The Animals – The House Of The Rising Sun

Qué hacías el 18 de mayo de 1964? Hay fechas así señaladas, recuerdas perfectamente lo que estabas haciendo ese día, dónde estabas, y cómo ibas vestido. 20 de julio de 1969, 12 de julio de 1998, 11 de septiembre 2001, 11 de marzo 2004. Yo, el 18 de mayo de 1964, recuerdo perfectamente que estaba babeando en mi cuna, vistiendo pijama Babygro primaveral, tirando plácidos pedetes, sonoros pero inocuos, intuyendo que algo grande se estaba cociendo para el futuro de la música rock, en un estudio de grabación UK. Cuánta razón tenías Fiouck, como siempre –juas-. Nada menos que The Animals grabando su particular versión de The House Of The Rising Sun, legendario cover que les hará grandes para la eternidad, y que meció mis primeras siestas.

Como todas las canciones míticas, tiene una historia llena de anécdotas. Primero, porque no se sabe bien quien la acunó por primera vez. Segundo, porque tampoco –había un segundo, pero se me ha olvidado, si me acuerdo, te lo digo-. Hay múltiples fuentes, siendo la más verosímil –oye, lo que digan ellos, yo tan pancho en mi Babygro- una del folklorista Alan Lomax, autor en 1941 de un songbook llamado Our Singing Country, en el que escribe que la melodía procede de una balada inglesa tradicional,  con letra de una pareja del Kentuky, Georgia Turner y Bert Martin. Qué les pasaría a esta gente, que tuvieron que escribir una canción sobre un antro, lugar de perdición habitual de la población masculina bebida. Desde principios del siglo XX, la expresión Rising Sun se ha estado empleando para hablar de lo prohibido, uff, burdeles… jatetú. Sin embargo otras fuentes hablan de The Rising Sun como de una cárcel para mujeres. Pero si las mujeres son muy buenas, ¿para qué cárceles para ellas?… La grabación más antigua conocida data de 1934, de Tom Clarence Ashley y Gwen Foster. Algunos proponen la grabación de 1928 por Texas Alexander, pero, aunque tenga el mismo título, se trata de una canción muy distinta. Ojo, que a mi no me la cuelan.

Luego el tema tal como lo conocemos más o menos, es sujeto a una multitud de versiones. Como si cualquier aspirante a su trozo de historia en la música popular, tuviera que cantar The House Of The Rising Sun como examen de entrada. A principios de los 60’s, Dave Van Ronk, amigo de Bob Dylan y profesor de guitarra del King of Folk, realiza una nueva versión, acaparándose de forma dudosa y un tanto atrevida la paternidad moderna del tema. Un poco osado, sabiendo que antes del él, ya la cantaron artistas como Georgia Turner (1937), Woodie Guthrie (1944), Judie Collins (1959), Charlie Byrd 81960), Joan Baez (1961), Pete Seeger (1961), Nina Simone (1962). En 1962, Bob Dylan graba su propia versión, para su primer álbum, homónimo. Una vez a punto de ser publicado, va a ver a su amigo Van Ronk para pedirle autorización –en plan “quiero quedar bien, que no venga Fiouck, cincuenta años después, diciendo que soy un capullo”-, pero resulta que este se niega. Que más da, uno es una leyenda, otro un defenestrado, el primero pasa del segundo, y el disco sale con el tema, eso sí, de forma bastante discreta. Durante los siguientes cuarenta y nueva años, una infinidad de cantantes y grupos la van a interpretar en una multitud de idiomas, hasta el rey de la música Khmer, dios vivo del pueblo camboyano, Sinn Sisamout/h, gran mezclador de la tradición khmer con los sonidos blues y rock’n’roll.

portada house of the rising sun

Pero volvamos a The Animals. En 1963, Eric Burdon, cantante del grupo, en plena gira UK como telonero de Chuck Berry, escucha una versión de la canción en un bar, interpretada por un cantante folk llamado Johnny Handle. El mismo día –realmente no sé si fue el mismo día o a la semana siguiente, sólo pretendía transmitir la ansiedad del genial cantante- la incorporan al repertorio de su actuación durante los conciertos. Y la tocan como nadie y como nunca. La leyenda –uch, cómo me gusta la leyenda en el rock- cuenta que Bob Dylan la escuchó por primera vez estando en su coche y que estuvo a punto de darse una leche por el salto que dio, reconociendo tiempo después lo mucho que le gustaba la versión de The Animals.

