Goldfrapp – Felt Mountain

Alison Goldfrapp es una cantante inglesa de 47 años. Una edad súper digna y respetable -por mi parte ningún problema-, aunque a ella no le hace gracia ninguna, por ello siempre intentó ocultarlo. Nació en una campiña inglesa, muy poco rock’n’roll. Verde, ovejas, lluvia, verde, ovejas, lluvia, etc. En el diccionario local, a la página sol, ponen:

               (Del lat. sol, solis).

               1. m. Palabra española en desuso aquí. Olvídate. Zero sun. Nada. Fucking rain.

Alison pasa por una infancia aburrida y melancólica, quién no, teniendo a corderos como máximo confidente. Al llegar a la adolescencia, se vuelve bastante rebelde. Después de soltar unas cuantas patadas y dejar bastantes botes de pegamento vacíos, se marcha a Londres, para viviiiiiiiiiir.

A partir de aquí pasan bastantes años sin que pase nada. Canta en distintas bandas con nombres de adolescentes retrasados –Demented children, Waste Product, Creatures of Darkness-. Finalmente conoce a Tricky, uno de los amos del trip-hop, también llamado sonido de Bristol.  Colaboran en el álbum Pumpkin, en 1995. Esta unión le permite conocer a Will Gregory, un compositor con el que crean el dúo Goldfrapp. Ella canta, él compone.

El canto de Alison Goldfrapp se caracteriza por una voz soprano, sensual y muchas veces sorprendente, por su capacidad a elevarla hacia el infinito como grito de goce sexual. Influenciada por músicas y artistas tan dispares como los temas de las películas de James Bond, la música polaca, la chanson française, Iggy Pop, Kate Bush, la música de cabaret, es capaz de cantar muy alto o todo lo contrario, muy bajo. Su imagen es cambiante, cada pocos años se transforma, desde la figura de Marlene Dietrich hasta la de una payasa, pasando por una diva new wave, una militar, o una entidad mitad animal mitad humana. Alison, muy discreta sobre su vida privada, tardó mucho en salir del armario, “A menudo pienso en lo que es ser una persona y tener una relación, vivo una relación maravillosa con una persona maravillosa, y resulta que es con una mujer…”. Cómo hay que decírselo a los homófobos que se manifiestan contra las bodas para todos en el país vecino?

También le gusta meterse con todo dios. Muchas han sido las artistas y cantantes blanco de su desdén o ira, como La Roux, -“No puedo soportar su voz. Me vuelve loca, joder. Suena como esas putas ardillas de los dibujos animados que hacen música”, Roisin Murphy –de Moloko-, o Lady Gaga. No es muy simpática como tal. Eso sí, cuando coge el micro para cantar e interpretar los temas que ella y Will Gregory crean, es una diosa.

allison

En 2000, después de un año buscando su estilo, ambos sacan su primer trabajo, Felt Mountain. Lo graban en un lugar recóndito del Wiltshire –no muy lejos del sitio neolítico de Stonehenge-. El disco apenas vende –siempre y cuando consideramos que 200.000 copias son pocas-, pero la critica se vuelve loca. Quitando el New Musical Express –bofetón-, la mayoría de los medios especializados se rinden al encanto de Felt Mountain, inclusive Pitchfork y Allmusic. El disco abre con Lovely Head, maravillosa, como si Shirley Bassey cantase sobre una composición de Ennio Morricone. Sigue Paper Bag, sobre obsesiones de todo tipo, Human, Pilots, y otras cinco canciones, atmosféricas, algo angustiosas, minimalistas. Y sobre todo Utopia, grandísima canción de los 2000, hermosa y emocionante, adoro este tema, por dios, es esto posible?

  

  

Escucha entero Felt Mountain, de Goldfrapp

 

Ghinzu – Blow

En 2013 parece inconcebible que un grupo con éxito en un territorio dado no lo tenga en los países vecinos, y si me apuro, a nivel planetario. La digitalización de los contenidos, la facilidad con la que se intercambian, la cantidad de webs y blogs testigos de la creación musical hace que sorprende que grupos con éxito en un país no repitan en el de al lado. No hablo de géneros propios de una nación –el flamenco apenas sale de aquí, la country music tampoco lo hace de los EEUU, el yodel tirolés menos aún gracias a Elvis dios-. No, hablo de géneros tan universales como el rock o el pop.

