Devil’s Anvil – Hard Rock From The Middle East

Después de la solemnidad del post de ayer sobre Maria Callas, un poco de delirio iconoclasta viene bien. Relax. Además apuesto un gintonic –Plymouth, para que veas- que en tu vida habías oído hablar de The Devil’s Anvil. Igual que yo hasta hace diez días. Te gano, tengo un pool de recomendadores muy puesto.

The Devil’s Anvil –el yunque del diablo- es un grupo neoyorquino de mediados de los 60’s. Una banda increíblemente moderna por tener la edad que tiene, casi cuarenta años. Desaparecieron después de un único disco y es una pena porque no estaría mal saber qué le echaban al café para poder producir semejante música. Un rock psicodélico con claros sonidos árabes. Veinte años antes del Raï y su ejército de Chebs, Khaled, Mami, Hasni, y Chebas, Fadila, Zahouania. Treinta antes de Rachid Taha. Les descubrió el productor Felix Papparladi, en 1966, en Greenwich Village, donde solían producirse en pequeños clubs, en plena efervescencia hippie y folk. Papparladi no era precisamente un desconocido, era bajista de la banda Mountain y luego se le conoció sobre todo como el cuarto miembro de Cream, a pesar de sólo realizar los arreglos de la banda a partir de su segundo álbum Disraeli Gears –que Rolling Stones sitúa en el puesto #114 de su lista de los 500 álbumes más grandes de la historia-. Total que, un día que iba deambulando por las calles del Village, se cruzó con el grupo tocando frente a un chiringuito. Les propuso llevarles hasta sacar un álbum, que necesariamente iba a funcionar.

devil's anvil

Pero no funcionó. Hard Rock From The Middle East tenía una mala estrella. Fijate en la portada y luego date cuenta de que salió en plena guerra de los seis días, entre Israel y sus vecinos árabes. En los US no se juega con la seguridad del país de las pequeñas paraguas kípas. Así que no se vendió, simplemente los medios de comunicación y especialmente las radios se olvidaron de darle salida y audiencia, y cayó en el olvido. Es injusto, y os habla un especialista en Calimeros. El disco era un bombazo y hoy sigue siendo igual de moderno que en 1967. Steve Knight (guitarra rítmica, bajo, bouzouki), Jerry Satpir (guitarra, canto), Elierzer Adoram (acordeón), y el músico de origen árabe Kareem Issaq (oud, canto) compusieron un álbum brillante, original y sorprendente, de psicodelismo oriental vanguardista, con sonidos procedentes de Turquía, Irán, Grecia y Egipto, todo en un mix muy coherente. Claro que ya se había escuchado antes en otros discos algún instrumento oriental, pero en el caso de este álbum, tenían el absoluto protagonismo, al igual que las guitarras, baterías y bajo. Primero el Oud, un instrumento de cuerdas árabe milenario, se parece a una guitarra en forma de pera cortada en dos. Y el bouzouki, otro instrumento de cuerdas antiguo, esta vez de Grecia, similar a un Oud, pero con forma de medio higo. Y la tanpura, parecida al Bouzouki, aunque de la India, bonita mandarina ligeramente aplastada. Alegre ensalada de frutas acompañada del Goblet Drum, especie de tambor en forma de copa de balón –para el gin tonic-, originario del norte de África y de Oriente próximo.

Así que Hard Rock From The Middle East no funcionó y desapareció del panorama. En 2001 lo reeditaron, para ver si iba a cuajar mejor, pero esta vez coincidió con los atentados contra las torres gemelas y el pentágono. Gafe.

Te dejo con tres temas del disco, muy ilustrativos. No ha envejecido el sonido, tremendo.

