Aby Ngana Diop – Liital

Cuando seas muy mayor –ya sabes, cuando te pases el día fastidiando al resto del mundo para vengarte de no tener otra cosa que hacer-, recordarás con cariño esas entradas raras en un blog de música más raro aún, que no paraba de hablar de grupos y cantantes más desconocidos unos que otros. El de hoy lo puedes enmarcar y colocar encima de la chimenea del radiador eléctrico, por si te termina fallando la memoria –que va a pasar, no lo dudes-.

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Ry Cooder – Paris, Texas

No sé si los discos son buenos o no, sólo traté de hacer lo que me gusta. Lo que no sabía es que ser bueno fuera tan complicado”. Una de las pocas frases que Ry Cooder aceptó pronunciar sobre su participación en la grabación de dos álbumes de los Rolling Stones, Leet It Bleed y Sticky Fingers, a veces sustituyendo al mismo Brian Jones. Del resto de la colaboración con Mick, Keith, Charlie y Bill, prefiere no hablar, sigue siendo tema tabú desde hace más de cuarenta años para el maestro de la slide guitar.

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Kassé Mady Diabaté – Kiriké

El griot de Malí es como el bardo en las regiones célticas de Europa, ambos tienen como misión la transmisión oral del saber y las historias que ocurren en su país. En Europa el bardo ha sido sustituido por el borrachín apoyado en la barra y que cuenta su vida a todas horas; por suerte en África el griot es abstemio, por lo que sigue más viva que nunca esta tradición secular, regida por unas reglas inmutables.

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Popol Vuh – Aguirre

Esta mañana estuve dando un enésimo repaso a mi “colección” de vinilos, en busca de una buena idea para la entrada de hoy. Good Fiouck, que acumuló antiguallas a lo largo de los años pensando en que un día le sacarían de apuros. Quiero decir, en los 80’s, ya sabía que un día tendría un blog en internet, fíjate qué espabilado. Y eso que de “colección” le queda poco. Después de tantas mudanzas, ladrones de poca monta y amigos impresentables que no devuelven lo prestado, podrían caber en una caja de zapatos. Vale que zapatos grandes, pero aún así, duele.

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Goat – Commune

Korpilombolo –no, en Kenya no está, más bien al norte norte norte de Suecia, a 4.179 kilómetros de mi casa según google maps- es un pueblo de 529 habitantes según el último censo de 2010. Exactamente los mismos que Hinojosa del Valle, una comarca de Badajoz que se dio a conocer el año pasado por construir una plaza de toros de 1.100 localidades. No entraré en el problema de fondo de si no había partidas de presupuesto más importantes que cubrir, sólo me llama la atención el aforo. Es como si el Bernabeu pudiera acoger a 6.656.000 forofos del peluquero quejica. Absurdo.

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Percusiones Del Mundo

Hoy tocaba vaciarme. Aliviarme de todo el peso y los nervios acumulados. Para ello nada mejor que una larga sesión de percusiones y tambores, tribales y brutales, con el volumen alto. El tambor –en todas sus formas, materiales y acepciones posibles- tiene esa ventaja: con una alta dosis, te deja reventado, feliz, como nuevo. No por nada es el instrumento más universal, presente en prácticamente todas las culturas, desde hace miles de años. Conlleva reunión y comunión, aunque al final uno lo siente dentro de si, reparador, regenerador y euforizante. Como el chocolate. Quiero decir, el de cacao.

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Catrin Finch & Seckou Keita – Bamba

En una época remota de mi vida, muchos días a la semana, para ir a trabajar, tenía que coger el metro muy temprano, a las 6h30. Si ya de por sí odiaba al planeta entero por tener que levantarme tan pronto, tenía que lidiar con que alguien se había marcado como reto el fastidiarla aún más. Ya sabes, cuando la cosa puede ir peor, no te preocupes que se va a desmadrar. Resulta que una señora de cierta edad había elegido mi estación de metro –anda que no las había más bonitas y acogedoras- para instalar su arpa a principio del anden donde me tocaba esperar. El arpa a las 6h30 de la mañana, cuando has dormido poco, con frío y prohibición de fumar para pasar el rato, es lo más cercano a una sesión de tortura del mismísimo Torquemada. Me chirriaba los oídos, era como una agresión al buen gusto. Odiaba a esta señora, las veces que soñé que se caía a las vías justo antes del paso de mi anhelado metro. Pobre señora, claro que no lo hacía por gusto, más bien por necesidad de llevarse algo de dinero. Pero c…, ¿no podía tocar una Fender Stratocaster como dios manda?

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