Luciano Pavarotti – Nessun Dorma

Dicen que Pavarotti fue el único que podía haber superado a Caruso en el corazón de los tramposos italianos y amantes en general del bel canto. Pues acabo de ganarles a ambos. He dado con el pie con un mueble bajo en casa, Nessun Dorma en el barrio. Los cinco dedos a la vez, dos tallas de calzado menos. Me pondré una férula con la bufanda de Pavarotti.

Sigue leyendo

Wagner – Tannhäuser

No ha gustado mi post de ayer. No tanto por desviarme de la línea del blog –música, sólo música-, sino por pintar de forma catastrofista el día de mañana. A nadie le gusta escuchar como suena a rebato a lo lejos cuando sólo aspiramos a ser medianamente felices, por muy difícil que nos lo pongan. Pero llevamos algunos lustros acercándonos genéticamente a la avestruz, cuando el bicharraco esconde la cabeza bajo tierra. Tampoco pretendía llamar especialmente la atención, en el fondo nosotros los simples mortales no dejamos de ser meros espectadores y sufridores de lo que se cuece ahí arriba en las altas esferas –“que hagan lo que quieran mientras la cerveza este bien fría”-. Y de verdad no era una llamada a almacenar en casa quintales de pasta, arroz y azúcar, por lo menos no hasta que yo haya hecho mis propias reservas. Juas.

Sigue leyendo

Lucio Dalla – Caruso

Tengo un nuevo antojo, una de estas rachas alimenticias en las que te entran a diario ganas irreprimibles de comer siempre lo mismo, atrapado por los manjares a veces más absurdos. En lo que va de año ya he pasado por tres fases: Bricks de atún con huevo, Dim Sum y queso Brie. Ahora le doy a las Puntalette, una pasta italiana en forma de arroz que confirma el adagio popular lamentablemente eliminado del recetario de Top Chef: cuanto más humilde y sencillo, mejor. Once minutos de cocción, una nuez de mantequilla, una copa de Barolo, la canción Caruso de Lucio Dalla de fondo, y al instante te encuentras con una vieja Vespa circulando por una carretera pequeña dominando la costa amalfitana, el sol a plena cara, babeando feliz.

Sigue leyendo

Ivan Rebroff – Kalinka

Iván Rebroff no era ruso. Cuando me enteré, hace relativamente poco, me dio un patatus. Durante años este enorme artista –quiero decir, enorme físicamente-, mintió a consciencia sobre su pasaporte, “vendiendo” una imagen de ogro soviético simpático en los miles de conciertos y espectáculos que dio alrededor del mundo durante cuarenta años. Cuando en realidad, era alemán, de Berlín. Los que lo sabían nunca le traicionaron, dejando que se forrara sobre una gran estafa –The Great Volga Swindle, con música de Aleksei Lydon y Yuri Vicious-. Sí que es grave. A mi de pequeño me impresionaba no sólo por su talla o su voz, sino porque era ruso. A principios de los 70, no teníamos mucha ocasión de cenar con un ruso en pantalla. Me parecía súper exótico, me lo imaginaba tumbando a soplamocos a decenas de renos ariscos en la tundra. Y resulta que era berlinés. Porca miseria.

Sigue leyendo

Maria Callas – La Wally

Maria Anne Sofia Cecilia Kalogeropoulos. En sus 53 años de vida, María Callas lo acaparó todo. La gloria, los elogios, la envidia, las criticas, el amor, las penas, los kilos, el dinero, los escándalos, el sufrimiento, la enfermedad, la belleza. De muchas artistas se han dicho que eran divas, pero sólo a María Callas se le llama La Diva. Icono adulado o criticado, figura imprescindible de la cultura del siglo XX y de los próximos mil años, revolucionó por completo el arte lírico y provocó una emoción que ninguna cantante de Ópera ha podido igualar. Recibió tantos elogios durante y después de su vida, que es difícil elegir uno, aunque me quedaría con este, de María Trivella, Directora del Conservatorio Nacional Griego, que la acogió con tan sólo catorce años –la madre de María Callas mintió sobre su edad-, y que fue la primera, con su madre, en ver el potencial de la voz de la niña: “Su voz tenía un tono cálido, lírico, intenso, que daba torbellinos resplandecientes, llenando el aire con ecos melodiosos y armoniosos, cristalinos, como un carillón. Era desconcertante”.

En aquella época, Evangelina, la progenitora, ya había vuelto a Grecia, después de una aventura de quince años en EEUU con un marido que según ella le defraudó y del que divorció antes de volver con sus dos hijas a Atenas. Para compensar el tiempo perdido, decide hacer de María una estrella del bel canto después de ver cómo desde muy pequeña todo el mundo la mira admirativo. Obnubilada por la voz de su hija, decide que se ha de alimentar de platos ricos y de chuches, “porque una bonita voz sólo puede desarrollarse en grasa”. Así que de adolescente, María Callas es más bien regordete, a parte de miope. Pero deslumbra, cante donde cante.