 

 

Escucha algunas canciones de un disco sorprendente, Hard Rock From The Middle East, de The Devil’s Anvil

 

Maria Callas – La Wally

Maria Anne Sofia Cecilia Kalogeropoulos. En sus 53 años de vida, María Callas lo acaparó todo. La gloria, los elogios, la envidia, las criticas, el amor, las penas, los kilos, el dinero, los escándalos, el sufrimiento, la enfermedad, la belleza. De muchas artistas se han dicho que eran divas, pero sólo a María Callas se le llama La Diva. Icono adulado o criticado, figura imprescindible de la cultura del siglo XX y de los próximos mil años, revolucionó por completo el arte lírico y provocó una emoción que ninguna cantante de Ópera ha podido igualar. Recibió tantos elogios durante y después de su vida, que es difícil elegir uno, aunque me quedaría con este, de María Trivella, Directora del Conservatorio Nacional Griego, que la acogió con tan sólo catorce años –la madre de María Callas mintió sobre su edad-, y que fue la primera, con su madre, en ver el potencial de la voz de la niña: “Su voz tenía un tono cálido, lírico, intenso, que daba torbellinos resplandecientes, llenando el aire con ecos melodiosos y armoniosos, cristalinos, como un carillón. Era desconcertante”.

En aquella época, Evangelina, la progenitora, ya había vuelto a Grecia, después de una aventura de quince años en EEUU con un marido que según ella le defraudó y del que divorció antes de volver con sus dos hijas a Atenas. Para compensar el tiempo perdido, decide hacer de María una estrella del bel canto después de ver cómo desde muy pequeña todo el mundo la mira admirativo. Obnubilada por la voz de su hija, decide que se ha de alimentar de platos ricos y de chuches, “porque una bonita voz sólo puede desarrollarse en grasa”. Así que de adolescente, María Callas es más bien regordete, a parte de miope. Pero deslumbra, cante donde cante.

Es harto difícil resumir la vida artística de un mito. Lo que está claro, es que no fue un camino de rosas. Después de pasar por las clases de Elvira de Hidalgo, en el Conservatorio de Atenas, donde trabajó más duro que cualquier otro alumno, María Callas empieza con sus primeros pequeños papeles en la Ópera Nacional de Grecia. Con diecisiete años, da su primer recital en Boccaccio, una opereta de Franz Von Supé. Obligada por su propia madre a cantar para el invasor italiano durante la segunda guerra mundial, le ofrecen interpretar el papel de Tosca, la famosa Ópera de Puccini. Es una obra muy especial para Maria Callas. Inició su carrera con ella y la finalizó veintitrés años después con la misma. Y aquella primera interpretación de 1942 fue declarada la Tosca del siglo por numerosos musicólogos. Cuando finaliza la guerra y liberan a Grecia, primero da recitales por todo el país para celebrar la victoria, pero pronto es despedida del Conservatorio, después de que a su madre se la sospechara de colaboración con el enemigo. María Callas se marcha a EEUU para reunirse con su padre y alejarse de una madre que considera culpable de “prostituirse con el enemigo”.

Pero en EEUU no le va a ir bien. A pesar de ver como el Metropolitan Ópera de NYC la califica durante un ensayo de “voz excepcional, ha de subirse a un escenario rápidamente”, sólo conoce fracasos. Vuelve a Italia en 1947, para interpretar La Gioconda, de Pionchelli, en manos de quien será su mentor durante años, Tullio Serafin. Allí conoce a Giovanni Meneghini, industrial del ladrillo –sí, hubo una época en la que el ladrillo coqueteaba con la belleza-, con quien se casa en 1949. Encadena los recitales, Tristán e Isolda, La Walkirie e I Puritani, de Bellini, estas últimas dos casi al mismo tiempo, sometiendo su voz a enormes tensiones y logrando lo que nadie hubiera creído posible. En los medios de comunicación, se habló de milagro. El mito María Callas había nacido.

la callas

Montserrat Cabballé dijo mucho más tarde: “Nos abrió una puerta, para nosotros cantantes del mundo entero. Una puerta que estaba cerrada. Detrás de ella, dormía música y grandes actuaciones. Nos dio la oportunidad, a los que estábamos dispuestos a seguirla, de hacer cosas casi impensables antes. Nunca soñé con que me comparasen con María Callas. No sería justo. No estoy a su altura”.

