Joshua Bell – Meditación de Thaïs

Ays calimeros del lunes… vale, algo suave par iniciar la semana. Violín, nada mejor que un poco de violín para aclararse las ideas y disipar restos de copas. Sobre todo si el violinista es Joshua Bell y el violín un Stradivarius.

Jóvenes violinistas prodigios ha habido muchos a lo largo de la historia. Basta con entrar en youtube y buscar vídeos de niños dándole al arco, plétora. Cuántos llegan a ser grandes músicos de verdad? Pocos. Los metes en un embudo, y al otro lado es un goteo muy lento de grandes talentos. Gil Shaham, Leonidas Kavakos, Maksim Vengérov, los virtuosos actuales, todos con “derecho” –y bolsos bien repletos- a tocar un Stradivarius. Pero hay un peldaño más en la escalera hacia el cielo, y ahí está Joshua Bell, el elegido, con su pinta de niño bien, su cuerpo atlético, su sonrisa sexy, campeón nacional de tenis con diez años, capaz de encestar treinta veces seguidas en baloncesto. Un súper dotado en todo lo que se propone.

Alumno de Josef Gingold –ruso judío establecido en los US, hasta su muerte en 1995 considerado como el mejor profesor con el que podía soñar un aprendiz-, Joshua Bell se produce con catorce años como solista con la Orquesta de Filadelfia, dirigida por Riccardo Muti. Impone el dato. A partir de ahí, su carrera está repleta de acontecimientos superlativos. Carnegie Hall con diecisiete años, primer Grammy con veintiséis, primera banda sonora original con treinta y uno –para la película canadiense el Violín Rojo-. Hace dos años aceptó dirigir la Academy of St Martin in The Fields, la mejor orquesta de cámara inglesa. Pasar de ser violinista a director de orquesta es un nuevo reto, al que no les fue del todo bien a ilustres predecesores como Rostropovich. Pero de momento, al igual que en cualquier otra actividad en las que invierte su tiempo, le va fenomenal.

En 2007, aceptó realizar, por cuenta del Washington Post, una experiencia única. Una fría mañana de enero de aquel año, se instaló en una estación de metro de la capital americana, y tocó durante tres cuartos de hora. De las 1.097 personas que pasaron delante de él –toda la escena se filmó con cámaras escondidas-, siete se detuvieron a escucharle, y sólo una mujer le reconoció, ya que había asistido pocos días antes a una representación del violinista por la que había pagado cien dólares. Aquel día le dio veinte más, de los treinta y dos que recaudó en total. Joshua Bell en el metro con su Stradivarius de 4 millones de dólares. ¡Nuestras prisas acabarán con nosotros!

Bell es el feliz dueño del Stradivarius llamado Gibson ex-Huberman. Fabricado en 1713 por el maestro lutier, fue robado dos veces. La segunda en 1936 por el músico Julian Altman, cuando era propiedad de Bronislaw Huberman. Altman esperó cerca de cincuenta años para restituirlo, después de confesar a su mujer que lo había robado él. En una ocasión que tuvo Bell de tocar con el violín, su dueño le dijo que lo vendía por cuatro millones de dólares, oferta que rechazó. Pero después de enterarse que lo iba a comprar un coleccionista alemán, se echó a llorar, vendió su propio Stradivarius –llamado Tom Tyler- por dos millones, y compró el Gibson ex-Huberman. El primer disco que sacó con el violín, Romance of the Violin, vendió cinco millones de ejemplares en el mundo. Una buena jugada.

Ladies

En 2004, Joshua Bell compuso la BSO de la formidable película La última Primavera, con dos enormes actrices, Judi Dench y Maggie Smith, que relata la historia de dos hermanas de los Cornualles ingleses que le salvan la vida a un náufrago polaco, que poco a poco recobra la memoria y su particular don para tocar el violín. Hay dos momentos que rozan lo sublime, cuando interpreta la pieza Meditación, de la ópera Thaïs del compositor francés Jules Massenet, y un tema creado especialmente para la película. Te dejo con los dos temas, magníficos.

