Comateens – Comateens

Hay días así, no apetece nada escribir el post diario. Ni escuchar música, ni pensar en un grupo o artista para publicar, menos aún leer e indagar sobre su trayectoria para sacar algo digno. Pero he dicho que a 1.000 llegaría –van 235, ni una cuarta parte, seré abuelo cuando termine-, así que a 1.000 llegaré. Hoy voy a usar un truco, voy a hablar de un grupo sobre él que no hay nada que decir. O muy poco. Además estoy tranquilo porque, quitando algún loco de mi quinta, la probabilidad de que les conozcáis es bastante remota.

comateens

Comateens. ¿Ves? No te suena cero patato. Tuvieron su momento, abanderaron la new wave lo que tardó su primer disco en desaparecer de las listas y las fiestas. Se formaron en 1978, en Nueva York. Inicialmente era un duo formado por Nic North, bajista, y una tal Ramona Jan –ramona en francés tiene cierta connotación sexual, juas-, guitarrista. Luego se incorporó Lyn Bird, cantante, y se marchó Ramona –ella montó otra banda llamada Dizzy & The Romilars, si tu lunes ha empezado mal, no mires este vídeo, el único que hay en youtube-, y entró el hermano de Nic, Oliver. Formación final. En 1980 conocen a Marty Thau, productor musical, fundador del sello Red Star Records, más conocido por haber sido manager de los New York Dolls y de Suicide al principio. Componen dos temas que este incluye en un recopilatorio de música new wave publicado en 1980, donde comparten surco con The Fleshtones entre otros. El mismo año publican su primer álbum, homónimo, que no tiene mucho éxito en los US pero sí curiosamente en UK y Francia. Incluye la famosa versión de Summer in The City, de Lovin’ Spoonful, y algunos temas bien hechos de funk blanco con new wave urbana, como Ghosts y Late Night City. Eran tiempos de B52’s, Kid Creole & The Coconuts, Beat, seguro que lucía el sol.

Luego sacaron otros dos álbumes, Picture on a String, de 1983, y Deal With It, en 1984. El primero de los dos contenía una muy bonita versión de Uptown, de Barry Man y Cinthia Weil, y el famoso Get Off My Case, el único “éxito” de la banda. El grupo se separó el año siguiente y a los dos años Oliver North murió de sobredosis. Y ya está. ¿Ves? Poca chica. A mi me gusta, que conste.

 

 

Escucha los mejores temas de Comateens

 

Tuxedomoon – No Tears

Esta vez se acabó el verano, ni tres meses nos ha durado, menuda estafa. The great weather swindle. En el cielo se ven grandes formaciones de pájaros, de camino a su casa de invierno, con una mueca de burla en el pico. Cabrones. Parecen muy disciplinados, dibujando V grandes entre cientos de ellos, con el cabecilla al frente, el guía espiritual que les lleva hasta la tierra prometida, con bastón y larga barba blanca. Más le vale no equivocarse, que se lo cargan. Detrás se ve uno que va a su bola, ni V grandes ni cabecilla ni leches. Lo acabo de ver de cerca con los prismáticos, resulta que lleva una camiseta de Tuxedomoon -y unos impecables Creepers de punta, azul eléctrico-.

Tuxedomoon. Uno de estos grupos que nunca entró en el molde de la música estereotipada. Inclasificable, una especie de teatro musical que mezclaba la electro, el jazz fusión, el punk y el gótico. Sintetizadores, violines, bajo, saxófono, esta banda de San Francisco de finales de los 70’s lo utilizó todo, incluso instrumentos creados por ellos mismos, como el Treatment Mountain, especie de pirámide de madera con múltiples pedales de efectos –imagínate lo que se fumada en SF a mediados de los 70-. Bien es cierto que tenían base, ya que el dúo fundador estudiaba en el laboratorio de música electrónica de la universidad de SF en 1977. Una ración de vanguardismo musical y otra de punk. Con esta receta sacan un primer EP, No Tears, con sonidos que recuerdan a Kraftwerk o Bowie de la época Heroes, pero con los dedos metidos en el enchufe. La única regla que se imponen era “rechazar cualquier sonido que pudiera parecerse a la de otro artista”. Eso de las V grandes con cabecilla respetable no era lo suyo. Sus primeras actuaciones son descritas como “Cabaret electrónico teatral”. Ya, dicho así no mola, pero escucha No Tears, ya verás, uno de los grandes himnos electro punks.