Luego me echarán la culpa por no hablar de todo lo que va a seguir en la carrera de The Animals, como si esta se detuviera con la grabación de The House Of The Rising Sun el 18 de mayo de 1964, y su posterior publicación mes y medio después. Claro que no, The Animals figuran en el gran árbol del rock, al principio de una de los 4 ó 5 ramas principales. Es un grupo fundamental, esencial. Pero ahí está La Casa Del Sol Naciente. Rolling Stone la situó en el #122 de su lista de las 500 canciones más importantes de todos los tiempos. Llegó al #1 en UK en julio de 1964, y al #1 en los US en septiembre del mismo año, el primer #1 de la invasión británica que no era de los cuatro sosos. Coño.

Sólo añadiría algo acerca del grupo. Eric Burdon, leyenda viva del rock como fucking way of life. Este tipo nació para ser cantante de rock, con su voz ronca, rota, poderosa, negra y cálida. Escucharle es bueno, ayuda a recordar quien sobra, que son muchos.

 

 

Escucha algunas de las mejores canciones de The Animals

 

Jacno – Rectangle

Cuando Debbie Harry alias Blondie cantaba “Denis Denis, oh with your eyes so blue/Denis Denis, I’ve got a crush on you«, en 1978 en su primer hit europeo, un rumor persistente hasta hoy explicaba que el Denis en cuestión no era otro que Denis Quillard, francés parisino nacido en 1957, músico de culto injustamente tratado por los medios –es decir, olvidado-, precursor y novador, padre de la escena punk y new wave gala, desgraciadamente fallecido de un cáncer hace cuatro años.

A Denis Quillard se le conocía por su mote, Jacno, que había “robado” al artista pintor del mismo nombre, autor del logo de la marca de cigarros francesa Gauloises. Yo de joven llegué a fumar esta marca barata, tabaco negro áspero que, al levantarte por la mañana, te destrozaba la garganta si por desgracia no te había dado tiempo a tomar un café.  Después del primer café, sólo te la arrancaba malamente. Eso sí, había una franja –pequeña, pero interesante- de la población femenina, al que le gustaba la idea de salir con un chico que fumaba Gauloises, qué cosas… En fin, total, céntrate un poco Fiouck.

Jacno siempre iba adelantado a su tiempo, de ahí el continuo desencuentro con la mayoría de los periodistas y el gran público. Claro que tenía a sus seguidores, en especial Alain Pacadis, cronista musical dandy de leyenda, night clubber feo y sucio, pilar cultural del diario Liberation –una especie de Diego Manrique, pero versión trash-, que tratará por todos los medios de hacer de Jacno un Elvis dios vivo –Pacadis se pasaba con la leche de soja-. En 1975, Jacno conoce en una manifestación estudiantil a una guapa uruguaya, llegada de Sudamérica cinco años antes, Elli Medeiros. Flechazo -la verdad es que la chica, hoy esposa de Brian de Palma, está guapísima-. A partir de ahí van a vivir como en una película, a cámara rápida. Ese mismo año, crean el grupo Stinky Toys –el nombre es un mix de la famosa marca de cochecitos de plástico Dinky Toys y del grupo punk neoyorquino The New York Dolls-, sacan un par de álbumes con canciones menos punk que rock enérgico pero más elegante –Jacno se parece más a David Bowie que a Johnny Rotten, por eso le gustaba tanto a Debbie Harry-. Los discos no venden, pero su fama en el underground parisino y hasta londinense crece. El 20 de septiembre de 1976, invitados por el manager de los Sex Pistols, el inefable Malcolm McLaren, participan con otros siete grupos en el mítico mini festival The 100 Club Punk Special: Sex Pistols, Clash, Buzzcocks, Siouxsie, Vibrators, Damned. ¡Wow!.  La experiencia fue nefasta, el ambiente desastroso, pero para el curriculum, mola.