Mademoiselle K – Jamais la Paix

Monte le son, jus d’orange et à la messe. Hoy domingo franchute. Una chica que llevo escuchando hace tiempo, Mademoiselle K. Chupa de cuero negro Schott Perfecto, corte de pelo Pat Benatar, botas de motera. Una Zaz con vaqueros rotos y dedo mayor levantado. Voz rock’n’roll, letra cuidada, guitarra Jazz Master 66 peleona. Mademoiselle K lleva encima todo el futuro rock femenino del país vecino, una Katerine para tomar el relevo de otra –Ringer, de los Rita Mitsouko-.

Nace en Francia, hija de inmigrantes polacos. Descubre la música en el colegio, en una “clase de despertar”, sueña con ser Directora de orquesta y lo intenta todo para lograrlo. Seis años de estudios de musicología en la Sorbonne. Suspende en el último examen. Francia pierde una artista clásica y gana una cantante rock. Muy resentida, lo plasmará en una de las canciones de su primer álbum, Ça sent l’été –Huele a verano-, en la que dice: Ah si j’étais aux Etats-Unis, J’pourrais m’acheter un gros fusil, Et faire péter les têtes, Des gars qu’j’ai eu au jury –Ay si estuviera en los US, podría comprarme una escopeta, y hacerles volar la cabeza, a los chicos del jurado-. Este primer disco, Ça me vexe –Me mosquea-, irrumpe en el panorama musical francés -2006- en plena renovación de la “chanson française”. Es rock del bueno, básico –guitarra, bajo, batería, voz- y con mucha rabia y energía.

Jamais La Paix

Dos años más tarde, publica el segundo, Jamais la paix. Misma receta, voz brillante, letra aguda, guitarra guitarrera. Francia se descubre una artista guerrera con una personalidad que irradia y el carisma de los grandes. Contiene la “zumito y a misa” song, del mismo nombre que el disco. Perfecta para un domingo soleado y resacoso. Venga quítate el pijama y abre la ventana, respira, dale a play.

En 2011 saca su tercer álbum, Jouer dehors. Una pequeña pausa, menos guitarra, no menos rock’n’roll, letra brillante, humor chirriante, sincero, justo, emocionante. Pierde su público inicial, pero se gana el reticente de los inicios. El primer tema del disco, Aisément –Fácilmente- tiene un estribillo pegadizo, en el que dice esta frase tan facilona y  acertada: “Y por qué cuando la cogemos y le damos la vuelta, la tierra sigue girando igual de mal”.

Claro, no podía faltar una canción dúo entre las dos nuevas estrellas musicales francesas, en 2011 Mademoiselle K y Zaz interpretan juntas el tema Me taire te plaire –Callarme gustarte-. No te la pierdas, la misa puede esperar.

 

 

 

Escucha algunas canciones de Mademoiselle K

 

Billy Paul – Me & Mrs Jones

Refinado, elegante, voz cálida –aunque como un Barry White que se hubiera dejado algo en las puertas del ascensor-, figura del soul, demasiadas veces olvidada injustamente, Billy Paul, que empezó como jazzman, fue uno de los grandes de la soul funk pop de las décadas de oro para el género, 60 y 70’s. Y pienso daros una oportunidad, en tres canciones, de corroborar lo que acabo de decir. De paso ver si estáis atentos.

Muy chiquitín, gracias a una madre apasionada de música, gran compradora de discos –para compensar los que descargas tú, ays-, adquiere rápidamente una soltura frente al micrófono. A los doce años ya estaba cantando en programas radiofónicos de la ciudad de Filadelfia, de donde era. Se ganó a pulso el derecho a producirse en clubs de la ciudad y luego a nivel nacional, en pequeñas giras durante los años cincuenta, en las que tuvo la enorme suerte de actuar antes o con artistas como Charlie Parker, Miles Davis, Nina Simone, Dinah Washington y otros muchos artistas de jazz consagrados.

