Mozart

Post #992, huele cada vez mejor…

Siempre me ha intrigado mucho el Punto Omega. Este concepto, inventado por el jesuita, científico, investigador, teólogo y filósofo francés, Pierre Teylhard de Chardin, define el momento en el que la conciencia humana alcanza tal grado de desarrollo, complejidad y organización, que se vuelve divina. Es decir, cuando el hombre se vuelve dios -¿con tupe y chupa de cuero a lo Elvis?-. La noosfera, o esfera del pensamiento humano. Me intriga porque, como ateo, el concepto me parece más próximo a un delirio espiritual. Pero el ejercicio intelectual de pensar en ello es interesante, basta con ver el desarrollo de la inteligencia artificial. Porque, a pesar de las alarmas que genera, nos hemos lanzado a una carrera vertiginosa y peligrosa. ¡Que el hombre no deje nunca de ser hombre! Y si de verdad quieres conocer el Punto Omega, ríndete a Mozart, él lo alcanzó hace ya más de dos siglos.

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Johanes Brahms – Deutsches Requiem

El Whalalla es algo así como el Rock’n’Roll Hall of Fame en alemán y versión clásica, donde se erigen bustos de ilustres compositores teutones para mayor gloria del pueblo germánico con tufillo a ario. En este templo neo-dórico situado en Donaustauf, en plena Baviera, no encontrarás rastro de guitarras ni pedal wah wah, menos aún de colillas de cigarros LP o botellas de cerveza vacías. Como mucho chupitos de schnaps polvorientos –que despidan al equipo de limpieza-.

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Wagner – Tannhäuser

No ha gustado mi post de ayer. No tanto por desviarme de la línea del blog –música, sólo música-, sino por pintar de forma catastrofista el día de mañana. A nadie le gusta escuchar como suena a rebato a lo lejos cuando sólo aspiramos a ser medianamente felices, por muy difícil que nos lo pongan. Pero llevamos algunos lustros acercándonos genéticamente a la avestruz, cuando el bicharraco esconde la cabeza bajo tierra. Tampoco pretendía llamar especialmente la atención, en el fondo nosotros los simples mortales no dejamos de ser meros espectadores y sufridores de lo que se cuece ahí arriba en las altas esferas –“que hagan lo que quieran mientras la cerveza este bien fría”-. Y de verdad no era una llamada a almacenar en casa quintales de pasta, arroz y azúcar, por lo menos no hasta que yo haya hecho mis propias reservas. Juas.

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James Rhodes – Beethoven

Cuando era un chaval, era un lector ávido de los Comics de Marvel. Mi preferido era Iron Man, sin duda. La de veces que me miré el torso en busca del artilugio circular por donde iba a salir el láser redentor. A la larga lista de profesores que soñaba con pulverizar con mi rayo vengador, había añadido aquel policía que me había multado por cruzar un paso peatonal montado en la bici. Pero en su lugar empezaron a aparecer algunos pelillos y al final me conformé con ellos, en el fondo iba a ser un hombre, qué guay.

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Tim Fain, Philip Glass, Max Richter, Vivaldi – Milagro

El viernes por la noche, me invitaron a un concierto de música clásica en el Museo Reina Sofia de Madrid. La representación formaba parte de un ciclo llamado “Conciertos Mini de la OCNE”. Según la wiki, La Orquesta y Coro Nacionales de España es un organismo del estado perteneciente al Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM), del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Hablando en cristiano, su objetivo es promocionar la música clásica. Y hablando con el corazón, su objetivo es regalar pequeños milagros que hacen felices.

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Berlioz – Marcha Fúnebre

Bajaría la guardia un instante, no dejaría de ser un pequeño momento de distracción cuando estaba a puntito de resolver las grandes cuestiones del universo –cosa que suelo hacer cada vez que salgo a por el pan-. El estaría ahí al acecho, esperando el pequeño descuido fatal. Claro que en ese momento no noté nada, los agujeros negros y los cuásares estaban a punto de desvelar sus secretos. Francamente para qué me iba a preocupar por un virus diminuto con colmillos afilados y garras sucias.

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