No Tears

Esta repentina fama –bueno fama, entendámonos- les permite hacer de telonero en conciertos de grupos con cierto parentesco, Pere Ubu, Devo, Cabaret Voltaire o The Residents. Después de mudarse a Nueva York, se dan cuenta de que en los US no se les entiende y que donde venden, es en Europa. Cruzan el charco y se establecen en Bruselas. Abrazan e integran cada vez más estilos a su ya larga lista -tango, música clásica, funk, orientalista-, componen una obra para el ballet Divine de Maurice Bejart, sacan álbumes para aburrir –el último de quince es de 2007-, con, muy de vez en cuando, alguna perla, como In a manner of speaking, 1985, del álbum Holy Wars. Esta hermosa canción ha sido versionada primero por Martin L. Gore, de Depeche Mode, en su disco en solitario Counterfeit EP, de 1989, y muy recientemente por Röyksopp, en su disco de 2013, Late Night Tales.

Venga, sube el volumen y escucha No Tears, luego zumito y a misa. Coge el paraguas.

 

 

Escucha No Tears, de Tuxedomoon

Celebration – Pressure

Nunca entenderé las ganas que tiene la gente de montar fiestas cuando cumplen años, especialmente cuando uno cambia de década. Yo deje las cosas claras hace tiempo, parece ser que tengo amigos que me hacen caso, da gusto. Muchos whatsapp con iconitos festivos, algunas llamadas para los más osados, una cena tranquila para quienes me tienen que soportar en estos momentos, y ahí se acabó la celebración, sin presión. No Celebration, no pressure. O sí.

The Modern Tribe

Celebration es una banda de rock indie de Baltimore, aparecida en 2004, y con tres álbumes en su haber. Un trio fundador, con la cantante Katrina Ford al mando, y piezas adicionales en función de las necesidades. Quien dice indie, dice poco que contar. Ya lo he dicho en este blog, eso de hacer música buena –quiero decir, que me guste- no te esgrime de tener chicha más allá de tus composiciones. El indie es liso, limpito, no molesta, ni a la vecina de arriba. Seguro que le cuidan el gato cuando se va de fin de semana a casa de su hermana. Es cierto que es un estilo de música que me suele gustar, pero coño, a veces no estaría mal que se pringasen los dedos, que soltaran algún taco, que se tomasen un culín de sidra y que se zamparan un chuletón de buey en lugar de la lechuga hervida con brotes de soja.

De los miembros de Celebration no se sabe nada que no aparezca en las pocas líneas de su wiki en inglés. Hacen una música sumamente creativa y original, y la voz de la cantante cautiva. Pero, fuera de la música propiamente dicho, el indie es aburrido. Los músicos de este genero muchas veces tienen un talento pasmoso, como es el caso del grupo de hoy. Pero no les invade nada que no sea pasarlo bien en los ensayos, los conciertos y el estudio de grabación. No pretenden nada, no quieren ni proponen nada, menos unos temas bien hechos. Termina el mp3 y qué queda? Quitando la sensación de que saben tocar y de que tienen ideas para pasmar en acordes, nada. El indie es al rock, lo que los cuadros decorativos al arte. Adorna, pero aún cerrando los ojos, cuesta restituir lo que has visto/escuchado y lo que te ha transmitido, si es que ha transmitido algo.

En fin, no es enfado, es algo así como resignación. El indie va muy con el espíritu de la época, estética y políticamente correcta.

Aún así, escucha la canción de mi cumpleaños, Celebration, Pressure. Me encanta.

 

 

Escucha Pressure, de Celebration

 

Lizzy Mercier Descloux – The Long Goodbye

¡Puah! Hoy igual no procede reírse, toca día no future, negro negro negro negro, Fiouck’n’roll cumple cincuenta años. Me entenderán los que ya han pasado por ahí. Los demás, os ruego no bostezar de aburrimiento, ya os tocará. Menuda faena cumplir esta m… de medio siglo, me supera, suena a acabado, a calcetines ejecutivos en mocasines de borla, a pantalón salmón demasiado corto, a chaqueta azul marino, a coche familiar, a pareja recelosa, a astemia de las cuatro estaciones, a televisor encendido, a pelo rapado para borrar la tonsura, a tripa de sobremesa, a vinilos polvorientos en el fondo del armario, a lady gaga de sonido de llamada, al hormiguero, a chequeo médico intranquilo. ¡Buaaaah, no quierooo! Pero por si acaso, que sirva el post de hoy para dejar constancia de la canción que quiero escuchar en mi último suspiro –si me pilla de sorpresa, ponerla después, nunca se sabe-: The Long Goodbye, de Lizzy Mercier Descloux.

