The Rolling Stones

Post #999. Huele satánicamente bien…

[Esta es la entrada que más temía, con creces. Mañana es pan comido, me saldrá fácil. Bueno, eso digo yo, ya veremos. Pero ésta, jo, si llevo pensando en ella meses. Puaj, fuck’n’roll. Inicialmente tenía un guión, muy bonito, una larga historia que me iba a inventar. Hasta tenía los nombres de los protagonistas. Me hubiera gustado el resultado seguro. Pero después de dar un repaso a las canciones que te dejo, se me ha venido para abajo. La mística alrededor de los Stones puede con un Tomate espantado.]

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The Cure – Trilogía Sagrada

Post #997. Huele requeté negro…

The Cure, acto II. Han pasado 994 días desde que aparecieron en el blog por primera vez. Casi nada, cerca de tres años. Pero lo leo y me avergüenzo. Tú no lo busques, que voy a perder el poco crédito que me queda. Cuatro pobres líneas mal escritas y sin pasión. Encima había elegido Disintegration. Vale que el disco es una maravilla, el último hipo de genialidad de la banda de estos años que me cuesta identificar bien, entre adolescencia y edad adulta. Pero The Cure, vamos, ¡The Cure! Tanta exclamación que al final ni sé por dónde cogerlos. Me va a costar mucho escribir este post.

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Bashung – Play Blessures

Post #995. Ça sent bon la quille…

¿Qué rayos querrá decir “la quille”? Un franchutismo. Creo que en español se decía “dar con la blanca”, por el color de la cartilla verde que te daban en la mili y que devolvías al recobrar tu libertad, recobrando la blanca de paisano. Pero no me hagas mucho caso, la mili es cosa de abuelos. Era la expresión más anhelada, la que se refería al momento en el que cruzabas por última vez el límite del fortín, para no volver nunca más, asegurándote muy mucho de haber traspasado la frontera invisible antes de levantar el dedo mayor, dejando atrás kilómetros de marcha forzosa los pies con musgo por los treinta centímetros de barro, ataviado como un idiota y cubierto por quince kilos de material que te dejaba la cabeza y los hombros ensangrentados. Muy dramático el Tomate hoy. Ya ya, es que Bashung es así.

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Fiouck el Tomate cretino

Post #990. Resumámonos.

Yo me pongo An Ocean In Between The Waves de The War On Drugs para acompañar. Tú ponte lo que quieras, hoy barra libre.

¿Es esta la mejor canción que he puesto en el blog a lo largo de estos dos años y largo? No. Es sencillamente imposible elegir una entre las 10.000 que puse. Cuando soñaba con llegar a este número 990, me imaginaba dando un repaso a todo lo que había publicado y poner una mini playlist con los temas que de verdad me revolvieron el estomago, los huesos, el corazón y el alma, por lo maravillosos que son.

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The Beatles, Morrissey, Oasis…

¿Quién, dices?

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Chagrin d’Amour – Chacun Fait (c’qu’il lui plait)

Esta es la última entrada chorra del blog. A partir de mañana está ya todo previsto y requeté pensado, desde hace tiempo. Del #989 al #1.000, doce entradas para devolverle al resultado final algo de coherencia y un poquito de brillo –eso espero, no están escritos, socorroooo-. Así que cuando me senté frente al mac esta mañana, pensé un largo rato en cuál iba a ser el último artista o grupo no programado. Quería algo muy ligerito, para no comerme demasiado el coco. También algo que hubiera marcado mi juventud, aunque no me gustara reconocerlo.

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Serge Gainsbourg

Me encanta rememorar esta tierna anécdota, que me contaba un amigo de infancia, policía. En los 80’s, él oficiaba de noche en las calles de París, vestido de paisano, en el sexto distrito. Cuando no daba información a turistas achispadas de sonrisa pícara, arrestaba a delincuentes, borrachos, camellos, chulos o prostitutas víctimas de todos estos, para luego regresar a su comisaría, encerrar al desgraciado de turno y redactar uno de estos informes que sólo los policías entienden, con formulas sibilinas, casi infantiles. A veces, ahí estaba Gainsbourg, de visita etílica, el ilustre vecino con botella y cigarros en mano. Pasaba horas charlando con los representantes del orden, hipnotizados por el personaje, escuchándole «borborigmeando» alguna frase sobre la condición humana. Le adoraban, le cuidaban. Y cuando el alba despuntaba, le llevaban a su casa, con el furgón oficial. Sólo él podía fumar ahí dentro, no pedía permiso, se le concedía naturalmente. Nadie jamás se lo impidió.

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