Billy Paul

A principios de los 70’s –ya, se lo tomó todo con calma-, después de montar trios, bandas y formaciones, grabar y publicar tres álbumes, da en el clavo con un hit planetario, Me & Mrs Jones. Tres semanas seguidas #1 en los charts US a finales de 72, dos millones de copias vendidas en una nada, para una enorme canción soul, un clásico entre los clásicos, y eso que habla de adulterio. En el vídeo original –que no llega ni al millón de views en youtube, vergonzoso-, el amigo Billy tiene un porro en la boca que alucinas, hecho con un mínimo de 60 hojas del mejor OCB. Hoy subes un vídeo en el que se te ve fumar un canuto, y a los catorce minutos tienes a cincuenta agentes del CNI destrozando tu puerta para llevarte a no sé sabe qué agujero negro de los limbos sin mapa. Cuánto hemos regresado, da miedo.

Después de saborear algunos años un papel inesperado de estrella, vuelve a marcar pautas, con una versión I N M E N S A de Your Song, de Elton John. La cumbre de la música soul pop groove funk. Puedo escucharla diez veces seguidas sin cansarme –de hecho ya van cuatro mientras escribo este post-, con este tema bailaré igual hasta que se apague la luz. La canción perfecta, que me da una alegría como pocas, más aún que A Funky Space Reincarnation, del gran Marvin Gaye. Ayayayayaaaaaaa…

Y por último, War of the gods, regalo extra del post de hoy, una canción increíblemente bonita, de cerca de diez minutos –merece la pena esperar los 2’50” de intro, créeme-. Empieza como una hermosa balada melancólica, termina de la mejor manera posible, funk alegre y energizante.

Billy Paul, ochenta años el año que viene. Sepas que tienes un fan aquí en Madrid. Ve en paz, eres un puto crack.

 

 

Escucha las mejores canciones de Billy Paul.

Pixies – Doolittle

Frank Black tiene la cabeza como un M&Ms cacahuete amarillo. Lo sé, me acabo de comer uno. La pequeña M impresa en blanco en la chuche va por “Mística alienígena”. Porque cuando no compone ni canta, Frank Black habla de ovnis y distorsiones espacio temporales. También de extraterrestres, planetas lejanos, y cosas así. Oye cada uno con sus creencias y cositas verdad? Yo por ejemplo, como M&Ms, los de cacahuete y de cualquier color. La M de las mías es por “Menudo post más raro Fiouck, céntrate un poco”. A lo que iba, hoy toca celebrar a uno de los grandes, hacía mucho que el blog no volvía a la década de los milagros, los lustros prodigiosos, los mal llamados 80’s. Ja. Pixies, hoy toca Pixies. Qué grandes.

