Rachmaninov – Concerto nº 2 Opus 18

KIC 8462852. Apúntate este “nombre”, este es mi nuevo rumbo. Ya me he puesto en el congelador y he dado órdenes para que me manden hacia esta estrella. Es que el viaje dura 1500 años -si es que me dan suficientemente fuerte como para ir a la velocidad de la luz-, así que mejor ir congelado. Quiero verlo con mis propios ojos, estos artilugios artificiales posiblemente obra de alguna civilización tan avanzada que logran chupar la energía de las estrellas.

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James Rhodes – Beethoven

Cuando era un chaval, era un lector ávido de los Comics de Marvel. Mi preferido era Iron Man, sin duda. La de veces que me miré el torso en busca del artilugio circular por donde iba a salir el láser redentor. A la larga lista de profesores que soñaba con pulverizar con mi rayo vengador, había añadido aquel policía que me había multado por cruzar un paso peatonal montado en la bici. Pero en su lugar empezaron a aparecer algunos pelillos y al final me conformé con ellos, en el fondo iba a ser un hombre, qué guay.

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Tobias Jesso Jr – Goon

Sobre el papel, la historia musical de Tobias Jesso Jr –las últimas dos letras indican que antes hubo un Tobias Jesso Sr, di que sí-, es muy sencilla. Desconcertantemente sencilla. Iba para guitarrista de rock en L.A., pero la enfermedad de su madre le devolvió a su Vancouver natal, donde por casualidad tuvo ocasión de sentarse detrás de un piano; a partir de ahí se estableció una larga amistad entre el de los dientes ordenados y el del pelo loco, amistad que acaba este último de plasmar en un disco súper bonito.

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Frederic Chopin – Nocturnos

Lo vais a pagar por haber insultado al profeta”, escupieron antes de matar a quemarropa a doce inocentes. Cuando los pille la policía -no me imagino otro desenlace, a no ser que su cobardía no tenga límites y se peguen un tiro-, se instruirá la causa, se les nombrará un abogado, se buscarán y aportarán atenuantes si los hay, se debatirá, asegurándose el marco judicial de que todos los que tengan algo que decir puedan hacerlo desde el máximo respeto a las leyes, rendirán cuentas ante la justicia terrestre y pagarán por sus terribles crímenes. Asumiendo que quedará impune el insulto a nuestro apego indefectible por la libertad, les veremos aterrizando en alguna celda, en las que la administración penitenciaria tendrá a bien ponerles Frederic Chopin, única forma de que algún día sean capaces de captar cuan hermosa puede ser la vida.

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Benjamin Clementine – Glorious You

¿Cuánto hacía que no te regalaba nada? Quiero decir, sí, vale, ya, cierto, todos los días te regalo un trocito de genialidad y frescura, lo sé, soy así de buena persona. Pero en este caso, hablo de un regalo muy, pero que muy bonito, envuelto en un papel de tonos elegantes, perfectamente doblado en los lados -sííí, justo como hacen las chicas del Corte Inglés-, un discreto lazo artísticamente colocado y unas palabras escritas a mano en una tarjetita impoluta: “Querido(a) lector(a), te deseo un feliz día, Fiouck”.

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Bruce Hornsby – The Way It Is

Hoy empieza el primer mes de verano. De pequeñito era mi preferido. En el cole apenas se trabajaba, los recreos se alargaban hasta el infinito, el sol se ponía después que yo, el césped recién cortado tenía ese olor tan especial, sólo superado por el de las vacaciones a la vuelta de la esquina. Hoy apenas tiene significado, trabajo mucho, no hay ni recreo, ni césped que oler, ni probablemente vacaciones -¿alguien ha dicho calimero?-. No pido mucho, sólo que el sol haga su oficio y poder aprovechar la terraza a final de día. Copita de vino en mano, pondré The Way It Is  de Bruce Hornsby en el tocadiscos. Sonará el puente de piano igual de bonito que la primera vez que lo escuché, allá por 1986.

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