Es harto difícil resumir la vida artística de un mito. Lo que está claro, es que no fue un camino de rosas. Después de pasar por las clases de Elvira de Hidalgo, en el Conservatorio de Atenas, donde trabajó más duro que cualquier otro alumno, María Callas empieza con sus primeros pequeños papeles en la Ópera Nacional de Grecia. Con diecisiete años, da su primer recital en Boccaccio, una opereta de Franz Von Supé. Obligada por su propia madre a cantar para el invasor italiano durante la segunda guerra mundial, le ofrecen interpretar el papel de Tosca, la famosa Ópera de Puccini. Es una obra muy especial para Maria Callas. Inició su carrera con ella y la finalizó veintitrés años después con la misma. Y aquella primera interpretación de 1942 fue declarada la Tosca del siglo por numerosos musicólogos. Cuando finaliza la guerra y liberan a Grecia, primero da recitales por todo el país para celebrar la victoria, pero pronto es despedida del Conservatorio, después de que a su madre se la sospechara de colaboración con el enemigo. María Callas se marcha a EEUU para reunirse con su padre y alejarse de una madre que considera culpable de “prostituirse con el enemigo”.

Pero en EEUU no le va a ir bien. A pesar de ver como el Metropolitan Ópera de NYC la califica durante un ensayo de “voz excepcional, ha de subirse a un escenario rápidamente”, sólo conoce fracasos. Vuelve a Italia en 1947, para interpretar La Gioconda, de Pionchelli, en manos de quien será su mentor durante años, Tullio Serafin. Allí conoce a Giovanni Meneghini, industrial del ladrillo –sí, hubo una época en la que el ladrillo coqueteaba con la belleza-, con quien se casa en 1949. Encadena los recitales, Tristán e Isolda, La Walkirie e I Puritani, de Bellini, estas últimas dos casi al mismo tiempo, sometiendo su voz a enormes tensiones y logrando lo que nadie hubiera creído posible. En los medios de comunicación, se habló de milagro. El mito María Callas había nacido.

la callas

Montserrat Cabballé dijo mucho más tarde: “Nos abrió una puerta, para nosotros cantantes del mundo entero. Una puerta que estaba cerrada. Detrás de ella, dormía música y grandes actuaciones. Nos dio la oportunidad, a los que estábamos dispuestos a seguirla, de hacer cosas casi impensables antes. Nunca soñé con que me comparasen con María Callas. No sería justo. No estoy a su altura”.

Luego vendría la fama, la gloria mundial, el régimen –llegó a pesar 92 kilos, más Botero que Giacometi- que la convirtió durante más de una década en una de las mujeres más hermosas y elegantes del planeta, la boda con Onasis, las infidelidades de su segundo marido con Jackie Kennedy, la enfermedad, los medicamentos, su amor eterno por el armador griego, acompañándole en sus últimos suspiros en el Hospital Americano de París, donde el gigante de los mares falleció en marzo de 1975. Definitivamente retirada de los escenarios desde 1965, María Callas pasó sus últimos años enseñando y dando clases en París, desfigurada por el dolor, la tristeza, los medicamentos. La Diva falleció en septiembre de 1977.

En 1981, un cineasta francés, Jean Jacques Beineix, rodó Diva, una película en la que el joven protagonista, gran admirador de la soprano del momento, graba de forma clandestina el recital que da en París, cuando la artista siempre se había negado a que se le grabara su voz. Sigue una historia un tanto inverosímil, más estética que otra cosa. Durante el recital, como un guiño a María Callas, la artista –interpretada por Wilhelmenia Wiggins Fernandez– canta La Wally, una Ópera poco conocida de Alfredo Catalani, estrenada en 1892. El aria más conocido se llama Ebben? Ne Andró Lontana. Es pura emoción. Con la voz de María Callas, resulta difícil no estremecerse. Pone los pelos de punta y deja sin aliento.

 

 

Escucha una de las obras interpretadas por Maria Callas más hermosas, La Wally

Nina Hagen – Unbehagen

Nina Hagen estaba bastante tarada. Indudablemente simpática, pero bastante tarada. Sus antecedentes la llevaron a vivir siempre al límite, y la locura de finales de 70’s principios de los 80’s hizo el resto. Nacida judía en 1955 en Alemania del Este, era nieta de una víctima de los campos nazis, hija de un hombre que desapareció a los dos años, bailarina de ballet a los cuatro, niña prodigio de la ópera con nueve. Deja la escuela con dieciséis, emigra a Polonia –mola, ¿eh?- y regresa al año siguiente, monta un grupo de rock llamado Automovil, el preferido de la juventud del país y tolerado por las autoridades. Cuando a su padrastro, polémico compositor y cantante, le deniegan las autoridades el derecho a volver después de una actuación en Colonia, Nina Hagen monta un pollo socio-político, usando de su creciente fama, para que le expulsen y se junte con él. Aterriza en Frankfurt con apenas 20 años, sobrevive como puede, se marcha a Londres y se hace seguidora de todos los grupos punks del momento, Sex Pistols and company. Vuelve a Alemania del Oeste en 77, y monta The Nina Hagen Band en el distrito de Kreuzberg -algo así como el Soho de Nueva York-.

