10cc – I’m Not In Love

¡Un año, 365 días, 365 posts, 365 artistas!

¡Feliz cumpleaños Blog & Fiouck!

7 de febrero de 2013 – 6 de febrero de 2014. ¿Quién lo hubiera dicho? ¡Yo no! El blog no arrancó con esta idea de perdurar tanto, sólo quería aprender a manejar ciertos productos y entornos. La verdad es que al final estoy contento, aunque a veces me suponga una tortura entregar un post diario. Aparte de que fundamentalmente no he aprendido nada. Me sigue sonando a chino Twitter, tengo una cuenta FB de risa (si te quieres apuntar, https://www.facebook.com/Fiouck), y de WordPress sé lo justo para que no te falte tu ración diaria de música contada a mi manera. En todo caso me merezco una tarta –de fresa y masa quebrada, sin crema pastelera en el fondo ays por dios- con una velita, y una copita de champagne, mientras pongo yo la música de fondo. Una canción homenaje a mi mismo, ya que estamos de celebración.

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The New York Dolls – The New York Dolls

Este blog deja cada vez más que desear… ayer caderas brasileñas, hoy muñecas neoyorquinas… y mañana si no lo paramos ya, codos tibetanos? Gemelos esquimales? Rodillas escandinavas? Tobillos bereberes? Pero esto qué es! Undia-undisco.net, el antro musical con el chulo del tomate verde. Hay que ver los espectáculos que se montan ahí, hombres maquillados y travestidos, pero por dios qué es esto, llamad a Gallardón, él sabrá lo que hay que hacer con estos depravados. The New York Dolls, vade retro Satanás, sacad el ajo y las estacas de madera, apuntad al corazón, cuando se levante el sol se esfumarán.

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Lee Hazlewood – The Very Special World of Lee Hazlewood

Hoy te voy a hacer un regalo. Con un poco de suerte cumples años, aunque realmente para regalar cualquier ocasión es buena. Así que tengo un regalo para ti. Una de las canciones más hermosas que he publicado en este blog. Que conste que en 357 posts y 2.399 temas subidos, canciones muy muy bonitas, ha habido unas cuantas. Pero la de hoy tiene un no sé qué especial. Además apuesto un Plymouth con Fever Tree en copa de sidra y poco hielo que no conoces a su autor e intérprete.

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Jacno – Rectangle

Cuando Debbie Harry alias Blondie cantaba “Denis Denis, oh with your eyes so blue/Denis Denis, I’ve got a crush on you«, en 1978 en su primer hit europeo, un rumor persistente hasta hoy explicaba que el Denis en cuestión no era otro que Denis Quillard, francés parisino nacido en 1957, músico de culto injustamente tratado por los medios –es decir, olvidado-, precursor y novador, padre de la escena punk y new wave gala, desgraciadamente fallecido de un cáncer hace cuatro años.

A Denis Quillard se le conocía por su mote, Jacno, que había “robado” al artista pintor del mismo nombre, autor del logo de la marca de cigarros francesa Gauloises. Yo de joven llegué a fumar esta marca barata, tabaco negro áspero que, al levantarte por la mañana, te destrozaba la garganta si por desgracia no te había dado tiempo a tomar un café.  Después del primer café, sólo te la arrancaba malamente. Eso sí, había una franja –pequeña, pero interesante- de la población femenina, al que le gustaba la idea de salir con un chico que fumaba Gauloises, qué cosas… En fin, total, céntrate un poco Fiouck.

