Diminuta, flaca, tatuada como un camionero, pintada como la mujer del camionero, un moño de antología, tenía ese magnetismo de los grandes, ese poder de atracción a la medida de su desamparo, esa extraña sensación de absoluta soledad cuando tenía al mundo rendido a su talento. Gozaba de una voz portentosa, en un cuerpo grácil, casi frágil. Toda la vida de Amy Winehouse se resume en contradicciones, polos opuestos, excesos autodestructivos, y todos los tormentos que suelen acompañar un absoluto desamor consigo mismo.
Resucitó un género, inventó un estilo, iluminó el mundo con 24 canciones, conmocionó con su voz ronca y melodías tristes. Dicen que nadie le ayudó, que el puto circo se alimentó con su lenta caída, esa prensa pestilente que le sobrevive, claro cómo no. Especulando sobre la fecha en la que nos iba a dejar, viéndole tambalearse alcoholizada en youtube. Escuchaban a Duffy y decían que era lo mismo. Miserables…
Amy Winehouse, la más grande del siglo XXI, la más rock’n’roll de las Soul Women… no se ha hecho la miel para la boca del asno.
Back to Black, segundo álbum, aunque sea para escuchar una y otra vez a la canción del mismo nombre. Mi preferida.
We only said good-bye with words
I died a hundred times
You go back to her
And I go back to black
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