La segunda parte de los 80’s les pertenece casi entera. La apisonaron con su talento y creatividad inmensos. En 1984, Frank Black, que en esa época se llama todavía Charles Michael Kittridge Thompson IV –con cabeza de Jelly Beans-, conoce en la universidad a su amigo de toda la vida, Joey Santiago. Frank es fan de música de los 60s –los cuatro sosos de Liverpool y Donovan entre otros, a parte de haber pasado múltiples veranos en campamentos religiosos donde escuchaba rock cristiano-, mientras que Joey sólo escucha punk rock y Bowie. No es difícil adivinar quien le enseñó al otro. Empiezan a componer temas y publican un anuncio para reclutar a un bajista, en el que solicitan un músico al que le guste Hüsker Dü y Peter, Paul & Mary, dos estilos claramente opuestos. Se presenta Kim Deal, guitarrista, que no bajista, y recién casada. Queda muy bien eso de decir “supimos a la primera que era ella la que buscábamos”, cuando en realidad, fue la única en contestar el anuncio. Luego se les junta David Lovering, amigo del marido de Kim. Para escoger un nombre, Joey mira en el diccionario que siempre le acompaña –era filipino, nacido en Manilla- y se detiene en la palabra Pixie –en español, un elfo pequeñito-. Dan un primer concierto en Boston en septiembre 1986, como teloneros de The Throwing Muses. Después de su actuación, se les acerca Gary Smith, afamado productor musical, que, según la leyenda, les dijo nada más darles la mano: “no podría conciliar el sueño hasta que no fuerais mundialmente famosos”. Estos rockeros, menudos románticos. Se encierran tres días en un estudio, del que salen con dieciocho canciones y varias cassettes para enviar a discográficas y medios. Le llega una a Ivo Watts-Russell, dueño del mítico sello 4AD, no se queda impresionado pero su novia de aquel entonces le convence de firmarlos. Le puede dar las gracias. De los dieciocho temas, se quedan con ocho para grabar un EP, llamado Come On Pilgrim. A la hora de imprimir la funda, Charles Michael Kittridge Thompson IV decide llamarse Black Francis -Frank Black cuando inicie su carrera en solitario-, y Kim Deal, Mrs John Murphy –nombre de su marido-.

Pixies-Doolittle

El EP tiene ya todas las características del estilo Pixies. Punk rock y surf, letras raras (incesto, onanismo, religión, etc), mezcla de inglés y español, bajo poderoso, guitarra torcida y frágil, batería omnipresente. Y la voz de Black Francis, aguda y grave, suave e histérica. Muchas de las canciones son construidas según el mismo esquema, un ritmo lento que explota durante el estribillo. El año siguiente, 1987, publican su primer verdadero álbum, Surfer Rosa, el disco de cabecera de Kurt Cobain –Pixies fueron la mayor influencia de Nirvana-. Varios medios musicales –Melody Maker y Sounds- lo declaran nada más publicarse como el disco del año. Al igual que el EP, el álbum mezcla con infinito talento muchos estilos, con dos singles de éxito, Gigantic –una de las pocas canciones escritas por Kim-, y Where is my mind, la canción posiblemente más famosa de la banda. Después de una enorme primera gira por toda Europa –¡por qué no fui!-, con grabación de una Peel Sesions incluida, vuelven a los US para grabar un segundo disco. Doolittle. Indudablemente el mejor de los cuatro que publicó Pixies, con una cantidad increíble de éxitos y canciones con estilos tan variados para la eternidad. Here comes your man, Monkey gone to heaven, Hey, Debaser, Tame… Forma parte de la leyenda rock desde entonces, difícil no incluirlo en el top 10. En la lista de los 500 discos más grandes de la historia de la música, Rolling Stones lo sitúa en el #266, cuando debería estar mucho más cerca del Nevermind de Nirvana, del London Caling de The Clash o el Nevermind the Bollocks de los Sex Pistols. Un álbum majestuoso. Wow.

 

 

 

Escucha las mejores canciones de Pixies.

 

Louis Prima – I’m Just A Gigolo

Tenía una voz de negro, tocaba la trompeta como un negro, se reía como un negro, pero bailaba como un italiano. Ays, nadie es perfecto. Bueno más que italiano, era hijo de inmigrantes sicilianos –shhhhh, que te podrían oír-. Nació en 1910, en la Nueva Orleans, y ahí se crió, en un barrio popular en medio de árabes, judíos, negros y más italianos, el mundo como tiene que ser. Con este entorno y una madre que tenía a gala obligar a sus hijos a tocar un instrumento, el pequeño Louis Prima estudió el violín durante siete años, hasta ganar un concurso amateur, y luego hizo suya la trompeta de su padre al escuchar por primera vez a Louis Armstrong en la radio.