Tomemos el ejemplo de Ghinzu. No te suenan, ¿verdad? Ghinzu es una banda belga. Belga de Bruselas… Madrid-Bruselas, 1.571 kms. Nada. En internet, un micro segundo. La puerta al lado. Ghinzu vendió 100.000 ejemplares de su segundo álbum, Blow, en 2004. Es rock del súper bueno –para simplificar digamos que se parece a The Strokes, tal vez un poco más barroco o lírico-, cantan en inglés, llenan el Zenith de París (aforo de 6.000 plazas) en un plis plas. Y aquí no les conoce ni su madre. No tienen ni página en español en la Wiki. En jenesaispop, uno de los blogs de música digamos pop-rock más leídos de este país, el buscador devuelve un lacónico Nothing Found. Qué grupo español de rock ha vendido 100.000 copias de uno de sus álbumes recientemente? Curioso.

Ghinzu nace en 1999 y publica un primer álbum el año siguiente, Electronic Jacuzzi. Recibe una calurosa recepción por parte de la crítica y del público. Bélgica siempre ha dado grandes grupos de rock y electro rock. Front 242, TC Matic, Hooverphonic, Neon Judgement, dEUS, Soulwax. Y quien no recuerda a Plastic Bertrand y su Ça Plane Pour Moi –venga ya, es coña-. Pero Ghinzu es otra cosa, rápidamente se convierten en la referencia rock belga. Sin embargo tardan otros cuatro años en sacar un segundo álbum, el ya mencionado Blow. Y luego otros cinco para el tercero, Mirror Mirror. Los discos son enormes, pero lo mejor –según dicen, ya que no se les ha visto por aquí nunca- son sus actuaciones en directo. Hacen rock, y como tal se comportan. Olé Ghinzu.

blow

La portada de Blow fue prohibida fuera de Bélgica –se ve al cantante sosteniendo su propia cabeza que una hoja acaba de cortar-. El disco no se mueve de su línea electro barroco rock. Muchos de los doce temas que lo componen empiezan lentamente antes de seguir con crescendo en la intensidad y el ritmo. Hay mucha tensión en todas, si bien cada canción desarrolla su atmosfera propia. Do You Read Me, Dragster Wave, 21st Century Crooners (¡wow!), tremendas canciones todas. Pero la mejor es la que abre el disco, con el mismo nombre. Blow. Nueve minutos implacablemente euforizantes. Rock’n’roll!

 

 

Escucha entero Blow, de Ghinzu

Feist – The Reminder

Feist, la cantante de los vídeos de una sola toma. En el álbum The Reminder, editado en 2007, hasta la fecha el de mayor éxito de esta singular artista canadiense, los tres singles que la hicieron famosa tuvieron su vídeo hecho de una sola toma. “A single unbroken take”, como dicen allí. A mi estos cortos me fascinan, cuando te paras a pensar en el nivel de anticipación y de precisión en el timing que requiere, el entrenamiento y la cantidad de ensayos que suponen, antes de escuchar el “¡lo tenemos!” del director. Y la alegría de los artistas y actores que salen dentro. El primer vídeo de una sola toma que recuerde era de una versión de La Foule de Edith Piaf, reconvertida en 1988 en Amor de mis amores e interpretada por un tal Paco, la canción no valía nada pero me había llamado mucho la atención en aquella época lo que yo veía como una proeza. En youtube hay algunas canciones que han triunfado gracias a un vídeo “one shot” que lo acompaña –de hecho quitas el vídeo y francamente apenas queda canción-. Feist, diminuta cantante indie pop canadiense, se inventa tres de ellos en un solo disco, 1 2 3 4, I Feel It All y My Moon My Man, con un diferencia importante: antes de ser vídeos, son súper temas de pop rock delicado, con la voz tan particular de Leslie Feist.

