Sobre el papel, la historia musical de Tobias Jesso Jr –las últimas dos letras indican que antes hubo un Tobias Jesso Sr, di que sí-, es muy sencilla. Desconcertantemente sencilla. Iba para guitarrista de rock en L.A., pero la enfermedad de su madre le devolvió a su Vancouver natal, donde por casualidad tuvo ocasión de sentarse detrás de un piano; a partir de ahí se estableció una larga amistad entre el de los dientes ordenados y el del pelo loco, amistad que acaba este último de plasmar en un disco súper bonito.
Pero el Inspector Fiouck no se traga así de fácil las historias “sencillas sobre el papel”. Más que nada porque algo sé de ellas. Hace casi dos años, con un amigo, empecé a dibujar una aventura empresarial sencilla en el mantel de papel del chiringuito donde estábamos tomando alguna copita de Rueda –ya, sí, ya-, y hoy, no podemos avanzar más, nos estamos convirtiendo en cangrejos idiotas dando pasos de lado para aburrir. Si vas a emprender algo, huye de cualquier negocio que requiera una autorización del organismo oficial de turno. Se pasan por el forro del ano las decenas de puestos de trabajo que no vas a poder crear. Como tenga que tirar la toalla, un día lo contaré, con todo el fiel del que soy capaz de soltar, pero esta es otra historia.
A lo que iba, tal como lo podía imaginar, la historia de Tobias Jesso Jr no ha sido tampoco un camino de rosas, y si ahora está dándole al instrumento de los dioses, no es por la formación recibida –tiene menos de treinta años y empezó a tocarlo como autodidacto con veinticinco-, sino porque su amor anterior, la guitarra, no le permitió cumplir con sus sueños.
¿Y qué sueños tenía Tobias? Nada del otro mundo, sentirse como parte del circo de la vida y tener ropa decente. Más o menos, aunque dicho así suene fatal. Las paranoias de Tobias son así, fruto de la típica niñez de chavalín apartado, por demasiado grande y regordete, paquete en deportes, soso y torpe. Siempre ha sido alto y rellenito, por lo que desde adolescente aprendió a manejar la maquina de coser de su madre para fabricar su propia ropa. Hoy, con los primeros reconocimientos tanto del gremio como del público, sonríe: “ Sigo sin saber mucho, no soy guay, mi ropa sigue sin ser la adecuada, pero tengo mis canciones”.
Jo. Yo también quisiera sentirme así, ilusionado con mi papelito del organismo oficial en mano, sería como partir de cero. Y al funcionario de turno, le cosería un suave cojín, porque le tiene que doler el puto culo de pasar tanto tiempo sentado sin moverlo.
Recién cumplido los veinte, Tobias se marchó de Canadá, dirección Los Ángeles, la mente llena de sueños de grandeza -aunque seguro que se conformaba con darle una manito de pintura a su vida gris-, guitarra en mano. Cuenta que la guitarra fue para darse una identidad, hacer que las chicas se parasen a mirarle, lo típico. Poco a poco los sueños se fueron esfumando, dibujándose una triste realidad: en Los Ángeles la mitad de la población tiene los mismos planes pero hay sitio arriba para muy pocos. Vivió malamente, empezó a componer con su guitarra y a escribir canciones en las que admitir que había fracasado. Aguantó en California todos los años que pudo, hasta que un día recibió una llamada informándole de la enfermedad de su madre. Se resignó a volver.
Fue cuando operó la magia. Se convirtió en mozo de mudanzas de una empresa especializada en pianos. Un día se sentó detrás de uno y empezó a tocar, sin saber. Fue como una revelación, un juego de seducción entre un instrumento dispuesto a todas las locuras y un músico agarrado a cierta necesidad de lógica. Tiró la guitarra al día siguiente, pasó horas en Youtube viendo tutoriales, escuchó a los que desde entonces se han convertido en sus fuentes de inspiración como el gran soso –Lennon-, Elton John, y sobre todo Randy Newman, su maestro.
Ha compuesto más de cuarenta canciones, que interpreta solo, con su piano. El sello con el que ha firmado seleccionó doce para el primer álbum de Tobias, que se acaba de estrenar, Goon. Un disco de pianista «clásico», como quedan muy pocos. Escucha dos o tres veces How Could You Babe, ya verás.
¡Hoy también: DIS-CA-ZO!
No sé por qué te empeñas en decir eso de HOY 🙂
Ya lo habías publicado en http://thesongswelove.wordpress.com/?
Of course! Dos posts lleva ya el muchacho en mi blog, y aún podría haber hecho otros 3 con las canciones de «Goon». Te diría que era mi disco favorito de este año, hasta que escuché el último de Sufjan, y no me quedó otra que claudicar.
Vaya, con que te permites repetir artista? Mumal, Mr Suizo
Peor aún: mismo artista y mismo disco. Pero si empiezo a ponerme reglas, entonces acabaré por aburrirme del blog. La único que admito es esta: CANCIONES. A partir de ahí, todo está abierto.
Hola, he empezado a hacerme una playlist en Spotify con tus mil discos (claro, una cancion de cada).
De momento he hecho el primer mes y creo que podré atraparte antes que termines tu noble cometido, pero me asalta una duda: ¿no la tendrás hecha ya?
Enhorabuena por el post de hoy
¡Gracias Pere por el cumplido!
Por una serie de motivos, algunos bastante sólidos -si acaso un día los contaré-, no uso Spotify. Ni ningún otro servicio como Deezer, etc
Las canciones que me gustan especialmente (de mis posts), las paso a mi móvil y las tarareo por la mañana en el cuarto de baño.
Pero tu idea es súper buena y te la agradezco, ¿hay un link que permite acceder a ella?
A ver si funciona: http://open.spotify.com/user/1129831299/playlist/3JC1lBxSV8v9CGmhlJ5nyl
No sé si buscando «un dia un disco» sale, estoy en ello.
De momento están las del primer mes, prometo actualizar!
Por lo menos hasta el registro se llega, pero no dispongo de cuenta.
Lo suyo sería crear una Tomate cretino.