Jacno primer punk francés

Ante la falta de reconocimiento y ventas, el grupo se separa, y Jacno aprovecha para sacar un álbum en solitario, en su día nuevamente ignorado, cuando ahora se lo considera como esencial en la evolución de la música rock del país vecino. El disco sólo contenía cuatro canciones, instrumentales, más un tema cantado por Elli Medeiros, con su voz tan alta. Con este disco, Jacno se apropió del legado de Kraftwerk, componiendo cuatro canciones con sonido sintético, frio, repetitivo, hipnótico al vez que melódico. El artista lo hace todo, sintetizadores, guitarras, batería, composición, arreglos y producción. En la portada del álbum, se le ve con un Dinky Toys en la mano. Treinta y cuatro años más tarde, el disco no ha envejecido un ápice, podría ser Air, o Daft Punk – que lo habrán escuchado y re-escuchado-.

En 1980, vuelve a formar un dúo con su amiga, Elli & Jacno. Publican algunos discos con algo más de éxito, pero lo vuelven a dejar en 1985. Jacno sigue con su carrera en solitario, a la vez que empieza a producir algunos artistas franceses con los que conoce, por fin, cierta fama, aunque indirecta. En 1989 saca un nuevo álbum, “T’es loin, t’es près”, que contiene el tema «C’est une chanson», que me gusta mucho, con ese estribillo pegadizo, bonita melodía un tanto nostálgica, que dice: «C’est Une Chanson ….. sur le temps qui passe…. le temps qui file et nous menace…», “Es una canción… sobre el tiempo que pasa… el tiempo que se va, y nos amenaza”. Aff…

 

 

Escucha el disco Rectangle, de Jacno

John Mellencamp – The Lonesome Jubilee

Cuarenta millones de álbumes vendidos, veintidós top 40 en los US, siete #1 en la lista Mainstream Rock Tracks de su país –record hasta la fecha-, nominado a 13 grammys, incluido en el Rock’n’Roll Hall of Fame en 2008, rey del folk rock. Springsteen? Tom Petty? Bob Seger? Dylan? Na. Y si no fuera por el título del post arriba, lo más probable es que no se te ocurriría nadie más. Porque John Mellecamp no ha sido nunca una estrella como otros. Es más, casi toda su vida ha sido comparado con esos otros, en especial con el Boss. El Bruce Springsteen del pobre se le llamaba, por su fiel compromiso con los más humildes, la América de los obreros y los más modestos.

John Mellencamp nace en el campo, en un pueblo llamado Seymour, Indiana, en 1951. Aunque fue siempre muy discreto sobre su infancia y sus orígenes, se sabe que sale de un entorno muy rural, de estos donde aprendes rápido que va a tocar trabajar y y luchar a diario. De niño se le tuvo que operar de un trastorno llamado espina bífida, del que sale perfectamente. Desde muy joven se sintió atraído por la música, y ya con catorce años tenía su primera banda, Crepe Soul. De carácter rebelde, pronto las autoridades locales aprenden a lidiar con él, sus borracheras y peleas. Con dieciocho años, se marcha del pueblo con su novia embarazada, Priscilla Esterline –John Mellencamp será padre en 1970, y su hija, Michelle, dará a luz diecinueve años más tarde, convirtiendo al músico en abuelo con tan sólo 37 años-. Se casan, viven durante algunos años de pequeños trabajos, y terminan mudándose a Nueva York en 1975 para cumplir con su sueño de vivir de la música.

En la gran manzana, le descubre el manager de David Bowie, Tony De Fries, que le rebautiza Cougar –él no quería, pero le dieron a entender que era esto o nada- y le hace firmar un contrato con el sello MCA. Graba un primer álbum que no deja de ser confidencial, Chestnut Street Incident. Graba un segundo disco que De Fries decide no publicar por lo que MCA decide fulminar al músico. Por suerte logra sustituir a su manager por el de Rod Stewart, Billy Gaff, y firmar con otro sello que cree más en él. Lo mandan a Londres para grabar un tercer álbum que sólo se publica en UK, A Biography. Contiene una canción que se convierte en exitazo en Australia, I Need a Lover, que Pat Benatar versiona en su primer disco In The Heat Of The Night. La canción vende más de un millón de copias. John Cougar se empieza a hacer un nombre.