Luego vendría la fama, la gloria mundial, el régimen –llegó a pesar 92 kilos, más Botero que Giacometi- que la convirtió durante más de una década en una de las mujeres más hermosas y elegantes del planeta, la boda con Onasis, las infidelidades de su segundo marido con Jackie Kennedy, la enfermedad, los medicamentos, su amor eterno por el armador griego, acompañándole en sus últimos suspiros en el Hospital Americano de París, donde el gigante de los mares falleció en marzo de 1975. Definitivamente retirada de los escenarios desde 1965, María Callas pasó sus últimos años enseñando y dando clases en París, desfigurada por el dolor, la tristeza, los medicamentos. La Diva falleció en septiembre de 1977.

En 1981, un cineasta francés, Jean Jacques Beineix, rodó Diva, una película en la que el joven protagonista, gran admirador de la soprano del momento, graba de forma clandestina el recital que da en París, cuando la artista siempre se había negado a que se le grabara su voz. Sigue una historia un tanto inverosímil, más estética que otra cosa. Durante el recital, como un guiño a María Callas, la artista –interpretada por Wilhelmenia Wiggins Fernandez– canta La Wally, una Ópera poco conocida de Alfredo Catalani, estrenada en 1892. El aria más conocido se llama Ebben? Ne Andró Lontana. Es pura emoción. Con la voz de María Callas, resulta difícil no estremecerse. Pone los pelos de punta y deja sin aliento.

 

 

Escucha una de las obras interpretadas por Maria Callas más hermosas, La Wally

Raisa – Tus Calores

Al principio parecía desidia, abandono momentáneo, encubierto por el famoso “ya veremos, después”; después de la crisis se supone, cuando la cultura volvería a ser un asunto importante, con el apoyo de las instituciones, un rumbo claro, una apuesta política para recuperar el brillo perdido. Se podían haber limitado a recortar presupuestos, a cerrar salas de conciertos por repentinas preocupaciones de seguridad, a dejar desaparecer del mapa algunos actos culturales con cierto renombre en el extranjero –me refiero por ejemplo al festival de jazz de Madrid, que ha tenido que bajar el telón por falta de compromiso del ayuntamiento de la capital, después de 29 ediciones-. En fin. Pero más preocupante aún, es el desprecio de las más altas autoridades a todo lo que huele a cultura, artistas, músicos, cineastas, “estos vagos que viven de subvenciones”, hablando de profesionales y amateurs que dedican su vida a poner un poco de chispa y emoción en las nuestras. Estos políticos se han olvidado de que si medio mundo ya sabe localizar a nuestro país en el mapa, es ante todo gracias a la Movida, ese fabuloso bullicio de mil culturas, corrientes, estilos, artes y talentos desenfrenados de hace más de treinta años. De ahí nació la simpatía de la que goza España desde entonces en el mundo. Lo sé, a mi, el franchute, el eco de la Movida me llegó de lleno cuando me empezaba a abrir al mundo y buena parte de este mundo era España. ¿Y ese capital de simpatía, pretenden aniquilarlo?

raisa tus calores

No lo van a conseguir. Aunque yo no sea un entendido, ni tenga mis entradas, ni mucho menos este metido de lleno, sí he podido en alguna ocasión adentrarme en el underground cultural madrileño y ver lo que se cuece ahí abajo. He visto conciertos súper raros, donde se toca música de otro planeta, con músicos chalados –en el buen sentido de la palabra-. He asistido a exposiciones de pintores, artistas plásticos, fotógrafos, escultores, todos movidos por una pasión y un talento que da gusto. No tengo ni la menor duda de que algunos de ellos lograrán algún día su propósito de vivir dignamente de ello, se lo deseo de todo corazón. Pero no soy ninguna pitonisa, puedo perfectamente no acertar. Veamos el caso de Raisa.

