Ayer no me aplastó un autobús de la EMT de milagro. Realmente no cruce la calle delante de ninguno y el más cercano que vi pasaría bastante lejos. ¿Entonces qué? Es una reflexión mía que me hago a menudo –uno se tortura la mente como puede-: cuando ocurre una desgracia fruta del azar, piensas en cada detalle de los pequeños acontecimientos que podrían haber llevado a la víctima justo en el momento y lugar equivocado, maldiciendo estos segundos de menos o de más que la hicieron coincidir con, por ejemplo, el piano que se descuelga y cae al vacío. Así que ayer supongo que la suma de los segundos ganados o perdidos se quedaría en cero y el autobús pasó de largo. Qué guay, estoy vivo. Celebrémoslo.
Omar Souleyman – Bahdeni Nami
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