Lo confieso, de adolescente soñé un número ingente de veces con que los hermanos Gibb pasaban a mejor vida y nos dejaban los oídos en paz. Como era un poco idiota, lo decía alto y claro, cual suicida frente a un genero femenino transido de amor por el cantante, Barry. Pero en fin, eran cosas de chavales, yo era un buen tomate, no lo decía en serio. Así que no me mires a mi, no tengo nada que ver con que tres cuartas partes de los hermanos Gibb hayan cumplido con una fantasía de quinceañero. Hoy mi concepto de Fortuna es más prosaico, con un buen euro millón me conformo.
Primero fue el cuarto hermano, Andy Gibb, el más joven, el que no formó parte de los Bee Gees. Falleció en 1988, con treinta años, por culpa de una severa adición a las drogas. Tuvo una corta carrera en solitario, logrando casi el mismo éxito que sus hermanos, como en 1978, cuando se convirtió en el primer artista en conseguir tres #1 con tres singles consecutivos. Primero con I Just Want To Be Your Everything, luego Thicker Than Water y finalmente Shadow Dancing. Para que veas si en aquella época lo copaban todo, Staying Alive fue sustituida por Thicker Than Water como #1 en los US, ella misma sustituida posteriormente por Saturday Night Fever en el puesto más alto. Era mucho Gibb para un chaval con Creepers de color azul eléctrico.
Luego nos dejó Maurice Gibb, con 53 años, en enero de 2003. Era el gemelo de Robin, que le sacaba treinta y cinco minutos. Para reconocerle había que escucharle, él tenía la voz más aguda de todos –a su lado Asaf Avidan se hubiera parecido a un bajo en los Coros del Ejército Rojo, con abundante barba y caja torácica de 3m de circunferencia-. Maurice, a diferencia de su joven hermano Andy, le daba más bien al alcohol, cuyo consumo excesivo terminó deteriorando su salud, llevándole a fallecer por una oclusión intestinal.
En 2012, nueve años después que su hermano gemelo, Robin añadió su nombre a tal funesta lista. En su caso, nada de vicios, era abstemio y vegano. No por ello era un tipo del todo sano, ya que declaró muchas veces ser amigo personal de Tony Blair y posteriormente de Gordon Brown, que a su vez decía ser fan absoluto de Bee Gees –la de bobadas que hay que soltar con tal de captar votos…-.
Total, en 2014 sólo queda Barry, el principal cantante de la banda. Culpable de que un joven tomate no diera ni una con las chicas a finales de los 70’s. Es que esto es un misterio. A mi derecha, Barry Gibb, con voz de falsete insoportable y barba sospechosa. A mi izquierda, John Travolta, payaso con fiebre gesticulando de forma cutre al son de las canciones de los Bee Gees –sé sincero, alguna vez has visto en una película a un actor con pinta más cretina que Travolta en Saturday Night Fever?-. En el medio, el colmo de la música disco insípida y cero alma, cuando por el mismo precio te hacías con discos de Devo, Clash o Suicide –ya no me atrevo a mencionar al grupo de mi querido Johnny Rotten, que luego dicen que lo mío es enfermizo-.
Bueno, entiendo que no podían no estar en este blog. Los más de 200 millones de discos vendidos avalan cierta idea de una música que desataba locuras. Yo no participé de ellas, pero no me impide reconocer una producción brillante y unos arreglos de lujo. Hasta escucho con cierta nostalgia How Deep Is Your Love, a pesar de que sólo ofrecía cuatro minutos de lento para pillar un beso. Ya, yo necesitaba un tiempo extra, para ello Hotel California o I’m Not In Love, de 10cc eran perfectas. Otros tiempos.
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