Raisa es un grupo de rock. Digo rock, aunque ellos posiblemente tengan otro(s) vocablo(s) para hablar de su música. Son cuatro chicos y tres discos. Yo sólo tengo el último, Tus Calores, de los otros no sé nada. Es un disco que me descoloca un poco, por un par de motivos. Primero porque el rock hecho en España casi nunca me llama la atención, ya lo he dicho muchas veces, el rock es inglés, o como mínimo se ha de cantar en este idioma. Y luego porque el rock español es súper clásico, salvando contadas excepciones. Así que Raisa me descoloca porque, aunque canten en español, son todo menos clásico; increíblemente originales y creativos. De estos grupos que o los amas o los odias. Les descubrí por la incansable labor de una fotógrafa, Salomé Sagüillo, cuyo trabajo más de una vez me ha chiflado, amiga de mi amigo pintor Alberto Acinas. Raisa no mezcla sonidos y estilos, crea uno nuevo que engloba todo. Los cuatro miembros tocan de todo, difícil decir quien hace qué.  Que me corrijan si leen esto, por lo que entiendo Tomás Garrido canta y toca la guitarra y el ukelele, Daniel Goldman es el batería, Rufi Carrillo el teclista, Diego Sánchez el bajista. Y a veces Salomé hace los coros. Es muy especial, hay mucho talento y una pizca de locura. Rock’n’roll.

Dieron un concierto anoche en Madrid, por desgracia no pude ir. Raisa, uno de los muchos proyectos todavía underground que les está recordando a Wert y sus acólitos que un país se proyecta y brilla en el extranjero por su creación y propuesta cultural, dos pilares en los que se basa el cómo se percibe el país a largo plazo. A ver si se enteran y convierten esta ecuación en generación de riqueza en lugar de ponerles trabas y empequeñecerles. Que para eso están y les pagamos.

Venga, te dejo con dos temas de Raisa, El Explorador y Hot Brunette. Levanta el culo, sube el volumen, luego zumito y a misa.

 

 

Escucha algunos temas del tercer disco de Raisa, Tus Calores

Motorama – Alps

Anteayer fui a ver a mi primera banda rusa en concierto, en el Mobydick. No me disgusta esta sala, tiene una barra en el fondo que se suele vaciar en cuanto empiezan a tocar las bandas, momento que aprovecho yo para pegarme a ella. Mola ver grupos en discotecas; como no te guste la actuación, siempre tienes la opción de tomar una copa. En mi caso, me guste o no, siempre opto por no alejarme demasiado de mi Plymouth -ah sí, me estoy pasando a esta marca, la más antigua de todas, wow-. La música con agua y sudor, va a ser que no, o sólo en festivales, con escenarios grandes y mucha mucha gente. Pero en garitos, barra y ginto, luego el grupo. Eso, había empezado por ahí pero se me fue la olla. Motorama. el jueves por la noche tocaba Motorama en el Mobydick. Fue un soplo, no me había enterado, como siempre. Además llegué un minuto antes de que empezaran, eso también me encanta, parece que me estaban esperando. Oye y por qué no, ¿eh?

Motorama es la banda rusa más conocida fuera de sus fronteras, con ello te quiero decir que a las demás, ni su madre. Si lees este blog con regularidad, sabrás que sólo dos veces hemos ido hasta Rusia, en algo más de 300 posts, y en ambos casos para cosas bastante inverosímiles. Primero fue Eduard Khil, el genio del Trololo, la obra musical que más me fascina, no me canso de decirlo. Y luego hace pocos días, con Los Coros del Ejército Soviético, en una grabación en París en el año 1963. Grandioso vinilo, soberbio, un pedazo de historia. Así que teniendo el listón tan alto, no podía regresar a la tierra de Laika –mi héroe canina- para un grupo que no estuviera a la altura.

