tarde de junio de 1958, desde el balcón de este singular edificio. Sigamos por las calles, cojamos la dirección del barrio Eckmühl, y volvamos a aguzar el oído, a ver si resuena todavía el famoso “Es un niño” pronunciado por el padre de Khaled una mañana de febrero de 1960, muy acertado él.

51 años más tarde, Khaled dio un concierto en su ciudad natal, como la estrella del Raï en la que se había convertido. Necesitaba el perdón de su pueblo, al que le sentó mal algunos excesos y decisiones poco acertadas del artista. Por ejemplo fue acusado de pegar a su mujer –luego esta se retractó en sus acusaciones-, de abandonar a su familia –un niño cuya paternidad siempre rechazó-, de coquetear con el enemigo –quiso dar recitales en Israel, cual Bono abogando por la paz en el mundo-, reclamó la nacionalidad marroquí –siempre alardeó de su amistad con el rey Mohammed VI-. Ya, mucho peso y sospecha encima. Por lo demás, un crack. Por lo menos hasta su canción Didi, que para mi fue como la señal de que ya se estaba acercando demasiado a la música pop, perdiendo autenticidad.

Lo que no se le puede negar es su papel primordial en la difusión del raï y la tradición musical argelina –y por extensión magrebí- a nivel mundial. Se hizo famoso en cada rincón del planeta –en Japón es una mega estrella-, hasta cantó Didi en la ceremonia de apertura del Mundial de Sudáfrica. Ha vendido más de tres millones de ejemplares del álbum Khaled de 1992, dato impensable diez años antes para un disco de raï. Ha compuesto BSO premiadas, colaborado con muchos cantantes –Noa, Youssoun’Dour, Santana, etc-, sacado cientos de canciones, logrado innumerables #1 en las listas de venta de muchos países. Pero no sé, puso el listón tan alto con el disco Kutché, que luego sólo le quedaba la opción de occidentalizar más su música y perderse.

Khaled Boutella Kutche

Porque el disco fundador de la música raï, es este, Kutché, que Cheb Khaled compone con su amigo Safy Boutella en 1988. Los dos son de Orán, pero muy distintos. Khaled funciona con el corazón y las tripas, Boutella con el corazón y la cabeza. Se diplomó en el Berklee College of Music de Boston –la misma formación que Keith Jarrett y Esperanza Spalding– y cuando regresó de los US a principios de los 80, empezó a dar conciertos “underground” en Argelia, componiendo una música fusión, tradición y jazz, ritmos y melodías pasadas y presentes. Safy Boutella no llegó nunca a la fama de Khaled, pero ambos dejaron un álbum extraordinario aunque en su día bastante ignorado, clasificado años más tarde #44 en la lista de los cien álbumes mas grandes de la historia de la música popular por Le Monde. A Khaled le vi en concierto en París en 1990 –tengo duda con la fecha exacta-, mucho antes de Didi, con prácticamente sólo Kutché  en su repertorio. Me dejó un recuerdo absolutamente maravillado, había poquísimos no árabes en la sala, fue mágica la alegría en el escenario y en el público. Enorme. Chebba, El Lela, Kutche, La Camel, hermosas y emocionantes. Por dios qué grande es.

 

 

Escucha algunas de las mejores canciones del mejor álbum de Khaled, Kutché