Jacno siempre iba adelantado a su tiempo, de ahí el continuo desencuentro con la mayoría de los periodistas y el gran público. Claro que tenía a sus seguidores, en especial Alain Pacadis, cronista musical dandy de leyenda, night clubber feo y sucio, pilar cultural del diario Liberation –una especie de Diego Manrique, pero versión trash-, que tratará por todos los medios de hacer de Jacno un Elvis dios vivo –Pacadis se pasaba con la leche de soja-. En 1975, Jacno conoce en una manifestación estudiantil a una guapa uruguaya, llegada de Sudamérica cinco años antes, Elli Medeiros. Flechazo -la verdad es que la chica, hoy esposa de Brian de Palma, está guapísima-. A partir de ahí van a vivir como en una película, a cámara rápida. Ese mismo año, crean el grupo Stinky Toys –el nombre es un mix de la famosa marca de cochecitos de plástico Dinky Toys y del grupo punk neoyorquino The New York Dolls-, sacan un par de álbumes con canciones menos punk que rock enérgico pero más elegante –Jacno se parece más a David Bowie que a Johnny Rotten, por eso le gustaba tanto a Debbie Harry-. Los discos no venden, pero su fama en el underground parisino y hasta londinense crece. El 20 de septiembre de 1976, invitados por el manager de los Sex Pistols, el inefable Malcolm McLaren, participan con otros siete grupos en el mítico mini festival The 100 Club Punk Special: Sex Pistols, Clash, Buzzcocks, Siouxsie, Vibrators, Damned. ¡Wow!.  La experiencia fue nefasta, el ambiente desastroso, pero para el curriculum, mola.

Jacno primer punk francés

Ante la falta de reconocimiento y ventas, el grupo se separa, y Jacno aprovecha para sacar un álbum en solitario, en su día nuevamente ignorado, cuando ahora se lo considera como esencial en la evolución de la música rock del país vecino. El disco sólo contenía cuatro canciones, instrumentales, más un tema cantado por Elli Medeiros, con su voz tan alta. Con este disco, Jacno se apropió del legado de Kraftwerk, componiendo cuatro canciones con sonido sintético, frio, repetitivo, hipnótico al vez que melódico. El artista lo hace todo, sintetizadores, guitarras, batería, composición, arreglos y producción. En la portada del álbum, se le ve con un Dinky Toys en la mano. Treinta y cuatro años más tarde, el disco no ha envejecido un ápice, podría ser Air, o Daft Punk – que lo habrán escuchado y re-escuchado-.

En 1980, vuelve a formar un dúo con su amiga, Elli & Jacno. Publican algunos discos con algo más de éxito, pero lo vuelven a dejar en 1985. Jacno sigue con su carrera en solitario, a la vez que empieza a producir algunos artistas franceses con los que conoce, por fin, cierta fama, aunque indirecta. En 1989 saca un nuevo álbum, “T’es loin, t’es près”, que contiene el tema «C’est une chanson», que me gusta mucho, con ese estribillo pegadizo, bonita melodía un tanto nostálgica, que dice: «C’est Une Chanson ….. sur le temps qui passe…. le temps qui file et nous menace…», “Es una canción… sobre el tiempo que pasa… el tiempo que se va, y nos amenaza”. Aff…

 

 

Escucha el disco Rectangle, de Jacno

Joe Mubare – No Man’s Land

Looking for Joe Mubare. Una película de Fiouck, guión de Fiouck, con Fiouck. Música de Joe Mubare. La película es corta y un tanto aburrida, cuenta los vanos esfuerzos del protagonista principal –sólo hay uno de todos modos, no requiere mucha concentración- para encontrar información biográfica de un músico de los 80’s, que dejó para la posteridad un álbum brillante, por no decir genial, pero casi ningún rastro en Internet.

Cómo es posible que, en 2013, con el gran belceboogle tejiendo su red con malla cada vez más estrecha, logre uno escapar a las búsquedas? Joe Mubare es el gran desconocido telemático. Si no estuviesen algunos de sus discos a la venta en ciertas tiendas on-line, hasta se podría dudar de su existencia. Ni wiki ni leches. Ni artículos, ni posts, ni fucking huella del músico. Hasta cabrea el tema. Bueno, realmente, encontré algo, un texto corto en alemán. El alemán –los que siguen el blog ya lo sabrán-, lo estudié, pero aquello superaba los pocos conocimientos que me quedan treinta años después, así que lo pasé por el traductor de belceboogle, y esto lo muy poco que logré averiguar sobre Joe Mubare.