Alps

A Motorama les sigo desde hace dos o tres años. No tengo ni CD ni vinilo, aunque me lo estoy pensando, pero sí algunos mp3 que me pasarían en su día. No es fácil encontrar información de ellos. La única wiki que tienen está en ruso y el traductor de google es de risa para estos idiomas. Se formaron en 2006 en Rostov Veliki –algo así como el Chinchón de por aquí, no es mucho más grande- y desde el principio tenían claro quien era su dios. Aunque lo más probable es que no habían nacido cuando se encontró a Ian Curtis ahorcado en su cocina, parece que se han marcado como reto el seguir dándole vida vía sus canciones. Al principio hasta se les acusaba de plagiar a Joy Division, pero en 2010, cuando sacaron su primer álbum, Alps, el tono depresivo ya se había suavizado para dar paso a un sonido más new wave. El nombre del grupo procede de una película americana súper rara de 1991, sobre un niño de diez años que roba un Ford Mustang –para qué robar un mierda coche cuando te puedes hacer con el coche de mi juventud ¿verdad?-, para recorrer distintos estados imaginarios en busca de ocho cartas regaladas por una marca de gasolineras, cada una con una letra para formar la palabra Motorama y así embolsar un premio de 500 millones de dólares. Parece ser que la película algo cuajó en Rusia, de ahí la referencia. El cantante y líder del combo se llama Vladislav Parshin. También toca la guitarra, aunque no tan bien como el guitarrista oficial, Maxim Polivanov. Menudo crack, me impresionó en el concierto, es capaz de arrancarle a su guitarra sonidos tanto a lo Durutti Column como a Toy -. Luego está la bajista, Airin Marchenko, mola la moza, tan menuda y mona, el batería, Román Belenkil y por fin el teclista, Alexander Norets.

Alps tuvo buena acogida, en Rusia son con creces la referencia de la escena rock indie post punk, con otros grupos como Human Tetris y Manicure. En 2011 sacaron un nuevo single, One Moment, que empieza por un trozo de diálogo de una película francesa. Dice “Mon Dieu qu’il était maigre. Enfin c’était juste avant que l’on se rencontre …”, tiene que ser una película de los 60, la voz me suena mucho pero no doy con ella. Un caluroso apretón de manos a quien me de la respuesta. En 2012 publicaron su segundo disco, Calendar, más indie pop ligero. Anoche supieron hace un mix bueno de ambos álbumes, igual que yo con mi Plymouth y mi Fever tree.

Camaradas Motorama, la patria puede estar orgullosa de vosotros.

 

 

Escucha las mejores canciones del disco Alps, de Motorama

 

Jim James – Regions Of Light And Sound Of God

Qué quedará de Jim James el año que viene? Dentro de cinco, diez o cincuenta años? Esta es la pregunta que me hacía mientras sonaba suavemente su disco Regions of Light and Sound of God en casa.  No sé si es una pregunta buena o idiota, o si está simplemente fuera de lugar, viendo lo que nos rodea. Es sólo que a mi me llama la atención. Toda esta música indie folk que nos cae del cielo a diario, por mucho talento que tengan sus intérpretes –y no le falta a Jim James-,  para qué? Me haré viejo, quiero creer a toda costa que los músicos le dan sentido a la música que hacen, cuando realmente son felices haciendo feliz a sus fans. Tendrán razón en el fondo. Rehacer el mundo con notas, acordes y letra ñoña, es cosa del pasado. Hoy vale la estética y el entertainment. Música bonita para quedarse en la cama o música cañera para salir de ella. Pero para salir a la calle a pedir, ya no hay. Fiouck, tomate un poleo y relájate.

Jim James es joven, no llega a 35 años, pero hace música de viejos. De viejos hippies que habrían vuelto de todo, calendario en mano, tachando los días que quedan para la jubilación, después de décadas pasados en Correos o, para los más osados, en su tienda de libros de medicina natural y bolsitas de plantas milagrosas -menos para tu bolsillo-. Y esta mala leche Fiouck? Lo siento, es sólo que me siento un pelín estafado por el amigo James. Su primer disco en solitario, publicado en febrero de este año, empezaba tan bien, que da rabia. El tema que abre el álbum, State of The Art (A.E.I.O.U.) me encanta, y sigue por el mismo camino con la segunda canción Know Til Now. Piano, teclados, percusiones, guitarra ligera, bajo profundo, y su voz clara a la Neil Young o Paddy McAloon, de Prefab Sprout. Wow, dos temas realmente prometedores. Y luego yo qué sé, hace como plof. Todo recae como un clafoutis de queso que se habría quedado un minuto de más en el horno. Ooooooh qué pena, dicen. Pues eso, qué pena. No es malo el resto del disco ni mucho menos, pero lo podía haber interpretado uno de los cuatro millones de artistas de indie folk aparecidos este año, y nadie se daría cuenta.