De vuelta a Estados Unidos, saca dos álbumes más, de los que se extraen algunos singles que entran en los charts, avergonzando a su autor, que dirá de ellas algunos años más tarde “eran canciones pop estúpidas, no hay que darlas más crédito”. En 1982, se edita el disco American Fool, con dos canciones que hacen historia –bueno, la de Mellencamp-, al subir ambas en lo más alto de las listas, Hurts So Good y Jack & Diane. Con el éxito –cinco millones de copias vendidas- obtiene de su discográfica el poder asociar su apellido a su nombre de artista, y se convierte en John Cougar Mellecamp cuando sale su séptimo disco, Uh-Huh. Para la grabación, logra asociarse con algunos músicos que en Rolling Stone se calificó como “la banda live más poderosa y versátil nunca reunida”. Sigue una gira triunfal por los US. Pero sigue siendo el otro Boss, o el otro Bob.

Paper

En 1985 sale Scarecrow, que sube hasta el #2 de las listas, con cinco singles que entran en el top 40 y un sonido “country alternativo” novedoso. En esta época Mellencamp se engrandece al lanzar, con la ayuda de Willie Nelson y Neil Young, los conciertos benéficos llamados Farm Aid, destinados a recolectar fondos para los más damnificados del mundo rural. Pero es con su noveno disco, The Lonesome Jubilee, publicado en 1987, que Mellencamp deja de ser el “otro”. Primer disco con su verdadero nombre, The Lonesome Jubilee le convierte esta vez en el estandarte, el artista con el que los demás se comparan. Tras nueve meses de grabación y arreglos, se edita el álbum más emblemático de la carrera de Mellencamp. Éxito de ventas en muchos países, es ante todo su obra más personal, más comprometida. La voz de los pequeños, los olvidados. Historias de sueños rotos, ilusiones truncadas, oportunidades perdidas. Abre el disco la bomba Paper in Fire, #1 en los US cuando salió. Wow, cuánto me gusta esta canción. Rock’n’Roll.

 

 

Escucha Paper in Fire, de John Mellencamp

Propaganda – A Secret Wish

Hoy lunes otoñal, tristón. Habrá que acostumbrarse, lo más normal –que por mi no sea- es que la cosa no mejore antes de unos cuantos meses. Buf, cuánto lo odio. No entiendo a la gente que se alegra por los cambios estacionales, la lluvia, algo de frio. Si por debajo de 28 grados no hay vida de la buena. Sólo hay supervivencia. Ahora quedan seis meses de silencio gris y gélido, con esa única pregunta, un día tras otro, “what the fuck estoy haciendo aquí?”. Quiero sol y calor de nuevo, parece que empezó ayer a hacer bueno… Y ya que estamos con las plegarias, súplicas y ruegos, vamos a flagelarnos como humildes penitentes musicales que somos, con la banda posiblemente más representativa de cierto sonido ochentero, Propaganda.

Venga, no huyas. Los ochenta fueron un laboratorio meritorio, torpe filtro de miles de sonidos nuevos, poderoso embudo para allanarle el terreno a los 90’s, tan serios y académicos. A mediados de los 80’s, en esa avalancha de obreros ególatras de la new wave, el synth pop y la electro naciente, Propaganda se lleva parte de la palma, pero gracias a ese no sé qué en el sonido que les aparta del camión escoba, casi treinta años más tarde se les puede seguir escuchando sin sentir vergüenza. He dicho escuchar, no verlos. Más allá de las modas y las corrientes musicales propias de esta década, hay una cosa que todas tenían en común, eran los clips vídeo: ¿cómo se podían realizar semejantes engendros, y cómo éramos capaces de verlos a plena luz de día sin que te entrasen arcadas? En fin, a lo que iba, en 1984, irrumpe, desde Alemania, una banda new wave industrial novadora, que invade las radios, las discotecas –cierto, no todas, digamos que las dignas-, los tocadiscos, las tiendas y las camisetas. Hijos predilectos del sello ZTT de Trevor Horne, Propaganda no nace de las aspiraciones y la mente de adolescentes febriles, sino de las ganas de dos productores geniales, Ralph Dörper y Andreas Thein, de resolver su jubilación.