El tipo es alemán. Primera noticia, siempre había pensado que era inglés. Nació en 1947 en el Südtirol. Montañas verdes, pastos verdes, bosques verdes, vacas gordas -estamos en Alemania-. No es de extrañar que Joe Mubare, después de recibir una formación musical –no se sabe más, si es autodidacta o estudió-, se haya marchado a Estados Unidos, Los Angeles. Allí desarrolló una carrera de compositor para la 20th Century Fox, películas y series. Nada del otro mundo, de lo contrario no se habría vuelto a Alemania a principios de los 80. Allí, durante la década que tanto aborrecen algunos lectores de este blog –no tenéis ninguna idea, ja-, se dedicó a componer para él mismo. Cuatro álbumes en total, de los que No Man’s Land. Luego volvió al mundo de las BSO, donde su nombre sigue apareciendo por lo visto en algunas películas y series teutonas.

Joe Mubare

En 1985 sale No Man’s Land. El título I Love You, que abre el disco, gusta a algunos locutores de radio en Europa, que lo ponen en rotación, pero nada, no se convierte en éxito de venta. Lo que sí consigue, es convertirse en objeto de culto. Yo tengo el 45T de vinilo, forma parte de mis pequeñas joyas –por el cariño que le tengo, no por lo que vale-. I Love You está a medio camino entre Tom Waits y JJ Cale, más que nada para orientar al personal. Tiene una melodía y un ritmo pegadizos, pero con clase. Todas las canciones que componen el disco tienen esa misma tremenda calidad. Basta con escuchar Jumbo Oh, siete minutos de percusiones crescendo épicas, o la canción que da título al álbum, No Man’s Land, hermosísima composición lenta. Y Just You, Some Women, melancólicas pero no tristes. Es un OVNI atemporal, se podía haber publicado ayer, y se seguirá diciendo lo mismo dentro de cincuenta años. Joe Mubare en busca y captura. En su particular huida, dejó caer este disco, mi regalo de hoy.

 

Escucha entero el disco No Man’s Land, de Joe Mubare

Echo & The Bunnymen – Heaven Up Here

Podrían haber sido U2, o Talking Heads, o Simple Minds, o REM, o The Cure. Durante un corto tiempo, 80 y 81, después de sus dos primeros álbums, Echo & The Bunnymen era un valor seguro del rock new wave inglés. Pero se quedaron en eso, Echo & The Bunnymen, con su nombre cretino y el flequillo de Ian McCulloch, cantante (melo)dramático. Hoy quien los recuerda? Si no fuera por la canción The Killing Moon, que salía en la película Donnie Drako de 2001, posiblemente sólo los fans de primera hora, como yo.

No hace mucho, el guitarrista Will Sergeant declaraba que “Nos hubiera gustado tener un éxito parecido al de REM o de los Talking Heads, pero teníamos demasiados enemigos para ello”. No aclaró quién era el desgraciado que les había impedido ser los reyes del mambo, pero yo creo que el nombre de la banda fue su propio enemigo. No puedes pretender llenar estadios haciéndote llamar Echo & The Bunnymen. Echo era el nombre que le habían dado a su caja de ritmo –la banda empezó sin batería-. Y Bunnymen, porque los primeros conciertos, cuando todavía se llamaban The Crucial Three, los daban en el Club Eric’s, una sala de Liverpool cuna de muchos grupos de la época. Bunnymen, en relación a las Bunnies de Playboy, digo yo. Mis ídolos rock no pueden ir en tanga, con colita de conejo en el trasero y orejas a lo Bugs Bunny en la cabeza. Por muy buena música que hagan.

Y buena música Ian McCulloch hizo mucha. Primero como The Crucial Three, luego como A Shallow Madness, con Julian Cope. Cuando Cope echa a McCulloch, rebautiza la banda como The Teardrop Explodes –grupo post punk de culto, aunque con aún menos éxito que los conejitos-. Malamente despachado –será Julian Cope el enemigo del que hablaba el guitarrista?-, Ian McCulloch monta un nuevo grupo con Will Sergeant, el bajista Les Pattinson, y la ya mencionada caja Echo. El primer single publicado, Pictures on my Wall, es de 1979; Ian McCulloch apenas tiene veinte años, pero aparenta una madurez creativa sorprendente, y su voz suena ya fuerte y segura. Para el primer álbum, Crocodile, grabado en tan sólo tres semanas y editado el año siguiente, tiran a Echo a la basura y contratan los servicios de un batería, Pete de Freitas –fallecido en un accidente de moto en 1989-. El disco entra en los charts UK, en el #17, todo un logro para una banda que produce una música post-punk oscura y triste. Y más procediendo de una ciudad que todavía vivía del legado de los cuatro sosos, a años luz de Manchester y Londres. Más de treinta años después, la calidad de los temas asombra, especialmente Going Up, la canción que abre el disco. Entre Joy Division y U2 –el U2 bueno, el de Boy-. Allmusic le da un 4,5/5, Pitchfork un 8,2/10, Rolling Stone un 4/5.