Martine-Elizabeth Mercier. Nació en Paris en 1956, aunque se crió en Lyon con su madre –no conoció a su padre antes de cumplir cuarenta y siete años, pocos meses antes de que un cáncer se la llevara, en 2004-. Antes de cumplir los dieciocho, subió a Paris para estudiar Bellas Artes, adolescente probablemente atormentada, poeta, dibujante. Encontró un estudio en el 11 rue des Halles, justo en frente de una tienda llamada Harry Cover –un juego de palabras con haricot vert, judía verde, muy malo-, lugar que se iba a convertir en el punto neurálgico parisino de todas las modas y corrientes musicales de finales de los 70’s, punk rock y new wave. Vinilos importados, posters, camisetas, libros, ays, cómo mola. Ahí conoce al dueño, Michel Esteban, con el que entabla una profunda amistad –y algo más al principio-que perduró hasta el último soplo de vida de Lizzy. Michel Esteban fue una figura en el underground parisino. Fundó el fanzine Rock News en 1975, que cubrió toda la actividad rock y punk londinense y neoyorquina durante algunos años. Con Lizzy, presenciaron y relataron todos los conciertos que han marcado esta bendita época, Sex Pistols, Clash, Stooges, Patti Smith, Ramones, Siouxsie, Billy Idol –antes de que se volviera pop-.

suspense

En 1975 ambos se marchan a Nueva York. Allí comparten piso con Patti Smith y Richard Hell. Con John Cale, Esteban funda el sello Ze Records, editor de algunos de los artistas más importantes de la época y apoyo material del movimiento No Wave. Mientras tanto, Lizzy escribe, aprende a tocar, compone sus primeras canciones. En 1978, publica su primer EP, Rosa Yemen, y el año siguiente, el álbum Press Color. Alabado por la crítica, desgraciadamente se distribuye muy mal y no vende apenas, fracaso que ella encaja muy mal. En 1981, desde Las Bahamas, saca un segundo álbum, precursor de la world music, mezcla de sonidos procedentes del Caribe, África, rock, soul y funk. Luego viaja a África, continente que recorre siguiendo los pasos de Arthur Rimbaud, desde Etiopia hasta Soweto, Sudáfrica, en pleno apartheid, y bastante antes de Paul Simon. En 1984 saca su tercer álbum, Zulu Rock, del que CBS saca el único hit de su carrera, Mais où sont passées les gazelles –Pero dónde han ido a parar las gacelas-. En 1986 se va a Brasil, desde donde se publica el cuarto, One for The Soul, acompañada por la trompeta de Chet Baker en cuatro canciones. Dos años más tarde sale Suspense, quinto álbum, desde Londres. Este es el disco que contiene mi marcha fúnebre, The Long Goodbye. Luego ya se cansa, sigue componiendo para otros, bandas sonoras, pinta, escribe poesía, desde el caribe francés durante algunos años, y finalmente en Córcega, l’île de Beauté –la Isla de la Belleza- en la que la más fea de las enfermedades la fulminó en 2004.

Yo me quejo de cumplir cincuenta. Ella no pudo. Me encanta la música que hizo, y me fascina el personaje y su historia. The Long Goodbye.

 

 

Escucha algunas canciones de Lizzy Mercier Descloux

Nusrat Fateh Ali Khan – Mustt Mustt

Cuando Nusrat Fateh Ali Khan fallece, el dieciséis de agosto de 1997, la noticia provoca en Pakistán una conmoción parecida a la que sintieron los americanos cuando dios Elvis reventó tras engullir su vigésima hamburguesa de la mañana, o los ingleses, cuando a Lennon le pasó lo mismo con las cinco balas de la tarde –uy, esta no me la van a perdonar-. Nusrat Fateh Ali Khan –si te soy sincero no sé lo que es nombre y lo que es apellido, dejémoslo en Nusrat– era algo así como semi dios en la rama Sufí de los musulmanes. Más grande aún que Umm Kalsum, la gran cantante egipcia que vendió más de 200 millones de discos a mediados del siglo XX.