Propaganda

En 1983, los dos músicos reclutan a Michael Mertens, batería, y Claudia Brücken, cantante. Se inspiran en la new wave y la synt pop, a la vez que añaden toques de rock industrial, chill relajante –aunque en esta época el término todavía no se usa para la música-, y algo de música dance. El mix es explosivo y funciona a la primera. En 1984 se publica el primer single, Dr. Mabuse, que se convierte instantáneamente en éxito de ventas en Alemania y UK. Algunos meses después, sueltan otros dos hits más, Duel y P-Machinery, incluidos los tres en el primer álbum del grupo, A Secret Wish, lanzado en 1985. En este disco también había más joyas, que no tuvieron tanta suerte, pero no es de recibo que la historia no le haya hecho un hueco a Jewel –cuyo remix de más de 6 minutos te dejo escuchar abajo-, sin duda el mejor tema de Propaganda.

Luego les pasó los que les pasa a las bandas creadas artificialmente, no supieron mantener el listón alto, se perdieron en elucubraciones musicales sin mucho sentido. Claudia Brücken lo intentó en solitario en los 90’s, pero sin éxito, aún contando en alguna ocasión con la presencia de Martin Gore a la guitarra.

Qué se le va a hacer, ¿fucking ochenta’s eh?

 

 

Escucha los mejores temas del disco A Secret Wish, de Propaganda

 

Les Rita Mitsouko – The No Comprendo

Les Rita Mitsouko. El primer concierto que me impactó de lleno. Corría el año 1981 –creo-, llevábamos poco oyendo hablar de este dúo transgresor, yo era incapaz de nombrar o tararear una de sus canciones, pero ya tenían un aura de frescura inconformista que no dejaba de sorprender para una banda francesa. Así que cuando nos enteramos de que se venían a mi ciudad -¡¡a mi ciudad, era como ser de Burgos y tener a Suicide tocando en alguna sala municipal en los 70’s!!-, compramos nuestras entradas religiosamente, contando los días hasta el día D, como los niños antes de su cumpleaños. Y llegó el día.

Habían elegido una sala que ni conocía, llegamos bastante antes, no vaya a ser que hicieran overbooking. Tsss. Así que nos situamos, no delante del todo, pero muy cerca del escenario, y casi centrado. Fue un mazazo en toda regla. En mi –corta- vida había visto y escuchado algo semejante. Era como hacer borrón y cuenta nueva de toda la música que me gustaba. Fred Chichin, el guitarrista, estaba sentado detrás de la cantante, con un Revox –claro, con tanto Smartphone nos hemos olvidado de los fundamentos, un Revox era un lector de cintas de audio muy grandes- reproduciendo la batería, especie de caja de ritmo pre digital. Iba vestido íntegramente de bolsas de plástico del ultramarino de al lado, marca Felix Potin –sería algo así como los Spar de aquí, en más pequeño-. Y Catherine Ringer, la cantante, pasó parte del concierto sentada a horcajadas, ofreciendo sin ningún pudor su intimidad a los espectadores que curiosamente dejaban de bailar el pogo cuando se sentaba. El concierto fue un antes y un después, de repente parecía que en Francia también había artistas chalados, originales y talentosos, que no siempre tenía porque venir de UK –al mismo tiempo se publicó el mítico álbum Play Blessure de Alain Bashung, ya hablaré de ello más adelante, otro mazazo en la producción musical del país vecino-.

Fred Chichin y Catherine Ringer se conocen en la escuela, en 1979. Lo suyo es el arte en todas sus facetas. Tocan música y aprenden a bailar, mientras ella rueda en algunas películas pornográficas para ganarse la vida. La profesora de baile es una joven bailarina y coreógrafa argentina, Marcia Moretto, que les acompaña en los escenarios en los primeros conciertos que dan. Se bautizan Rita Mitsouko, Rita por la actriz Rita Hayworth, y Mitsouko que significa misterio en japonés -pocos años después añadirán la particula Les delante, después de comprobar que el público creía que era el nombre de la cantante-. Desgraciadamente Marcia se muere de un cáncer fulgurante, con tan solo 32 años. Algunos años más tarde, Les Rita Mitsouko se hacen famosos con el tema Marcia Baila, en homenaje a su amiga fallecida. Esta canción se convierte en un hit, iconoclasta y alegre en su composición, trágica en su letra. A partir de ese momento y hasta el fallecimiento del guitarrista en 2007, Les Rita Mitsouko se hacen con el estandarte de una Francia musical que no se resigna a escuchar la pop sosa nacional o de fuera.