Echo

El año siguiente, se publica el segundo álbum, Heaven Up Here. La banda goza ya de cierta fama, y los medios esperan a ver si la banda es capaz de pasar el corte del segundo disco. Ian McCulloch dijo mucho después que entraron a grabar con el tema What Goes On en mente –Velvet Underground-, y con la idea de sacar un álbum más soul. Pero de soul poca, el álbum es más negro aún que el anterior, más denso e intimista, en la línea de la trilogía sagrada de The Cure –Seventeen Seconds, Faith y Pornography-. Heaven Up Here fue muy bien acogido, entró en el #10 de las listas de ventas inglesas. NME lo alabó, incluso premió la portada con el “Best Dressed LP” award aquel año. Allmusic le da otro 4,5/5, Pitchfork un 8/10. Y Rolling Stones lo incluye en el puesto 471 de su lista de los 500 álbums más grandes de todos los tiempos. Un discazo.

 

Escucha entero Heaven Up Here, de Echo & The Bunnymen

 

Q Lazzarus – Goodbye Horses

Jame Gumb –Jame sin “s”, debido a que su alcohólica de madre no supo escribir bien el nombre de su retoño en el acta de nacimiento- es el personaje de literatura/cine que más me ha atormentado. Y eso que tuve mi periodo de lector asiduo de obras, de ficción o no, sobre psicópatas y asesinos en serie. Curiosamente, en el Silencio de los Corderos, no es el personaje central, por mucho que toda la peña de Quantico –cantera del FBI- ande detrás de él por todo el territorio americano. El afable Hannibal Lecter le roba el protagonismo, sin duda, incluso Clarice Starling y su perfume barato es fascinante. Pero los últimos diez minutos, dedicados al antro de Buffalo Bill donde retiene a su próxima víctima aterrorizada, son espeluznantes, con una tensión que va crescendo a medida que se escucha de fondo Goodbye Horses, de Q Lazzarus.

Jonatham Demme, el director de la película, tuvo un ataque de genialidad al elegir este tema. Es difícil disociar la canción de la escena en la que Buffalo Bill baila, mirándose al espejo, escondiendo su sexo entre sus piernas, terminando de coser grandes trozos de piel femenina para hacerse un traje y así verse como la mujer con la que siempre ha soñado ser. Jame Gumb alias Buffalo Bill es un enfermo mental, su obsesión es repulsiva y quita el aliento sólo con pensar en ella. Y Goodbye Horses consigue perfectamente acompañar a este personaje en su siniestra locura, creando una atmósfera opresiva, lúgubre, mareante.

qGoodbye Horses, compuesta en 1988 por William Garvey e interpretada por Q Lazzarus, es la única canción conocida de esta artista. Un one hit wonder magistral y atemporal. Según su autor, la canción habla de “la trascendencia respecto a los que ven el mundo como algo meramente terrenal y finito. Los caballos representan los cinco sentidos de la filosofía hindú -El Bhagavad Gita- y la capacidad de cada uno para levantar su percepción por encima de las limitaciones físicas y ver más allá de esta perspectiva terrenal limitada”. Wow, Buffalo Bill estaba pirado perdido, pero William Garvey –fallecido en 1989- tenía su puntito también…

Q Lazzarus en realidad se llama Shannon Funchless, es neoyorquina, se parece increíblemente a Grace Jones, y ahora canta en un dúo electrónico, Light Asylum, con Bruno Coviello. El año pasado sacaron un álbum, homónimo. La voz ha envejecido, pero sigue igual de poderosa y sugerente. En otro post hablaré de este prometedor proyecto.

Venga, escucha Goodbye Horses, apuesto un dedal a que se te hiela la sangre inmediatamente.

 

Escucha Goodbye Horses, de Q Lazzarus