Percusiones Del Mundo

Hoy tocaba vaciarme. Aliviarme de todo el peso y los nervios acumulados. Para ello nada mejor que una larga sesión de percusiones y tambores, tribales y brutales, con el volumen alto. El tambor –en todas sus formas, materiales y acepciones posibles- tiene esa ventaja: con una alta dosis, te deja reventado, feliz, como nuevo. No por nada es el instrumento más universal, presente en prácticamente todas las culturas, desde hace miles de años. Conlleva reunión y comunión, aunque al final uno lo siente dentro de si, reparador, regenerador y euforizante. Como el chocolate. Quiero decir, el de cacao.

¿Te sientes plof? Aplica esta receta. Veinte o treinta minutos de grandes formaciones 100% percusiones. Del rincón del planeta que sea. Lo importante es que te entre por la tripa antes que por los oídos. Te he preparado una pequeña selección que te va a poner como un(a) yogurín(a) con la sonrisa hasta las orejas. Dos europeos, dos africanos, un japonés, aunque podría incluir de todos los países de la ONU, no lo dudo.

De hecho vamos primero hacia un lugar improbable, con Los Tambores del Ejército Suizo. Sí, has leído bien, suizo. Es excepcional lo que hacen estos soldados, de una precisión pasmosa. Lo acompañan con una coreografía claramente militar, aunque no exente de harmonía y belleza. Es virtuosismo puro, alucinante. Míralo aquí.

Ahora, vayamos a Burundi. Una de las grandes patrias de los tambores. En este pequeño país africano, este instrumento forma parte de la vida de la población, amado y venerado, casi sagrado. Distintas formaciones burundesas llevan medio siglo recorriendo el planeta exhibiendo un arte espectacular. Reconocerás el tema que te dejo, ha sido versionado muchas veces, como en la canción Antmusic, de Adam & The Ants.

Volemos 15.000 kilómetros hacia el este, Japón, otro país con una relación milenaria con el tambor. Kodo, la compañía más famosa internacionalmente, lleva dirigida desde hace más de cuarenta años por Tamasaburo Bando y requiere un entrenamiento casi militar, de más de dos años en la isla de Sado, antes de poder integrar la prestigiosa formación. Para un japonés, tocar un Taiko –nombre de los grandes tambores de Japón- es un acto que roza lo religioso y lo místico. Increíblemente estético y físico, velo aquí. Sólo son tres, pero bien podrían ser mil. Es fabuloso.

bronx

Bronx. Los Tambores del Bronx, que como su nombre indica, son franceses. De un pueblo perdido de la Nièvre –si Teruel no existe, aquel lugar no tiene ni nombre-. Llevan cerca de treinta años proponiendo su espectáculo de percusiones industriales en el mundo entero. Una representación muy rock, extremadamente visual. Te sacude todo el cuerpo y te deja idiota. Babeando como un niño. Mira esto.

Para terminar, mis preferidos. Los Tambores de Marruecos. El sonido más puro, más seco –le dan como posesos a toneles de metal y madera-, el más tribal, aunque la compañía sólo existe desde 2009. Desprenden una energía extraordinaria. Me lo pongo en bucle. Wow. Aquí en concierto.

Genial Fiouck, cuánto te quiero a veces.

 

 

 

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