rita

En 1986, el dúo saca The No comprendo, su mejor álbum, del que se extraen los tres singles que forman parte de la leyenda del grupo: C’est Comme Ça, Andy, Les Histoires d’A. El disco se graba en el domicilio del grupo, proceso íntegramente rodado por Jean Luc Godard, el cineasta de la Nouvelle Vague de los 60’s por excelencia, cuyo resultado se montó como película, Soigne Ta Droite. Producido por Toni Visconti –sí, el de Bowie y de T-Rex en los 70’s-, el álbum es un exitazo en Francia. Rock, funk, punk, ofrece una variedad de canciones irrepetibles e inimitables, locas y barrocas. Obra maestra en su género, Rolling Stones lo clasificó como el séptimo mejor disco de rock del país. Un torbellino gozoso.

Venga, dale fuerte, luego zumito y a misa. C’est comme ça.

 

 

Escucha las mejores canciones de The No Comprendo, por LEs Rita Mitsouko

Peter Gabriel – La Última Tentación De Cristo

No he visto nunca La Última Tentación de Cristo, la película de Martin Scorsese. No la vi en su día, tal vez ahora con la edad me dejaría tentar. La vería porque este señor es de mis directores preferidos, posiblemente ese sea el único largometraje suyo que no he visto. Respeto su elección de indagar en la vida de Jesucristo para plasmarla en una película –digo respeto como si yo tuviera algo que decir, ja-. También respeto a la gente que la vio, por los motivos que fueron, creyentes o no. A mi no me llegó, no me interesaba, no es lo mío, simplemente. Como a muchos, me repugnó la movilización de cierto sector católico en contra de la película, aunque parece que hace ya décadas. Ojo, no es que hayamos mejorado en todo este tiempo, mira las viñetas con las caricaturas de Mahoma, casi se dejan la vida en ello los dibujantes, vomitivo.

Pero sí me compré el disco, nada más publicarse. Primero el vinilo, luego el CD. Es de estos álbumes que me llevaría a cualquier sitio, es de una belleza inaudita. Peter Gabriel alcanza en esta obra la cumbre de su carrera. Ya volveré a dedicarle a este genial músico un post entero, sobre su vida y dedicación a la música, primero como miembro de Genesis, luego como artista en solitario, finalmente como fundador del sello Real World, que ha hecho más para la música que todas las gesticulaciones de muchas estrellas a lo largo de los últimos lustros. Hoy sólo quiero centrarme en esta banda sonora, hermosa a más no poder. Es raro poder desvincular una BSO de su película, normalmente una no va sin la otra, pero Peter Gabriel lo logra magistralmente.

[Ya van tres escuchas del tema It Is Accomplished, buf…]

Passion

Cuando Scorsese le encarga la composición de la banda sonora, lo hace con conocimiento de causa. Cuatro años antes, el artista había creado la música de la película Birdy, de Alan Parker, con Mathew Modine y Nicholas Cage –algún problema en decir que se trata de una de mis películas preferidas?-, su primera incursión en el cine, en colaboración con Daniel Lanois. En esta época, Peter Gabriel está en pleno lanzamiento de su sello, sabe que con este encargo, Scorsese le ofrece una ocasión única de darlo a conocer al mundo entero.

Buceando por las músicas del mundo, esencialmente del próximo oriente, pero también de África y Asia, creando un puente entre Occidente y Oriente de una inteligencia pasmosa, Peter Gabriel logra una alquimia perfecta, reuniendo músicos de mil orígenes y culturas, todos al servicio del amor y la emoción. Una obra musicalmente sobrecogedora, cautivadora, embriagadora, con el arte de Billy Cobham –batería de jazz de Panama-, Jon Hassell –trompetista americano-, Youssou N’Dour, L. Shankar, Nusrat Fateh Ali Khan –si has llegado hasta aquí y no sabes quien es Nusrat, lee este post-. Con esta BSO, Peter Gabriel se inventa una especie de folklor imaginario, con una instrumentalización magistral. Es lírico, es casi místico, es inmenso.

Wow. C’est beau, merde.

