Ray Charles – Georgia On My Mind

Post #991. Qué bien huele…

No sé cómo evolucionará la raza humana, si es que se da el gusto. Dentro de 50.000 años, ¿a qué nos pareceremos? ¿Tendremos alas para volar por el frío sideral? ¿La cabeza con el triple de volumen, cual Ronaldo ante un nuevo trofeo? ¿Brazos kilométricos para recoger asteroides como hoy hermosas flores? Lo bueno de proyectarse en el futuro es que está todo abierto y posible, más que nada porque no estarás para comprobarlo. Así que cada uno ponga su grano de imaginación. Lo que sí sé, es que los ciudadanos del espacio seguirán enlazándose, abrazándose, besándose, mirándose a la cara y viendo unas estrellas sólo perceptibles por el ojo enamorado, escuchando Georgia On My Mind.

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Algiers – Blood

[Dale al play, si una vez en tu vida me tienes que hacer caso, es hoy.]

Ayer me recomendaron la canción que estás escuchando –como no le hayas dado al reproductor, no te hablo más… hala, fuera, vete-. Es poco decir que me tiene fascinado. The mother who gave birth, como diría Franklin James Fisher. Me está entrando la duda: y si de verdad acabo dentro de 27 días, ¿dejaré de descubrir a gente como Algiers? Ay.

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Nathaniel Rateliff & The Night Sweats – Nathaniel Rateliff & The Night Sweats

Nathaniel Rateliff nació en Missouri, en un pueblo de no más de sesenta habitantes. Algo así como el culo del planeta, donde las noticias procedentes del mundo exterior se limitan al número de borrachos encerrados en una sola noche por el sheriff del pueblo de al lado. Corría el año 1978, aunque en Missouri, bien podría ser 1797 o 2105. Estado rural congelado en el tiempo, con una probabilidad bastante remota de que algo bueno salga de allí.

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Norman Greenbaum – Spirit In The Sky

Fiouck’s Summer Series #6.

Cuando se estrenó Spirit In The Sky, yo era mushico -músico no, muy chico-. Hablamos de la primavera de 1970; teniendo en cuenta la época que era y el tiempo que tardaba todo en llegar hasta mi mundo, digamos que la escucharía por primera vez en otoño. O en otoño del año siguiente, qué más da. Si ya de por sí no me hacía ninguna gracia tener que volver al cole –la constante de Hubble no es nada comparando con la constante de Fiouck a la hora de ir/volver/entrar/meterme en el cole-, va y llega un colgado místico que desembarca con un rif de guitarra pegadizo y palmadas góspel para recordarme cuan largo iba a ser mi camino hasta el rock’n’roll liberador.

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Sam Cooke – Night Beat

El Rey, Otis, en su trono; Aretha, la Reina, a su derecha en el suyo; Marvin, el príncipe a la izquierda en una silla, Amy, la hija, vacilante en su taburete, y en el fondo, unos cuantos cientos de pretendientes a formar parte de esta legendaria familia, de pie, debajo de la gotera, Adele, Duffy, Emily Sandé, Willy Moon, Gin Wigmore, sólo por nombrar a unos pocos recientes. Y ahí en la sombra, mirando satisfecho a sus casi retoños, el padre putativo de todos, el cantante que se sacó de la manga una nueva forma de expresar la música, con un género mezcla de blues, rhythm & blues, góspel, interpretado con una energía nunca antes vista en los escenarios. Ahí, en la sombra, Sam Cooke, muerto hace medio siglo, con su camiseta “Father of Soul Music”, preguntándose si A Change Is Gonna Come.

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The Roots – Things Fall Apart

Todo nuevo álbum de The Roots siempre es un acontecimiento. No genera tanta expectativa como un nuevo “nuevo testamento” (U2) o una nueva recopilación “Cien recetas de carne” (Miss Solomillo), sin embargo  después de veintisiete años de carrera, se merece más atención que muchos de los 467 grupos o artistas que ya tienen su post en este blog. No gozan de la misma fama que los Eminem, 50 cents o Snoop Dog –no me pidas más, que ya he llegado a mi límite-, sin embargo se les tiene más respeto que a casi todos. ¿Por qué?

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Valerie June – Pushin’ Against a Stone

Cara de Venus vudú y pelo de Gorgona moderna, indolencia sureña, voz nasal y lánguida, Valerie June huele a Tennessee, granero abandonado, Ford pick-up desbaratado, sol asfixiante, mecedora inmóvil, serpiente de cascabel cabrona, horca polvorienta y viejo granjero blanco desdentado y un dedo de frente –el otro dedo, de Jack Daniel’s-. Valerie June es la nueva sensación de la música root americana, la nueva sacerdotisa del folk blues góspel sureño, con sólo treinta y un años y cuatro álbumes.

Después de criarse en Jackson, Tennessee, hermana mayor de una fratria de cinco niños y con góspel hasta en la sopa, Valerie June se marcha temprano de casa para probar suerte en Memphis, con su novio y futuro marido. Un bar la acoge en su seno, como camarera de día y cantante de noche. Pronto su voz de sirena encandila al público lo que la lleva a producirse en salas de la ciudad y en festivales de música root de los estados del sur. Algunos años después, se marcha a Nueva York, con un nuevo novio y grandes aspiraciones. Auto produce dos discos que pasan un poco desapercibido –The Way of the Weeping WillowMountain of Rose Quartz-, toca cada vez que puede, y termina interesando a John Forté, ex miembro de The Fugees, que anda buscando colaboradores para un álbum en solitario. Graban cinco canciones juntos, pero sólo ve la luz una de ella. Y bingo, Give Me Water, bonita perla de Blues Hip Hop, llama la atención de muchos medios y artistas. Uno de ellos no es otro que Dan Auerbach, cantante guitarrista de The Black Keys, neo sureño instalado en  Nashville donde ha instalado su propio estudio de grabación.

Valerie June Pushin against a stone

Mientras el de las Llaves Negras busca una fórmula para sacar adelante su corazonada, ella se lanza al crowfunding, un Kickstarter en toda regla que le permite recaudar 15 mil dólares, con los que graba su tercer disco de estudio, Valerie June & The Tennessee Express. Con este nuevo álbum, más la ayuda de Dan Auerbach, logra hacer una mini gira por Europa, en salas diminutas, de a veces no más de treinta espectadores. No tiene ella ni sus músicos una gran técnica –ella siempre ha dicho que no quería ser Jimi Hendrix, tan sólo acompañar su canto con guitarra-, pero compensa con su radicalidad y compromiso con su letra.

De vuelta a los US, se mete de lleno en su colaboración con Dan Auerbach. Apoyándose en su fama, el Black Keys logra enchufarle en algunos actos y giras, que le llevó a participar de telonera de la gira de Jake Bugg, otra nueva sensación, esta vez inglesa y de rock. En marzo del mismo año entra a grabar lo que es su cuarto álbum, Pushin’ Agaisnt a Stone, publicado este verano y con creces el más logrado, mejor arreglado y producido de los cuatro. Su voz a la vez dulce y nasal, armoniosa y guerrera, acompaña perfectamente un conjunto de doce temas de muchos géneros, entre blues, góspel, pop, country y jazz. Recibe un aluvión de criticas todas ditirámbicas; si hasta Rolling Stones lo clasifica en el #44 de su lista de los cincuenta mejores álbumes de 2013. Gran álbum.

 

 

Escucha algunos de las mejores canciones del cuarto álbum de Valerie June