El primer álbum de la banda, homónimo, es un disco revulsivo. Acostumbrada a vivir encerrada en esta jaula de oro por el muro, la juventud berlinesa adopta enseguida a su ex vecina del este. La voz de la Nina hace estragos, agresiva y furiosa, capaz de rugir en el más hermoso contralto para luego alcanzar el soprano más luminoso –¿o serán gritos y chillidos?-, auto parodiándose. Abre el disco el cover del White Punks On Dope de The Tubes –otros tarados bastante desconocidos de los 70’s-, rebautizado por la ocasión como TV Glotzer. El disco es un éxito de ventas, sigue una gira por Europa y los EEUU durante la que se deterioran las relaciones entre la cantante y sus músicos –la historia no lo dice, pero es poco probable que sea culpa de los músicos-. Se separa de ellos después de grabar por separado un segundo disco por obligaciones contractuales, se vuelve mundialmente famosa por simular, en un programa de TV austriaco, posturas y gestos de masturbación femenina –la presentadora tuvo que dimitir por ello, ya, es que corría el año 1980, hoy bostezarías y cambiarías de canal-. Encadena discos en solitario -dejando algunos hits para la posteridad como Zarah, New York New York, My Way-, entrevistas donde habla de dios y los extraterrestres, se hace madre de una pequeña Cosma Shiva –ya…-, se vuelve budista para pasar a ser católica quince años más tarde, conduce –es un decir- programas de TV en Alemania, se casa en Ibiza con un punki treinta y cuatro años más joven que ella, en fin, un montón de cosas de tarada simpática.

Unbehagen

Justo antes de que finalizaran los 70’s, publicó su segundo disco, Unbehagen. Los músicos habían grabado su parte en Berlín y ella la suya en California –primera productora mundial de tarados-. El disco abre con African Reggae, su canción más famosa. La letra no queda muy clara, parece que al final denuncia la ablación del clítoris en África, llama a la revolución, habla de drogas suaves, de caza, de su bebe, de Holanda, bueno, oye, no pasa nada, queda una tremenda canción que no ha envejecido un ápice. El disco también contiene una versión de Lucky Number de Lene Lovich –otra tarada de la época-, y una canción divertida, Wau Wau, y en fin, muchos temas un poco tarados. Es un clásico. Me encanta.

 

Escucha entero Unbehagen, de Nina Hagen.

Rufus Wainwright – Release The Stars

Se apellida como si fuera el último retoño de una gran dinastía industrial yanqui. De hecho es homosexual, ha sido drogadicto, amante de la lujuria, es decir, bien podría ser. Realmente es americano por su padre -cantante folk- y canadiense por su madre, cantante folk. También es hermano de Martha, cantante folk. Pero Rufus canta de todo, menos folk. Rufus posee una de las más grandes voces masculinas y no la quiere desperdiciar con folk. Bien ahí Rufus, bien!

Como todos los grandes, Rufus Wainwright empieza con la música muy temprano. Con seis años ya tocaba el piano y con trece acompañaba a su madre y hermana en los conciertos que daban en familia. También se inicia sexualmente a muy temprana edad, aunque igual no era su intención, pero con catorce años le viola en Hyde Park un señor con el que Rufus sólo pensaba dar una paseo romántico. Ays jóvenes… Tampoco tardó mucho en meterse de todo, estuvo adicto a las metanfetaminas durante años. Le costó infinito trabajo anunciar su homosexualidad a sus padres, que por lo visto no se lo tomaron nada bien, sobre todo su padre -no se supone que el folk predica el amor universal o me he perdido algo?-. Cuando decidió dejar las drogas, dudó entre meterse en sesiones de rehabilitación o irse a vivir a casa de su padre, del que dijo “Sabía que necesitaba a un gilipollas para gritarme, y él cumplía los requisitos”. En fin, una estrella pop en toda regla. Di que sí.

Y musicalmente tiene el talento de los elegidos y una voz grandiosa. Su primer álbum, Rufus Wainwright, salido en 1998, es fruto de la desmesura. Más de un año de estudio, 56 canciones grabadas para sólo publicar doce, 700.000 dólares de coste. Y todo para un álbum de debut. Las ventas no acompañan, pero la critica le adora a la primera, y The NY Times clasifica el disco en el #5 de los mejores del año. Siguen nueve álbumes, siendo el último de 2012, Out of the Game. Aborda muchos estilos, desde el pop hasta la ópera –en 2009 estrenó su primera ópera, Prima Donna-, todo bastante baroco y lírico, pero nada de folk. Bien ahí Rufus, bien!

RufusReleaseStars

En 2007, saca Release The Stars, su álbum más comercial, pero no menos talentoso. Producido por Neil Tennant, de Pet Shop Boys, con la participación de la parte femenina de la familia (madre, hermana, hermanastra), el disco recibe las mejores críticas y por primera vez, ventas a la altura de su calidad. Contiene una de las canciones más hermosas que conozca, Going to a Town. Desde el minuto 2’50” hasta el final, es, cómo explicarlo, uch, me da escalofríos.

 

 

Escucha entero Release The Stars de Rufus Wainwright