Regions of Light & Sound of God Jim James

Y eso que no es realmente un novato. Nacido en 1978, en Louisville, Kentucky, Jim James fue primero cantante de una banda llamada Month of Sunday, también conocida como Mont de Sundua. En 1998 sacan un disco, del que no hay rastro –después de más de 300 posts en este blog, he llegado a la conclusión de que no existes como artista si no tienes wiki en inglés-. Aquel mismo año, Jim James pasa a otra formación, My Morning Jacket, de la que se convierte en líder, cantante, guitarrista, productor, alma, conductor de la furgoneta. Seis álbumes han publicado desde entonces. Al principio dándole fuerte a la reverb en su voz, haciendo una música atmosférica –iba a decir aburrida, pero no sería justo, sobre todo que es un grandísimo guitarrista, Rolling Stones le incluye en su lista de los veinte mejores guitarristas del momento-, rozando con el rock psicodélico, hasta suavizar el lado 70’s a partir del cuarto disco, Z, el más aclamado por los medios especializados y el público.

Y un buen día de 2013, decide probar suerte en solitario. Regions of Light and Sound of God –también hay que ver el título-. Recibe buenas críticas, no ditirámbicas, pero sí gratas. Oye, ya van veinte años de carrera. Que conste que antes de preguntarme lo que quedará de Jim James en el futuro, me saco el sombrero, porque la música también necesita a artistas que, aunque no vayan a cambiar el mundo, sí nos lo hacen más ameno, aunque sea durante sólo dos canciones.

 

 

Escucha las dos mejores canciones del disco de Jim James

 

Light Asylum – Dark Allies

Light Asylum es el nuevo proyecto –bueno, ya van para tres años- de Q Lazzarus, alias Shannon Funchess. Así de bote pronto no te suena, normal, le cuesta hacerse un nombre. Sin embargo, ella fue la genial interprete de un tema inolvidable que tienes marcado para siempre en lo más profundo de tu alma. Acuérdate… un pozo en medio de una sala oscura… un hueso atado a un cubo atado a una cuerda… un perrito que se huele la trampa, pero un hueso es un hueso … unas mariposas volando en el calor del antro… una campanilla insistente a lo lejos… un tipo medio desnudo cosiendo un traje… ¿de piel humana?… aaaah, ya te acuerdas ¿verdad?… claro, ahora rememoras esa canción que envuelve toda la escena, con esa voz andrógina inimitable. Goodbye Horses, canción de la escena final del Silencio de los Corderos, cuando la hija de la senadora, raptada por el psicópata Buffalo Bill, está a puntito de convertirse en Tailleur Chanel exclusivo. La cantaba Q Lazzarus, alias Shannon Funchess.

light asylum

Ya hablé de Goodbye Horses en un post de este verano –aquí lo tienes-. Y de Q Lazzarus, una voz que me chifla, mezcla de Amanda Lear y Annie Lennox. Entre la grabación de esta canción escalofriante y Light Asylum, más de veinte años de silencio. Qué haría mientras tanto? No logré comprobarlo, tiene una wiki más escueta que los argumentos de la defensa del yerno real. En 2010, monta un dúo con Bruno Coviello, de origen tramposo italiano. Sacan un primer Ep de cuatro temas, entre otros Dark Allies, un single que revoluciona las pistas de baile de NYC. Un Groove electroclash con reminiscencias del Moroder de la época disco y la música industrial belga de los 80’s. Ella es un concentrado de mil pilas atómicas, la energía espasmódica que descarga en los escenarios no están sin recordar a Ian Curtis de Joy Division. Sin embargo a pesar de las buenas criticas recibidas en los medios especializados, no cuaja. Dos años más tarde, sacan su primer álbum, del mismo nombre que el dúo. Más de lo mismo. Mientras millones de personas bailan al son de la Gaga y el Jeta, nadie acude o casi a los shows de Light Asylum. Este –y otros cientos de ejemplos- es algo que nunca terminaré de entender. Bueno, supongo que explicará por qué este blog tiene una audiencia acorde con la música de la que se hace eco.

