Islandia, tierra de la nada, país de caballos peludos, Björk, glaciares tristes, volcanes pletóricos, Björk, nombres imposibles, sagas medievales, Björk, escrotos de carnero marinados para desayunar, obispos decapitados, Björk, banqueros encarcelados, runas enigmáticas, y…. Björk.
Björk Guðmundsdóttir. Parece mentira que un país tan chiquitin y alejado de todo, poblado por menos de 330.000 almas con cero horas de sol en diciembre, sea cuna de este icono. Björk hasta en la sopa. Una palma de oro como actriz, 14 nominaciones a grammys, una nominación al oscar, un Polar Music Prize, #60 en la lista Rolling Stones de los 100 mejores cantantes de la historia, y 15 millones de álbumes vendidos.
En un país en el que alguna parte de la población cree en los Elfos, no es de extrañar que la carrera de Björk empiece como un cuento de hadas (a ver cómo termina, según fotos recientes se ha puesto como una bola). Con 11 años participa en una fiesta escolar interpretando el hit «I Love To Love» de Tina Charles, alguien queda fulminado por la voz de la niña, lo graba, lo manda a la radio que lo retransmite a todo el país (con una audiencia bruta incluso inferior a la de Radio 3, pero proporcionalmente se enteró toda la patria vamos). A partir de ahí empieza una carrera que no ha parado nunca. Con 14 años monta una primera banda cien por cien chicas, Spit and Snot, tendencia punk riot girl (es la edad). Luego monta más bandas, Exodus, Jam-80, Tappi Tikarrass, Kukl (hechicero en islandés, ya estamos), todas con un sonido punk con toque Björk, que años más tarde definirá ella misma como “jazz-punk-hardcore existencial” (son los porros).
Después de dar a luz en 86, monta un nuevo grupo, llamado Sykurmolarnir. Alguien con más de dos dedos de frente les recuerda que el islandés sólo se habla en Islandia, por lo que lo traducen y rebautizan inmediatamente como The Sugarcubes. Y de repente Islandia invade el planeta. El single «Birthday» (que sí, la conoces) se coloca enseguida en los charts europeos y yanquis. La portada del disco se hace inmediatamente un hueco en la lista de iconos de los 80’s. Los críticos del NME y el Melodie Maker son los más entusiastas con la voz y la originalidad de las canciones del disco. Algunos mal pensados hablan de extravagancia, probablemente se temían tener que desayunar escrotos de carnero al día siguiente. El disco fue sumamente novedoso, alegre aunque apuntando ya a cierto aire torturado que será la marca de agua de Björk años más tarde cuando emprenda una carrera en solitario. Yo me quedo en The Sugarcubes, «Life’s Too Good«. Disco so good…
Escucha Life’s Too Good, de Sugarcubes, entero.
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