Feist

1 2 3 4 fue la primera de las tres. Pone en escena a la cantante y a otros 50 bailarines. Ella baila como un saco de patatas, posiblemente por el temor a fastidiarla justo antes de llegar al final. Se inspiró en las coreografías de la ceremonia de los JJOO de invierno de Calgary, Canadá, 1988, en la que ella participó como bailarina al igual que otras 1.000 extras, con doce años. Luego se la ve mucho más relajada en I Feel it All, donde baila frenéticamente entre bidones grandes, encendiendo en ellos fuegos artificiales siguiendo el ritmo de los teclados. Y finalmente de nuevo con más actores, en My Moon My Man, en la típica cinta kilométrica de un aeropuerto.

Las tres canciones son unas delicias, al igual que el resto del álbum. Colaboradora habitual de otras bandas como Broken Social Scene, Peaches o Kings of Convenience, Feist siempre se toma su tiempo entre cada disco suyo. Sólo ha publicado cuatro, entre 1999 y 2011. The Reminder recibió muy buenas criticas, se vendió muy bien –más de un millón de copias, principalmente en norte américa y Francia, donde reside- y consiguió muchos premios. Y fama, gracias a Apple que utilizó el tema 1 2 3 4 en un anuncio para los iPod Nano.

 

Escucha entero The Reminder, de Feist

 

Cocteau Twins – Heaven Or Las Vegas

A finales de los 70, una banda escocesa -Escocia, tierra húmeda y hermosa, de frío y neblina, con sabor a Glenmorangie y olor a pedos de Nessie- irrumpe en la escena rock británica un poco atascada, con una propuesta musical increíblemente innovadora. Después de más de un lustro de punk, new wave, post-punk, gótico, darkwave, deathrock, y demás estilos efímeros plomizos que ni su madre entiende, desembarcan The Cocteau Twins, con una música radicalmente opuesta, etérea, melodías oníricas, atmósferas complejas y refinadas. Inicialmente influenciados por bandas como Sex Pistols, The Cure, Joy Division, o Siouxie and the Banshees -hasta ahí nada que decir-, Elizabeth Fraser, la cantante, se encarga de añadirle a sus canciones un toque aéreo a la Kate Bush. El resultado es una obra inclasificable, de estos pocos grupos cuya obra no envejece. Pon Radio 3, o entra en Pitchfork, ya verás, tienen su sitio en el panorama de hoy como si acabaran de aparecer.

Son originarios de una ciudad pequeña llamada Grangemouth, situada a menos de cuarenta kilómetros al oeste de Edimburgo. El pueblo tiene una wiki apasionante, en la que destacan la refinería BP, la escuela primaria Bowhouse, y el centro deportivo con sala de halterofilia. Ooooooh. Eso sí, ni una palabra de la banda que iluminó los años 80’s con seis discos hermosos, irrepetibles.

Los tres miembros, Robin Guthrie, Will Heggie y la Fraser,  se conocieron en la una discoteca de Grangemouth –viendo el pueblo, no se entiende cómo no se conocían desde los tres años-. Les atraen los mismos sonidos, tienen las mismas influencias. Las primeras grabaciones son muy oscuras, mucho bajo, guitarra distorsionada, y la voz de Elizabeth Fraser muy desaprovechada. Firman con el flamante nuevo sello de la escena “alternativa” inglesa, 4AD Records, que en pocos años se va a convertir en el trampolín de muchos grupos esenciales, si te paras a mirar la década de los 80’s con lupa: Bauhaus, The The, Pixies, This Mortal CoilXmal Deutschland, etc. El nombre del grupo, Cocteau Twins, viene de una canción del mismo nombre, cantada por la banda Johnny & The Self Abusers, que más tarde se llamaría Simple Minds. Garlands, el primer disco editado en 1982, no destaca ni en críticas buenas ni en ventas. Pero no se desaniman, y al año siguiente sacan Head Over Heels, ya sin el bajista Will Heggie, tan sólo como dúo. Sounds, la revista musical UK, lo clasifica en el #7 de las álbumes del año, mientras que Mojo, otra publicación del gremio, lo calificará en 2003 como uno de los álbumes ingleses mas “extravagante” de todos los tiempos. En este segundo disco, la voz de Elizabeth Fraser empieza a despuntar, convirtiéndose en el acto en la soprano pop rock gótico new wave más famosa de la historia. Pasa otro año, y sacan un tercer disco, uno de sus más famosos, Treasure, con un nuevo bajista Simon Raymonde, que entra en los charts ingleses y queda como el preferido de los fans –discrepo su señoría, si bien me encanta, no es mi preferido-. En 2008 quedó incluido en la publicación “1.001 álbumes que deberías escuchar antes de morir”. Siguen Victorialand, The Moon & The melodies –aunque no publicado como Cocteau Twins– y Blue Bell Knoll, en 1988, quinto disco del grupo, clasificado como el #81 mejor disco de los 80’s por Pitchfork.

