JD McPherson – Let The Good Times Roll

Aquí me tienes, feliz. No sé lo que me va a durar, me suele pasar cuando doy con un disco que me atrapa a la primera escucha. Creo que la última vez fue con Owen Pallett y antes con The War On Drugs. Buf, JD McPherson, rayo de luz en la m… hipster veraniega. Rock’n’Roll a lo grande, el de los orígenes, cuando estaba todo por hacer. Nada de cupcake modernillo, aquí huele a costillas grasientas.

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Jerry Lee Lewis – Great Balls Of Fire

Esta mañana me levanté luciendo ese curioso fenómeno fisiológico masculino matutino que no deja de asombrar, entre la evidente satisfacción de ver que no todo está perdido y la incomodidad, aunque sea por tener que esperar para ir al baño. Estuve mirándolo pensativo un rato y dije: hoy toca Great Balls of Fire.

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Fats Domino – The Fat Man

El 10 de diciembre de 1949, cuando Fats Domino sale de los estudios J&M en la calle Rampart de La Nueva Orleans, sabe que acaba de grabar una buena canción y sonríe de oreja a oreja, como lo viene haciendo desde que nació. Bautizada The Fat Man –nada que ver con la bomba que pulverizó Nagasaki cuatro años antes-, el tema es una variación de un estándar de la ciudad, Junker’s Blues. En ella, como en todo su repertorio, canta y toca el piano, porque aunque sólo tenga veintiún años, es un virtuoso de este instrumento. Así que la novedad no está ahí, ni en el ritmo frenético del piano. La novedad está en el batería, Earl Palmer, que declaró años más tarde: “por primera vez sólo se tocaba en el contratiempo”. Así que cuando Fats y Earl salen del estudio, intuyen una buena canción. Lo que no saben, es que acaban de dar a luz a la obra que se considera sesenta y cinco años después como la primera canción rock’n’roll de la historia.

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Louis Prima – I’m Just A Gigolo

Tenía una voz de negro, tocaba la trompeta como un negro, se reía como un negro, pero bailaba como un italiano. Ays, nadie es perfecto. Bueno más que italiano, era hijo de inmigrantes sicilianos –shhhhh, que te podrían oír-. Nació en 1910, en la Nueva Orleans, y ahí se crió, en un barrio popular en medio de árabes, judíos, negros y más italianos, el mundo como tiene que ser. Con este entorno y una madre que tenía a gala obligar a sus hijos a tocar un instrumento, el pequeño Louis Prima estudió el violín durante siete años, hasta ganar un concurso amateur, y luego hizo suya la trompeta de su padre al escuchar por primera vez a Louis Armstrong en la radio.

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Eddie Cochran – C’mon Everybody

Eddie Cochran iba para grande entre los grandes, inquilino vitalicio del altar del rock’n’roll, con su nombre en el perchero y su botella de whisky en el armario, pero no pudo ser. Lo absurdo de la vida parece siempre aún más absurdo cuando le toca a un famoso, aunque sumamente joven (21 años). Un año después de fallecer su amigo Buddy Holly en el vuelo del famoso “The day the music died”, con Richie Valens y el Big Bopper, Eddie Cochran encuentra la muerte en Londres, en el taxi que le llevaba a Heathrow, empotrándose el coche contra una farola. De los tres ocupantes –cuatro con el conductor- sólo falleció Eddie Cochran, mientras que Sharon Sheeley, su novia, salió con las caderas fracturadas y Gene Vincent, otro que apuntaba a ocupar su parcela arriba, con una pierna destrozada.

Eddie Cochran nace en un entorno familiar víctima como otros muchos de la gran depresión de los años treinta en los US. Originarios de Oklahoma, se tienen que mudar a otras regiones menos siniestradas. Dando sus primeros pasos con una guitarra en Minnesota y posteriormente en California, está claro que el joven Eddie tiene un don. De las clases de música del colegio huye, porque le obligan a tocar el piano. Lo suyo es la guitarra. Acústicas primero, eléctricas luego, cuando se democratiza su uso y precio. Su destreza con las cuerdas le permite codearse rápidamente con músicos profesionales y conocer a un tal Hank Cochran, cantante de música country. A pesar de no tener ningún parentesco, montan un primera formación llamada The Cochran Brothers, mintiendo sobre sus enlaces familiares. Se les propone actuar en muchos sitios, pero en esta época Eddie todavía es demasiado joven (¡15 ans!) para ir muy lejos. Dos años más tarde, deja definitivamente el colegio para dedicarse de lleno a su pasión. En 1955, graban sus primeras canciones, country a tope. A principios de 1956, conocen a un tal Jerry Capehart, autor y compositor, con él que la música de los Brothers va a evolucionar a toda velocidad. Saben que juegan contra reloj, porque un tal dios Elvis ha empezado a llevarse el corazón de las chiquillas. Los temas se vuelven naturalmente cada vez más rock’n’roll, cosa que no le termina de convencer a Hank, por lo que se separan enseguida como buenos amigos. Seguimos en 1956, Eddie pueba de todo, versionea canciones exitosas como Blue Suede Shoes de Carl Perkins o Long Tall Sally de Little Richard, pero el verdadero arranque de su carrera no llega hasta el verano, cuando se publica su primer single en solitario, Skinny Jim. Mal distribuido por un sello menor, el título no tiene el éxito esperado, por lo que su manager Jerry Capehart mueve montañas para darle una oportunidad en una compañías más grande. Es cuando le proponen actuar en una película de Frank Tashlin –The Girl can’t help it-, en la que interpreta una canción, Twenty Flight Rock, uno de los grandes estándares del rockabilly, que será retomada por decenas de artistas, empezando por los mismísimos Rolling Stones, pero también Paul McCartney. Se cuenta que cuando Lennon conoció a McCartney, este tocó Twenty Flight Rock para convencer a Lennon de las bondades de su estilo. De hecho Eddie Cochran tenía a otro fan en Inglaterra, cuando se fue de gira por este país, le siguió fielmente en cada actuación un joven George Harrison.

Eddie

Este corto papel –malo- más la canción le cambian el estatus de un día para el otro. Después de actuar en otra película, publica a finales de 1957 el único álbum de estudio de su carrera, Singin’ to my baby, que incluye su primer hit, Sittin’ in the balcony –parece que Eddie Cochran estaba cabreado con las “g”-. A pesar de que la discográfica le empuja hacia sonidos más pop, él insiste en su proseguir con su faceta rock’n’roll –para futuros músicos: apúntate, si tienes talento, pasa todo lo que puedes de las compañías de disco, si no, cuenta con ellas-. Su empeño le lleva a componer y publicar algunas joyas clásicas del rock de finales de los 50’s: Summertimes Blues, Somethin’ else, C’mon everybody, todas en el panteón del rock. Y luego, lo normal, Inglaterra, gira, éxito, vuelo de retorno, taxi, farola…