Nusrat era el Maestro del Qawalí, el estilo musical secular de los sufís. Esta corriente de la religión musulmana es tradicionalmente más contemplativa, aunque no por ello más abierta o tolerante. Tsss. Buscan la introspección, el amor de dios, la contemplación, la sabiduría. Combaten el vicio en todas sus expresiones, especialmente el alcohol y las drogas –no conozco ningún grupo rock sufí-. El Qawalí es la expresión musical de esta forma de aplicar el Corán, de ahí su importancia en la vida diaria. Además quien dice oración y aplica la charia no renuncia a los placeres carnales, acompañando el Qawalí a ambas facetas, la litúrgica y la prófana –oye, no te creas que me sale naturalmente, me he informado-.

Hala, allá vamos. Nusrat nace en octubre de 1948 en Lyallpur –hoy en día Faisalabad-, tercera ciudad en importancia de Pakistán, estado nacido un año antes, de la partición del Cachemira de la India. El padre de Nusrat era cantante, músico y musicólogo, pero deseaba ver a sus retoños abrazar carreras más jugosas –fútbol, tenis, formula 1, tesorero de partido político… ya, esta era fácil-. Así que el pequeño Nusrat, que se siente poseído desde muy joven por la música –un llamamiento onírico de Alá según dijo años más tarde-, tiene que esconderse para seguir las repeticiones o las clases impartidas por su padre a otros alumnos. Finalmente su padre entiende que no se puede oponer más, y le empieza a transmitir los secretos del Qawalí. Rápidamente Nusrat revela un don que va más allá de cualquier tipo de enseñanza, y su voz empieza a sonar por toda la ciudad, se expande por la región, y termina invadiendo no sólo el país, sino el mundo musulman entero –te he hecho la versión corta-. A raíz de una serie de actuaciones en el Théatre de la Ville en París en 1985, su notoriedad desborda el marco religioso árabe y poco a poco se revela también a los occidentales.

En 1989 conoce a Peter Gabriel, que acaba de lanzar su sello Real World, con el que pretende publicar el trabajo de músicos de todos los continentes. Con el sello se afianza el concepto de world music, y Nusrat es el ejemplo perfecto de esta integración de sonidos que en principio nos suenan lejanos o “exóticos”. Entre los dos nace una profunda amistad, y los siete álbumes de Nusrat editados por Real World permiten al artista darse a conocer al público americano. Empieza para el Maestro –el Camarón Paquistaní como le llamaban aquí cariñosamente los artistas flamencos- una carrera internacional rica en obras, bandas sonoras, conciertos y colaboraciones.

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El álbum más emblemático de esta era fue Mustt Mustt, cuya canción homónima fue versionada por Massive Attack, con el beneplácito de Nusrat –no todos los usos de su repertorio tendrán su aprobación, como cuando Oliver Stone incluyó temas de Nusrat en la BSO de su película Asesinos Natos de 1994, cuya filosofía iba en contra de la suya-. En 1995 participó con Eddie Vedder –cantante de Pearl Jam– en dos temas de la música original de la m a g n í f i c a película Dead Man Walking, con la asombrosa Susan Sarandon y el asombroso Sean Penn. Fallece dos años más tarde en Londres, por un ataque al corazón debido a sus continuos problemas de salud y obesidad.

Te dejo con estas las dos canciones de la película de Tim Robbins, más el original de Mustt Mustt y la versión que hizo Massive Attack. Es una elección necesariamente reductora, pero no por ello menos hermosa.

 

 

Escucha algunas obras de Nusrat Fateh Ali Khan

The Kinks – You Really Got Me

The Kinks, el grupo bicéfalo que logró mantener despierta a Inglaterra en plena Beatlemania –tarea harto difícil-, tiene reservado una tumba en el panteón del rock UK desde 1964, año del histórico –funciona la frase también con mítico y legendario- You Really Got Me. A mi, que me gusta encontrar un punto de partida para cada estilo en el gran árbol genealógico de la música popular, la quiero considerar como el primer hit rock/hard rock de la historia. Y como todos los temas icónicos, tiene su historia.

