Hay grupos así, los mires por donde los mires, no encajan. Observas la genealogía de la familia rock, y no están en ninguna rama. Y luego te fijas mejor y aparecen en un montón de cruces, esenciales, múltiples. Estos grupos no suelen tener ni mucha fama ni ocupar los puestos de honor. Pero siempre tienen un lugar destacado en los libros que miran atrás. Suicide, el dúo de Martin Rev y Alan Vega es sin duda el parangón de estos grupos. No es rock, no es punk, no es synthpop, no es industrial, no es electrónica, es todo a la vez, un mix caótico, una vorágine musical, un torbellino de sonidos adelantados a su tiempo.
Martin Rev era músico de jazz, en un conjunto llamado Reverend B., musicalmente inquieto y con aspiraciones conceptualistas extremistas. Alan Vega (nacido Boruch Bermowitz) llevaba una galería artística en NYC, espacio cultural financiado por el ayuntamiento, llamado Project Of Living Artists. Allí se conocieron y empezaron a montar shows como dúo. Sus primeras actuaciones asustaban, provocaban rechazo. Se les tachó de tarados totales.
Tarados incluso en los 70’s, bendita época en la que se permitieron todos los excesos, donde corrientes musicales nacían por la mañana para desaparecer por la noche. La música que se inventó Suicide no procedía de nada en concreto. Habían visto a The Stooges en concierto, escuchado MC5, fumado y bebido de todo, aún así el sonido que salía de sus primeras actuaciones era… nuevo.
¡Nuevo! Pocas veces pocos grupos en la historia del rock pueden enorgullecerse de semejante hazaña. Música minimalista y repetitiva de Martin Rev, con su órgano y su caja de ritmo, acompañada por los aullidos y susurros de Alan Vega. En noviembre de 1970, anunciaron un concierto en el New York City Museum de esta forma: “Punk Music by Suicide”. Habían encontrado la palabra “punk” en un artículo de Lester Bangs, critico musical de Rolling Stones y Creem. ¡Noviembre 1970!; si John Lydon de The Sex Pistols apenas tenía 14 años…
En 1977, sacaron su primer álbum, homónimo. Terremoto sin Tsunami. Explosión nuclear a 1.000 metros de profundidad. Pasó desapercibido para el común de los mortales, aunque al igual que otros pocos discos, influyó a una infinidad de grupos y originó muchas vocaciones. Ghost Rider, Rocket U.S.A., Cheree, Frankie Teardrop, himnos sincopados nacidos de dos mentes vanguardistas, locas pero esenciales, alma rock’n’roll como pocas.
Tuve esa suerte de verles en concierto en 1988, en París; lo que vi, me lo guardo.
Escucha entero el primer álbum de Suicide, Suicide.
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