Sigue leyendo

Elastica – Elastica

Podían haber sido uno de los referentes de los 90’s, incluso tener una wiki digna y vender camisetas como cabezas de cartel del Low Cost. Pero la aventura Elástica se torció casi nada más iniciarse. Una de las posibles razones fue el desgaste de su imagen y su “fuerza creativa” al darse por buenas las repetidas acusaciones de plagios, resueltas al parecer fuera de los tribunales. Wire se quejaba de un ctrl-c / ctrl-v en dos temas, mientras que The Stranglers hacían lo propio con su No More Heroes, saqueado para el single Waking Up. No soy un especialista de Wire, aunque me gusten mucho, pero de The Stranglers algo sé, no por nada es la banda que más veces he visto en concierto, y vamos, si esto no es un plagio…

elastica

Claro con esta técnica éxito podían tener. Y éxito tuvieron. Todo comenzó en 1992 con un lío de faldas. Justine Frischman, al que sólo le faltaba una abrigo de cuero negro para ser algo así como la hermana mayor de Trinity de Matrix, tenía una relación con Brett Anderson. Ambos eran miembros de Suede, un grupo de Britpop que iba para grande –y lo fueron-, aunque aquel año todavía no se había publicado su primer álbum. Y Justine conoció a Damon Albarn, guitarrista y cantante de Blur, otro grupo de Britpop que también iba para grande –y lo fueron-, aunque en su caso ya tenían un primer disco en las tiendas. Justine se lia con Damon, Brett se enfurece, despide a Justine, pero Damón no la quiere en Blur. Ays qué cosas, estas estrellas de rock, qué vida más trepidante. Total, que la Justine se encuentra sin empleo y decide lanzarse sola. Recluta un ex Suede, Justin Welch –sin e final es chico-, batería, Donna Matthews, guitarrista, Annie Holland, bajo. En 1993 sacan un primer single, Stutter. Dos minutos treinta de rock enérgico, en la que parece que canta Blondie. El single recibe elogios pero ahí se queda hasta 1994. Ese año, el grupo, que ha dejado de llamarse Onk para adoptar su nombre definitivo, publica dos nuevos temas que entran en los charts UK, Connection y Line Up. Las ventas suben a medida que la relación sentimental de la cantante con Damon Albarn se hace con las portadas de la prensa basura tabloid inglesa. En 1995 por fin editan su primer disco, homónimo. Sube como la espuma hasta el #1 de las lista de ventas en Inglaterra, siendo uno de los discos que más rápido llegó hasta la cima. Punk rock energizante con clase. Incluyía los tres singles ya mencionados, y la canción 2:1, que se hará más famosa aún el año siguiente después de verse incluida en la BSO de Trainspotting, la genial película de Danny Boyle.

Luego qué pasó? Es cierto que salieron de gira por medio mundo –yo les vi en Madrid, creo recordar que en la sala Revolver-, pero después no supieron rentabilizar su fama. Hubo cambios en la banda, se marchó primero Annie Holland, la siguió dos años más tarde Donna Matthews, volvió a entrar la guitarrista, se integró un teclista, entraron a grabar un segundo disco a finales de 1996, pero tanta inestabilidad y persecuciones por parte de Wire y The Stranglers hicieron que la salida del álbum se retrasara hasta el año 2000. Ya era tarde, el público ingles se había hartado de las historias y romances de la Justine, el disco no funcionó. Se separaron definitivamente en 2001. Hoy Justine vive en los US, es pintora, una revista especializada la incluyó recientemente en su lista de los 1.000 artistas del siglo XXI. No es como la de Rolling Stones y los 500 mejores discos de todos los tiempos, pero no está mal.