Al principio están los hermanos Davies. Ray y Dave, respectivamente séptimo y octavo hijo de una familia de ocho, siendo los otros seis todas chicas, y encima mayores. Panorama devastador, menudo castigo, buf. Claro, con este entorno, los dos rebosan energía. El primero de los dos en intentar plasmarla en música es el pequeño y más rabioso, Dave, que monta primero The Ravens, con su amigo del alma Peter Quaife. Ray, algo más tranquilo e intelectual, sólo se incorpora al proyecto meses después. Al final entra el cuarto miembro, Mick Avory, ex Rolling Stones –bueno, digamos que tocó la batería con Brian Jones cuando este estaba todavía intentando formar un grupo, pero mola el dato en una tarjeta de visita-. Componen, ensayan y actúan en el Londres de 1964, a la vez que otras siete billones de bandas pop muertas antes de nacer. Terminan firmando con un pequeño sello, Pye Records, y aprovechan para cambiar de nombre. Una de las técnicas de la época para que la gente te recordara era encontrar un nombre que rozara con el delito moral, y The Kinks era la palabra perfecta, con significado a medio camino entre guay y pervertido.

The Kinks

El grupo saca un primer single, Long Tall Sally, versionando a Little Richard, pero pasa totalmente desapercibido. El segundo, You still want me, es también un fracaso estrepitoso, y lleva el sello a amenazarles con romper el contrato. Esta misma noche, los hermanos están en casa de sus padres buscando inspiración. Ray le propone a su hermano una melodía nueva, y este tiene un golpe de genio. Coge su guitarra, la enchufa al viejo amplificador Watkins y lacera el bafle incorporado con hojas de afeitar, consiguiendo el sonido distorsionado, que desde entonces ha creado escuela. Aquella noche nace el hard rock –el punk rock también le sacará partido al Watkins destrozado-. You Really Got Me se graba el cuatro de julio de 1964 y sale un mes más tarde. El 27 de agosto, se instala en el #1 de las listas de venta UK, y en el #7 en los US. Desde entonces ha recibido todos los honores, Rolling Stones la sitúa en el #82 de la lista de las 500 canciones más grandes de todos los tiempos y #4 de la lista de las cien canciones de guitarra, la BBC hace lo propio subiéndola al #1 de las canciones de rock de la década 55/65. La leyenda le atribuye la guitarra de la canción a Jimmy Page –futuro Yarbirds y luego Led Zeppelin-, pero es una de las grandes mentiras del rock, la guitarra es de Dave Davies, que en este momento sólo tenía diecisiete años. Un genio.

Siguen más de cuarenta años de rock, con todo lo que conlleva de gloria y miserias, excesos, broncas, peleas, dinero y amores. All Day And All Of The Night sale poco después, ligeramente copiada del hit anterior, sólo llega al #2, aunque repite el puesto en los US –la canción será versionada en 1987 por The Stranglers, con la que los viejos punks lograrán prácticamente su mayor éxito-. See My Friends, publicada en 1965, es una canción precursora, la primera en integrar el sonido raga de la India –bastante antes del Norwegian Wood de los Beatles, erróneamente considerada como el primer tema inspirado por la música tradicional india-. Funciona bien en UK, pero fracasa en los US –cómo iba a gustar a un pueblo que no saben dónde está la India-. En 1967 le toca el turno a Waterloo Sunset, uno de los grandes éxitos de The Kinks, #42 en la lista Rolling Stones de las 500 más grandes de todos los tiempos, considerada por muchos críticos del país como simplemente una de las más bellas canciones jamás escritas en inglés. Tres años más tarde, se publica Lola, último éxito de la edad de oro del grupo –hasta 1970 digamos-. #422 en la lista de las 500, cuenta el encuentro en un bar entre un travesti y un hombre, bastante confuso ante esta persona que «walked like a woman and talked like a man«.

The Kinks, un libro no bastaría. Este post se queda en estas pocas canciones que han marcado una época. Qué grandes fueron. Ray Davies, Dave Davies, kings of the kings.