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Pero la obra maestra de Cocteau Twins sale en 1990. Heaven or Las Vegas es el mayor éxito comercial del grupo. Pitchfork –sí, ellos otra vez- lo considera como el #90 de los mejores discos de los 90’s, New Musical Express el #28, teniendo en cuenta que la década del grunge no le va a dejar mucho hueco a este tipo de música. Finalmente, The Observer lo sitúa en el #97 de los mejores discos jamás publicados. Yo me lo llevaría a una isla desierta, al espacio, a cualquier lugar del mundo donde reina la tranquilidad, la serenidad y la paz –ya quedan pocos de estos-. Lo escucho cada vez que puedo, Elizabeth Fraser alcanza la cima de su arte, las composiciones rozan la perfección. Fiouck’s Top 10, for sure.

 

 

Escucha entero Heaven or Las Vegas, de Cocteau Twins

 

Al Di Meola, John McLaughlin, Paco de Lucia – Friday Night In San Francisco

¡Música! Desde que me levanto hasta que me acueste. En cualquier ocasión, cualquier momento, (casi) siempre. Sin embargo, poco entiendo de instrumentos, menos aún de técnica. Toqué el piano de pequeño, hasta una edad en la que tienes que elegir entre seguir practicando o salir con los amigos… y las amigas. Yaaaaa, lo sé, muy mal, lo dejé –cuánto me arrepiento-. Desde entonces sólo me queda el gusto por la música, no por cómo se toca.

Esto no quita que a veces me quede fascinado por temas o discos enteros, donde la virtuosidad es lo primero que te viene en mente. Virtuosidad es mucho más que talento. Talento tienen muchos músicos. Luego están los elegidos, con un arte especial para tocar su instrumento como muy pocos. Y por encima de estos, están los virtuosos, una clase aparte de músicos capaces de trascender las cuerdas o las teclas para ofrecer un momento único con una emoción intacta, sea el género que sea.

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En diciembre de 1980, tres fabulosos guitarristas dan un concierto en el Warfield Theater de San Francisco. La actuación queda grabada y se edita al año siguiente, en un disco memorable. Friday Night in San Francisco reúne a algunos de los más grandes guitarristas de todos los tiempos, Al Di Meola, John McLaughlin y Paco de Lucia.

Al Di Meola es americano, de origen italiano. Se le conoce por su técnica y su disciplina. Ha tocado con Chick Correa y Carlos Santana. Si bien es un guitarrista de jazz fusión, ha explorado mucho la música latina e incluso la world music. John McLaughlin, es ingles. Empezó su carrera como guitarrista de un joven Bowie desconocido, e incluso tocó para los Rolling Stones. Pero se hizo famoso al participar en la grabación del disco In A Silent Way de Miles Davis, y en los años 70, forma la banda Mahavishnu Orchestra, pionera en la fusión entre jazz y rock. Paco de Lucia es de aquí. De Algeciras. Considerado como uno de los grandes maestros de la guitarra flamenca, comparsa de lujo de Camarón de la Isla durante más de diez años, ha recibido todos los grandes premios con los que un músico puede soñar

El disco Friday Night in San Francisco es una obra maestra. Algo más de cuarenta minutos de virtuosismo musical que te deja boquiabierto. Una especie de diálogo a tres bandas entre tres guitarras extraterrestres. Con toda la emoción del mundo. Y la piel de gallina. Y esta sensación de estar escuchando algo inimitable e irrepetible. Al igual que otros tantos, tenía el vinilo, pero me lo quitaron. Me callaré.