 

 

Escucha las mejores canciones del disco Elastica, de Elastica

 

Marianne Faithfull – The Ballad Of Lucy Jordan

Thelma y Louise quisieron escapar un rato, tener un fin de semana para ellas, huir de un marido y una vida aburrida, pasarlo bien, reir y divertirse, ser felices. Acaso pedían la luna? Pero desde el primer momento todo se tuerce por culpa de un cretino ebrio, dejando para el resto de este divino road movie una gozosa a la vez que amarga huida hacia adelante, hasta el fatal desenlace. Si no la he visto diez veces no la he visto nunca. Cuando cruzan, ya de noche, Monument Valley, roza lo mágico. Ambas, silenciosas en el Ford Thunderbird descapotable, con cara grave, serenas pero sin ilusiones, escena bella y emocionante, simplemente acompañada por la hermosa Ballad Of Lucy Jordan de Marianne Faithfull. Wow.

No pretendo resumir el legado musical de Marianne Faithfull a una única canción, sobre todo teniendo en cuenta de que no es de ella. Pero formó parte de su séptimo disco de estudio, Broken English, de 1979, del que ella misma dice que es su obra definitiva, la mejor. El disco que le permitió existir ante todo como artista y cantante, no por el disparate de sus anteriores vidas amorosas y los excesos de todo tipo.

Nacida en 1946, es hija de un oficial británico y de una aristócrata austriaca, y sobrina nieta del escritor Leopold von Sacher-Masoch –el término Masoquismo procede muy a pesar suyo de su apellido-. Durante su niñez se divorcian sus padres y se marcha con su madre a la campiña inglesa. Ahí da sus primeros pasos en los escenarios, en los espectáculos del teatro municipal. A principios de los 60, empieza a cantar en los bares de la ciudad, esencialmente canciones tradicionales, hasta que un día de 1964 que pasaba por ahí el hada musical bueno, le presentan a Andrew Loog Oldham. Este señor no era un viejo verde en busca de jovencitas, sino el manager de los Rolling Stones, y sólo tenía dos años más que ella. En esta época el joven Andrew trataba de convencer a Mick Jagger y Keith Richards de interpretar una canción escrita entre los tres, As Tears Go By. Pero los dos músicos la rechazan por estar demasiado alejada de su estilo del momento, el rock. Contrariado, Andrew se la ofrece a la joven cantante, que con diecisiete años, la graba y conoce su primer éxito -disgustados, los Rolling Egos la re-interpretarán el año siguiente-.

Siguen más canciones y más éxitos, a la vez que poco a poco cae en la trampa del rock’n’roll. Se casa con John Dunbar –artista y galerista-, tiene un hijo con él, se divorcia, coge a su hijo en brazos y se instala en casa de Brian Jones, cuya novia introduce a Marianne Faithfull en el mundo de las drogas, suaves, menos suaves, algo duras, duras, entabla una relación con Mick Jagger, sufre una sobredosis que la deja en coma, empieza en el cine, Godard, Orson Welles, Oliver Reed, Delon, Hopkins, nueva sobredosis, fallece Brian Jones, canta Sister Morphine, baneada de las radios, pierde la custodia de su hijo, se hunde en más drogas, vive como una mendiga en Londres, dos años de decadencia, rehabilitación, vuelta lenta a la vida, colabora con Bowie, versionea I Got You Babe, inicia una nueva relación con Ben Brierly, músico de The Vibrators.

Broken English

Y renace. En 1979 publica Broken English. Séptimo álbum de estudio. Marianne Faithfull tiene treinta y tres años. Sabe que vuelve del infierno, su voz ha cambiado, ronca, su estilo es más acorde con los nuevos aires. Broken English es una fusión de new wave, rock, dance, y electrónica, mientras que la letra está a la altura de su nueva vida: desilusiones, desesperanza, melancolía. Todo el disco es sorprendentemente bueno y coherente, y teniendo en cuenta desde donde reaparece, es un milagro. Y The Ballad of Lucy Jordan –un tema creado por Shel Silverstein en 1975 e interpretado por el grupo Dr. Hook– figura en mi top 20. Magnífica balada agridulce.

 

 

 

Escuchar The Ballad Of Lucy Jordan, de Marianne Faithfull