 

 

Escucha los temas más emocionantes de la BSO de La Última Tentación de Cristo, por Peter Gabriel

 

Midnight Oil – Beds Are Burning

El Gigante Verde. A Peter Garrett se le apodó desde el principio con este mote por su talla -1m93- y su compromiso con el medio ambiente. No, no soltaré el chiste de las calabazas, porque el líder de Midnight Oil se merece respeto –me haré viejo?-. Raras veces un artista ha utilizado su condición de rock star para defender sus principios ecológicos y humanistas como lo hizo este hombre. Y lo sigue haciendo. Una vez retirado de la música, se metió de lleno en la política de su país -fue varias veces músico de distintos gobiernos-, y se involucró especialmente en el reconocimiento de Australia a su población e historia aborigen. Aunque le deba mucho a la música, Peter Garrett es hoy en día uno de los pocos personajes australianos conocidos fuera de sus fronteras por su acción social y política.

Midnight Oil. El nombre viene de una vieja expresión, Burning the midnight oil, que se refiere al aceite de lámpara que se utilizaba antaño cuando uno necesitaba trabajar hasta tarde. Esta misma expresión utilizó Jimi Hendrix en su canción Burning of the Midnight Lampo. Y trabajar mucho Peter Garrett sabe lo que es. Su padre falleció cuando era joven, y su madre murió en un incendio cuando estaba en la Universidad, por lo que se tuvo que hacer cargo de sus hermanos. En 1971, recién cumplido los dieciocho años, se incorporó a una banda llamada Farm, como cantante. Al principio más como pasatiempo que otra cosa. Pasan los años, con mini giras sin salir de Australia, pero no es hasta 1976, una vez licenciado, que Peter Garrett se lo toma en serio. Cambian el nombre por el de Midnight Oil, crean un sello para auto-editarse, Powderworks, pasan a endurecer su sonido, y empiezan a crecer en el panorama musical del país.

De 1978 a 1982, Midnight Oil va a sacar un álbum por año, aunque si se hacen medianamente famosos, se lo deben esencialmente a sus actuaciones en vivo, poderosas y brutas. Fuera de sus fronteras, la música de estos canguros del otro extremo del planeta no cuaja, por demasiado simplista. En 1984, con el disco Red Sails in the Sunset, Midnight Oil sube un escalón. La portada del disco muestra una ciudad de Sydney devastada por una bomba atómica, para acompañar e ilustrar el combate de Peter Garrett contra cualquier uso de la energía nuclear -durante muchos años el cantante será un incansable anti ensayos nucleares franceses en el pacífico-. El disco se coloca en el #1 de las listas del país. Sin embargo a Peter la fama no le come el coco, y a petición de la banda aborigen The Warumpi Band, pasa casi un año entero en el legendario bush australiano.

Diesel

Y llegó Diesel & Dust. En 1987, Midnight Oil saca su sexto álbum. El disco de la consagración, ya no a nivel de su país, sino del mundo entero. Tuvo varios méritos, a parte de ser un disco musicalmente enorme, sirviendo un rock bruto y épico. Muy centrado en la lucha de los aborígenes para devolverles un sitio social y cultural en un país cuya política en su contra no estuvo muy lejos del apartheid africano, el mundo descubrió un pueblo ignorado, con derechos denegados, y un sufrimiento no propio en un país desarrollado. Más de 15 millones de ejemplares se vendieron en el mundo, y yo recuerdo el vendaval Midnight Oil como si fuera ayer. Claro que se lo debe mucho a la canción que abría el álbum, Beds are Burning, incluida en las 500 canciones que forman parte del Rock & Roll Hall of Fame. Muy comprometida políticamente, hablaba de devolver a los aborígenes las tierras que las autoridades australianas les quitaron a lo largo de la expansión colona por la isla. Es indudablemente uno de los himnos más cantados en Australia, hasta el primer ministro John Howard, declaró durante los JJOO de 2000 que era su canción preferida de Midnight Oil –el grupo la interpretó con la palabra Sorry pintada en sus trajes durante la ceremonia de cierre-. Ese mismo John Howard que siempre se negó a pedir disculpas al pueblo aborigen. Se ve que queda mucho por hacer, pero, en nombre de todos los Fioucks, gracias Peter Garrett por intentarlo. El rock debe ser eso, concienciar y reclamar. Y lograr.

 

 

 

Escucha Beds are Burning, de Midnight Oil