The National. Un nombre bastante poco rock’n’roll, que encima huele a banco. A chiringuito financiero estafador –pleonasmo-. Ya puestos, y pensando en el maestro Lydon, lo podían haber llamado The Great Miguel Blesa Swindle. Molaba.
Ellos eligieron The National –después de una primera etapa como Nancy– porque, según dijeron, “no quería decir nada”. Una década después, un nombre así enciende el imaginario, de tantas palabrotas que nos vienen en mente, pero psss no es el propósito de este blog. Hablemos de música.
The National es uno de los grandes grupos de rock melancólico de los últimos diez años. En España sin embargo, sufre cierto déficit de reconocimiento –¿o será una sensación mía?-. Una banda cuyo estatus ha ido creciendo paulatinamente, a lo largo de doce años de carrera, y cinco álbumes de estudio –el sexto, Trouble Will Find Me, sale este lunes 20 de mayo-. Nacieron en Cincinnati, como Nancy, pero resurgieron en Brooklyn, como The National. En 2001 sacan un primer opus, homónimo. Doce temas que marcan el estilo de la casa: rock delicado y precioso, sin renunciar a cierta energía. Desde el principio las criticas son buenas, aunque inicialmente sólo hablemos de gacetas locales.
Tres discos son los que tienen que producir para poder dejar el trabajo diurno que les da de comer. No hay estudios oficiales, pero supongo que tres se está convirtiendo en el estándar de la música popular, por debajo del cual abandonas el circo musical si no logras que te alimente –aunque sea comiendo bocadillos de lomo con queso… sin lomo… ni queso-. En 2004 firman con Beggars, un sello especializado en esas bandas que no venden pero sí llenan los festivales. De vez en cuando, dan con una banda que se sale del esquema como es el caso de The National. Vendieron 200 mil copias de su tercer álbum, Alligator, y el doble del cuarto, Boxer. La bola se siguió inflando con el quinto, High Violet, críticas superlativas, 600.000 ejemplares vendidos, y premios para aburrir. Hasta un Pitchfork de 8,7/10, que no lo consigue cualquiera. Ya veremos qué pasa con el nuevo que sale el lunes.
Para hoy os dejo con mi preferido –ya puestos-, el cuarto, Boxer. Es delicado, con tonos románticos, ofrece unos arreglos preciosos, aunque no duerme, todo lo contrario, tiene mucho ritmo, algo de barroquismo a la Arcade Fire y de energía a la Wilco. La voz barítona de Matt Berninger, el cantante, hace maravillas. Las dos o tres últimas incluso suenan como Leonard Cohen. Y last but not least, en un par de temas (Racing Like a Pro y Ada) toca el piano Sufjan Stevens. Muy bonito disco.
Escucha entero Boxer, de The National
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Gran descubrimiento para mi, acabo de oir también high violet. Muy buenos.
Gracias
De nada! Gracias por aterrizar hasta aquí y descubrir cosas nuevas…
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Me chiflan! Fijate tú que me yo me decanto más por High Violet… La de Bloodbuzz Ohio es una pasada y perfecta para ir con Stuart 🙂
Me fijo, me fijo! 🙂