Korpilombolo –no, en Kenya no está, más bien al norte norte norte de Suecia, a 4.179 kilómetros de mi casa según google maps- es un pueblo de 529 habitantes según el último censo de 2010. Exactamente los mismos que Hinojosa del Valle, una comarca de Badajoz que se dio a conocer el año pasado por construir una plaza de toros de 1.100 localidades. No entraré en el problema de fondo de si no había partidas de presupuesto más importantes que cubrir, sólo me llama la atención el aforo. Es como si el Bernabeu pudiera acoger a 6.656.000 forofos del peluquero quejica. Absurdo.
Archivo por meses: octubre 2014
Rupert Everett – Generation Of Loneliness
En la película La Boda de mi Mejor Amigo –Julia Roberts y Cameron Diaz, buf…-, hay una escena en la que un montón de gente con cara idiota y sonrisa forzada se pone a cantar I Say a Little Prayer for You, de Dionne Warwick, como si fuera la cosa más natural del mundo. Igual que en algunos anuncios en los que la gente se pone a bailar en la calle por su nuevo seguro de coche o una tarifa ADSL tirada. La escena es ridícula, en las bodas de la vida real, la gente se zampa las calorías de un mes y se pone borracho perdido, pero no hace estas cosas. Y todo esto por culpa de Rupert Everett, el confidente gay de Julia Roberts que empieza a improvisar cuando nadie le pedía nada.
The Pogues – Rum, Sodomy, and The Lash
Shane MacGowan es irlandés y le da a la bebida como nadie. Pleonasmo. Shane MacGowan es irlandés y es más feo que un pecado. Pleonasmo. Juas, este me ha gustado, Fiouck, you are the milk. Es que tengo a los irlandeses enfilados, por unos motivos que no vienen a cuenta, y soltar puyas anti Dublin me ayuda a recuperar algo de autoestima. Sólo me merece respeto una parte de la población, concretamente la que tiene cierta idea de la música. Como The Pogues.
Twinsmatic – Sounds Of Last Night
Al entrar en el blog esta mañana me di cuenta de que ayer me puse un poco serio, rozando lo pedante ¿verdad? En el fondo es inevitable, es lo que tiene el domingo, día odioso como ninguno. Tiene su punto, más o menos hasta el zumito, pero a partir de misa se pone feo. Imposible no pensar en que se ha acabado el fin de semana y que al día siguiente toca otra vez ir de pingüino por ahí. Aunque sea sin vestir traje ni corbata, el lunes hasta tu camiseta preferida de Iggy Pop parece haber encogido. Así que como fui pesado, hoy te propongo todo lo contrario, algo muy ligero.
Mashrou’ Leila – Raasuk
¿Qué fue de la primavera árabe y los brotes de esperanza que representaba para una población harta de los barbudos necios y la falta de libertad? No creo que la pregunta –para la que no tengo respuesta- sea tendenciosa, defiendo la idea de que las aspiraciones eran las que evoco. Sólo me da la sensación de que no han servido para mucho, aunque espero equivocarme. Hoy quitando alguna excepción como Túnez, parece que la situación, lejos de mejorar, ha empeorado. Es más, ni ha reforzado nuestro propio apego por los valores democráticos, aquellos que tanto nos envidiaban los que han muerto en las calles de las grandes urbes árabes. Basta con mirar el auge en Europa de los partidos xenófobos, populistas y nacionalistas. No aprendemos de nada, qué vergüenza.
Ivan Rebroff – Kalinka
Iván Rebroff no era ruso. Cuando me enteré, hace relativamente poco, me dio un patatus. Durante años este enorme artista –quiero decir, enorme físicamente-, mintió a consciencia sobre su pasaporte, “vendiendo” una imagen de ogro soviético simpático en los miles de conciertos y espectáculos que dio alrededor del mundo durante cuarenta años. Cuando en realidad, era alemán, de Berlín. Los que lo sabían nunca le traicionaron, dejando que se forrara sobre una gran estafa –The Great Volga Swindle, con música de Aleksei Lydon y Yuri Vicious-. Sí que es grave. A mi de pequeño me impresionaba no sólo por su talla o su voz, sino porque era ruso. A principios de los 70, no teníamos mucha ocasión de cenar con un ruso en pantalla. Me parecía súper exótico, me lo imaginaba tumbando a soplamocos a decenas de renos ariscos en la tundra. Y resulta que era berlinés. Porca miseria.
Brigitte Bardot – Je T’Aime… Moi Non Plus
París, 1960. Un señor está a punto de cumplir cuarenta años y su mujer le quiere regalar algo muy especial. Como sabe de su pasión por Brigitte Bardot -más conocida en esa época por sus iniciales, BB-, acude a un local de tatuajes, donde pide que le dibujen una B en cada nalga. El día señalado, cuando él vuelve del trabajo, ella se encuentra desnuda, encima de la cama, el trasero como una ofrenda al amor de su vida. Él entra en la habitación, mira a su mujer, se fija en la escena, y le dice, lacónico: “¿quién es BOB?”.