The Rolling Stones

Post #999. Huele satánicamente bien…

[Esta es la entrada que más temía, con creces. Mañana es pan comido, me saldrá fácil. Bueno, eso digo yo, ya veremos. Pero ésta, jo, si llevo pensando en ella meses. Puaj, fuck’n’roll. Inicialmente tenía un guión, muy bonito, una larga historia que me iba a inventar. Hasta tenía los nombres de los protagonistas. Me hubiera gustado el resultado seguro. Pero después de dar un repaso a las canciones que te dejo, se me ha venido para abajo. La mística alrededor de los Stones puede con un Tomate espantado.]

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Jimi Hendrix

Post #993. Huele requetebién…

El coche, Henri Ford. El teléfono, Graham Bell. El PC, IBM. La bombilla eléctrica, Edison. El avión, Clément Ader -aunque los británicos digan que los hermanos Wright-. Los antibióticos, Fleming. El cine, Louis Lumière. La congelación de alimentos, Clarence Birdseye. La mentira a una nación, Aznar. El kleenex, Kimberly-Clark. Las medias, Dim. El televisor, John Logie Baird. El papel celo, Richard Drew. El boli, Bic. El micro-ondas, c… pero si decían que no se calentaba el plato. El procesador, Intel. La píldora anticonceptiva, la Seguridad Social. La wifi, la madre que lo parió. La mini falda, el verano y la copita de rueda en una terraza. El láser, Darth Vader. El GPS, Tom Tom. El CD, Philips. La web, Bernard Lee. El café, Nespresso. Las frases vacuas, Steve Jobs. Tele Búlgaro, Fiouck. Y la guitarra, Jimi Hendrix.

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Ray Charles – Georgia On My Mind

Post #991. Qué bien huele…

No sé cómo evolucionará la raza humana, si es que se da el gusto. Dentro de 50.000 años, ¿a qué nos pareceremos? ¿Tendremos alas para volar por el frío sideral? ¿La cabeza con el triple de volumen, cual Ronaldo ante un nuevo trofeo? ¿Brazos kilométricos para recoger asteroides como hoy hermosas flores? Lo bueno de proyectarse en el futuro es que está todo abierto y posible, más que nada porque no estarás para comprobarlo. Así que cada uno ponga su grano de imaginación. Lo que sí sé, es que los ciudadanos del espacio seguirán enlazándose, abrazándose, besándose, mirándose a la cara y viendo unas estrellas sólo perceptibles por el ojo enamorado, escuchando Georgia On My Mind.

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Fiouck el Tomate cretino

Post #990. Resumámonos.

Yo me pongo An Ocean In Between The Waves de The War On Drugs para acompañar. Tú ponte lo que quieras, hoy barra libre.

¿Es esta la mejor canción que he puesto en el blog a lo largo de estos dos años y largo? No. Es sencillamente imposible elegir una entre las 10.000 que puse. Cuando soñaba con llegar a este número 990, me imaginaba dando un repaso a todo lo que había publicado y poner una mini playlist con los temas que de verdad me revolvieron el estomago, los huesos, el corazón y el alma, por lo maravillosos que son.

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The Beatles, Morrissey, Oasis…

¿Quién, dices?

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Wallace Collection – Daydream

Jolines con Metallica. Vale que lo escribí con dos “t”, como me hicieron observar con sorna al rato de publicarse la entrada. Ya, lo siento para los fans, no me di cuenta, lo juro por Elvis. Vale que me despaché a gusto con el grupo y el hard rock en general, pero no había mala intención más allá de restar un día más. Y dejad de mandar whatsapp y mails avergonzados e indignados, yo soy un simple tomate cretino al que le cuesta un riñón acabar con el blog.

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Serge Gainsbourg

Me encanta rememorar esta tierna anécdota, que me contaba un amigo de infancia, policía. En los 80’s, él oficiaba de noche en las calles de París, vestido de paisano, en el sexto distrito. Cuando no daba información a turistas achispadas de sonrisa pícara, arrestaba a delincuentes, borrachos, camellos, chulos o prostitutas víctimas de todos estos, para luego regresar a su comisaría, encerrar al desgraciado de turno y redactar uno de estos informes que sólo los policías entienden, con formulas sibilinas, casi infantiles. A veces, ahí estaba Gainsbourg, de visita etílica, el ilustre vecino con botella y cigarros en mano. Pasaba horas charlando con los representantes del orden, hipnotizados por el personaje, escuchándole «borborigmeando» alguna frase sobre la condición humana. Le adoraban, le cuidaban. Y cuando el alba despuntaba, le llevaban a su casa, con el furgón oficial. Sólo él podía fumar ahí dentro, no pedía permiso, se le concedía naturalmente. Nadie jamás se lo impidió.

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