 

 

 

Escucha las mejores canciones de los primeros años de The Kinks

 

The Monkees – I’m A Believer

The Monkees fue posiblemente el primer grupo nacido de la mente avispada de algunos tiburones de la industria del entertainment televisivo y musical. Desde entonces, el fenómeno se ha ido amplificando y, si te paras a pensarlo –cerrando los ojos, cruzando los dedos, ajo en el bolsillo, estaca de fresno en el cinturón, rezando repetidas veces “vade retro satanas”- grupos procedentes, no de las ganas adolescentes de montar una banda de música, sino de un plan marketing de masas concebido para retirarse a los 35, ha habido cientos. No, esta vez no diré nada de Lady Gaga. Pero piensa en todos los boy y girl bands –sumando entre todos un porcentaje significativo del total de las ventas de discos-, y todos estos artistas lanzados al estrellato por programas reality de dudosa calidad –sin ir más lejos, Operación Triunfo aquí-, y te harás una idea del alcance de la plaga. De hecho, en 2013, la banda que encabeza las listas de ventas, One Direction, no deja de ser la última creación musical del programa The Frankensmax Factor.

The Monkees es lo que quedó de una serie televisiva creada a mediados de los sesenta para la cadena NBC, en Los Angeles, serie que no dejaba de dejar latente la imposibilidad de la sociedad americana a hacer frente o asumir la invasión del pop inglés, en especial de los cuatro sosos de Liverpool. La historia contaba las aventuras de una banda pop que quería ser como The Beatles –psss-, sin lograrlo nunca. Para formar al grupo, se publicó un anuncio en varias revistas del sector, Variety y The Hollywood Reporter, en el que se pedía a cuatro chicos sanos de diecisiete a veintiún años. Prepúberes, vamos. Se presentaron 437, y después de rechazar a algún que otro futuro crack – como Stephen Stills, miembro de Crosby, Stills, Nash, Furay, Tork, Coolidge, Russel, Campbell, Lewis, Ready, Hathaway & Young-, se eligieron a Micky Dolenz, Michael Nesmith, Peter Tork y Davy Jones. Según qué criterios? Misterio. Guaperas, lo más probable. Porque talento para tocar o cantar, inicialmente bien poco.

More Of The Monkees

La serie se estrena en 1966, obra de Bob Rafelson -quien dirigirá en 1981 una versión del Cartero Siempre Llama Dos Veces-, y Bert Schneider. Contra todo pronóstico, tiene un éxito tremendo. Naturales, cómicos, insolentes, carismáticos, los cuatro simios encuentran enseguida una forma de destacar y lograr el cariño de un país entero, haciendo de The Monkees una de las series más queridas de la época. Cincuenta y ocho episodios de veinticuatro minutos, dos temporadas, prácticamente una sola historia, la de cuatro chavales compartiendo una casa guapa en la costa oeste, inocentes frente a malvados de todo tipo sin escrúpulos. La serie hace especial hincapié en la música, contando cada episodio con su canción rodada como un vídeo clip. Cuando se llegan a siete u ocho temas, se saca un álbum. A partir de la serie se sacan cinco discos. Cuatro de ellos suben hasta el #1 de las listas de ventas. Los productores están eufóricos, el honor yankee está a salvo, la Monkeemania hace frente a la Beatlemania.

A partir de ahí, los cuatro ñoños se crecen, empiezan a pedir y exigir, hartos de no poder tocar ellos mismos los instrumentos en la interpretación de las canciones. Ays, por qué no lo dejaron en cobrar su cheque y punto? Se pone en pie una gira por todo EEUU, que se descalabra el día que piden a Jimi Hendrix tocar de telonero –¡¡¡de telonero!!!!-, con dos públicos radicalmente opuestos. En Inglaterra se les ve como cuatro cómicos simpáticos, hasta Lennon y Harrison les reciben con entusiasmo. A su vuelta a L.A. piden meter mano en los guiones de la serie, se arriesgan con posturas –bien ahí chicos- controvertidas, por pacíficas, y hacen evolucionar su música hacia el psicodelismo de Zappa o el country de Johnny Cash. La verdad es que no se quisieron conformar, partían de cero, llegaron a ser músicos de verdad, olé The Monkees. Y dejaron algunas de las canciones pop más icónicas de la época. Luego lo típico, se separarían, se volverían a formar, se volverían a separar, se volverían a formar. Hasta hace poco, que hicieron una gira en los US, sin Davy Jones, fallecido en febrero de 2012.

 

 

 

Escucha la más famosa de The Monkees, I’m a Believer