 

 

Escucha entero Friday Night In San Francisco, de Al Di Meola, John McLaughlin y Paco de Lucia

The Strypes – Hometown Girls

The Strypes. Ni Strokes ni White Stripes. Strypes, The. Son irlandeses. Ya, lo sé, empieza mal, sobre todo para el domingo que nos toca. Llevan poquitos años tocando juntos, parece que les va bien la cosa, reciben muy buenas criticas allá por donde van. Tocan una especie de Garage Blues, o Speed Blues, inspirado por una parte en grupos de los 60’s como The Yarbirds, The Rolling Stones, The Who, y por otra en bandas más blues como Bo Diddley, o Chuck Berry. El resultado es impactante, dan ganas de mover el culo. Se acaba de estrenar un EP -el segundo, después de Blue Collar Jane-, con tres temas. Incluso tienen vídeo oficial en youtube (clic). El cantante tiene una melena a la Justin Bieber y unas Wayfarer negras, como no. Ya se han declarado fan de la banda artistas de la talla de Paul Weller, Noel Gallagher, Dave Grohl (Foo Fighters) y el mismísimo Roger Daltrey.

The Strypes

Están preparando un álbum, que será producido por Chris Thomas (productor de discos de The Beatles, Pink Floyd, Sex Pistols, Elton John, Pulp, etc). Empiezan fuerte, a mi gustan estos chavales, que les vaya muy bien. Venga, sonido a tope, Rock’n’roll! Luego zumito y a misa.

Escucha entero Hometown Girls, de The Strypes

The National – Boxer

The National. Un nombre bastante poco rock’n’roll, que encima huele a banco. A chiringuito financiero estafador –pleonasmo-. Ya puestos, y pensando en el maestro Lydon, lo podían haber llamado The Great Miguel Blesa Swindle. Molaba.

Ellos eligieron The National –después de una primera etapa como Nancy– porque, según dijeron, “no quería decir nada”. Una década después, un nombre así enciende el imaginario, de tantas palabrotas que nos vienen en mente, pero psss no es el propósito de este blog. Hablemos de música.

The National es uno de los grandes grupos de rock melancólico de los últimos diez años. En España sin embargo, sufre cierto déficit de reconocimiento –¿o será una sensación mía?-. Una banda cuyo estatus ha ido creciendo paulatinamente, a lo largo de doce años de carrera, y cinco álbumes de estudio –el sexto, Trouble Will Find Me, sale este lunes 20 de mayo-. Nacieron en Cincinnati, como Nancy, pero resurgieron en Brooklyn, como The National. En 2001 sacan un primer opus, homónimo. Doce temas que marcan el estilo de la casa: rock delicado y precioso, sin renunciar a cierta energía. Desde el principio las criticas son buenas, aunque inicialmente sólo hablemos de gacetas locales.

Tres discos son los que tienen que producir para poder dejar el trabajo diurno que les da de comer. No hay estudios oficiales, pero supongo que tres se está convirtiendo en el estándar de la música popular, por debajo del cual abandonas el circo musical si no logras que te alimente –aunque sea comiendo bocadillos de lomo con queso… sin lomo… ni queso-. En 2004 firman con Beggars, un sello especializado en esas bandas que no venden pero sí llenan los festivales. De vez en cuando, dan con una banda que se sale del esquema como es el caso de The National. Vendieron 200 mil copias de su tercer álbum, Alligator, y el doble del cuarto, Boxer. La bola se siguió inflando con el quinto, High Violet, críticas superlativas, 600.000 ejemplares vendidos, y premios para aburrir. Hasta un Pitchfork de 8,7/10, que no lo consigue cualquiera. Ya veremos qué pasa con el nuevo que sale el lunes.

Boxer

Para hoy os dejo con mi preferido –ya puestos-, el cuarto, Boxer. Es delicado, con tonos románticos, ofrece unos arreglos preciosos, aunque no duerme, todo lo contrario, tiene mucho ritmo, algo de barroquismo a la Arcade Fire y de energía a la Wilco. La voz barítona de Matt Berninger, el cantante, hace maravillas. Las dos o tres últimas incluso suenan como Leonard Cohen. Y last but not least, en un par de temas (Racing Like a Pro y Ada) toca el piano Sufjan Stevens. Muy bonito disco.

 

 

Escucha entero Boxer, de The National