Te dejo con los temas Dark Allies, Heart of Dust, IPC y A Certain Person. Representativos de una banda que merecía mucho más.

 

 

Escucha algunos de los mejores temas de Light Asylum

John Cooper Clarke – Snap Crackle & Bop

En qué se diferencia John Cooper Clarke de Bob Dylan? En casi todo. Primero, es ingles. Segundo, va peor peinado –JCC da la sensación de haber puesto la cabeza detrás de un motor de avión-. Tercero, en que si a Bob Dylan le conoce el planeta entero, a John Cooper Clarke posiblemente ni su casero. Yo por ejemplo no había estado pensando en este hombre en décadas. Por cierto, debería dejar de hablar de “planeta entero” cuando me refiero a éxitos o artistas famosos, porque a dos tercios de la población mundial, le importa un pepino la música pop rock tal como la entendemos por aquí desde los 50’s. Gangnam Style es la peor señal de que hasta en asuntos musicales pasan olímpicamente de nosotros. ¿Qué hace Justin Bieber?

Entonces en qué se parecen Dylan y Cooper Clarke? A parte de que son católicos ambos? En sus letras. Mejor dicho en la calidad de sus letras. Muchas veces se ha dicho de Dylan que a parte de cantante, era poeta. De Cooper Clarke se ha dicho hasta la saciedad justo lo contrario, que a parte de poeta, era cantante. The punk poet. Procedente de la cantera musical de Manchester de los 70’s, lo suyo es ante todo escribir poemas. Que luego los transcriba en escenarios como telonero de los Sex Pistols y The Clash es casi secundario, aunque de ahí le sale otro reconocimiento como uno de los maestros del Spoken Word, al igual que Gil Scott Heron o Linton Kwesi Johnson.

Snap Crackle Bop

Nació en 1949 en Salford, Lancashire. Despertó su alma de poeta un profesor de letras “a lo Ernest Hemingway”, llegó a decir. Pero si de la música se vive mal –por mucho que digan lo contrario los pro música gratis para justificar los downloads-, imagínate de la poesía. Así que hasta los veintitantos años, fue técnico de laboratorio en la Universidad de Salford, que le acaba de condecorar con un Doctorado Honorífico hace tres meses en reconocimiento a su labor. Empezó su carrera en baretos folks de Manchester, como “cantante” de una formación llamada The Ferrets. Luego pasó a ser acompañado por The Invisible Girls, que contaba con músicos como Martin Hannett, productor de Joy Division y Pete Sheley, de Buzzcocks. En 1979, publica Gimmix Play Loud, al más puro estilo slam, el único single que llegó a colocar en las listas de venta UK. En cuanto a discos, el tercero se situó #26 de los charts. Snap Crackle & Bop, así se llamaba el álbum, contenía el tema Beasley Street. Este tema le valió una censura por parte de la BBC, porque en un momento del poema, se mete con Keith Joseph, que en su día no sólo fue Ministro de la Thatcher, sino su mentor político. Un tipo deleznable que arruinó sus posibilidades de ser Primer Minstro del Reino de la momia real cuando en un discurso enunció la posibilidad de controlar la natalidad en los hogares más humildes. Le llovieron –afortunadamente- tal cantidad de criticas, que tuvo que renunciar.

Posteriormente, Cooper Clarke cayó en las drogas, tuvo una relación heroinada con Nico, de la Velvet Underground y desapareció muchos años. Hace diez años ha vuelto curado, se ha casado, tiene una hija, sigue escribiendo y subiéndose a los escenarios, es una enciclopedia viva de la cultura del siglo XX, le han hecho varios documentales, uno de sus poemas sale en el interior del CD single Fluorescent Adolescent, de Arctic Monkey, ha inspirado a una generación entera de poetas y escritores, pero como él dijo en una entrevista en el Guardian, “considering the massive impact I’ve had on British culture, it’s fucking diabolical how poor I am”.

 

 

Escucha algunas canciones de John Cooper Clarke