MARRS – Pump Up The Volume

M.A.R.R.S. –también escrito M/A/R/R/S/ o MARRS o MAIRIRIS- es el grupo que ha tenido el promedio de éxitos más alto en toda la historia de la música moderna. Sacaron sólo dos canciones, y una arrasó. Puede que existan casos de artistas con una única canción en su haber y que ésta se convirtiera en hit, pero no conozco a ninguno –rectificaciones apreciadas-. Pump Up The Volume fue un tremendo éxito nada más publicarse, invadió las pistas de baile de miles de discotecas del mundo, vendió millones de copias. De Anitina, el segundo tema de la banda, nadie se acuerda o casi, basta con ver los visionados en youtube, comparando con la cara A del maxi. Hoy escuchando ambas, me entra la duda de si se eligió la correcta.

Esto sí, de UK tenía que venir. En 1987, dos grupos novadores unen su creatividad en una colaboración atrevida. A.R. Kane y Colourbox eran dos formaciones procedentes del mismo sello, 4AD –Cocteau Twins, Dead Can Dance, etc-, aunque producían dos músicas muy distintas. A.R. Kane le daba al rock alternativo, mientras que Colourbox tocaba una mezcla de “soul hip hop electrónica reggae”. Sugerido por Evo Watts-Russell, dueño del sello, deciden unir fuerzas para sacar un disco de dance, debido al impacto cada vez más fuerte de la house americana en los charts ingleses. El proceso de grabación no siguió para nada lo planeado. Una vez en el estudio de grabación, el método de una banda chocó frontalmente con las formas de hacer de la otra, por lo que prácticamente dejaron de hablarse nada más empezar con las sesiones. En medio de este particular remake de la guerra fría, un productor heroico, John Fryer, que, ante la imposibilidad de lograr que los músicos trabajaran juntos, les dio deberes para casa: “cread cada uno un tema, luego os los intercambiáis y los retocáis a vuestra bola”.

M.A.R.R.S. Pump Up The Volume

A.R. Kane compuso Anitina, a la que Colourbox añadió cajas de ritmo y percusiones pesadas. Por su parte, estos samplearon un tema de Eric B . And Rakim para sacar Pump up the Volume, al que A.R. Kane añadió guitarras. Ambos tracks fueron publicados en julio de 1987 en UK, editado por un sello anónimo, sin créditos de ningún artista. Desde el principio Pump up the Volume le ganó la batalla a Anitina. 4AD la volvió a sacar poco después, en un maxi 45rpm con caras idénticas. Subió hasta el #1 de las listas de ventas de numerosos países, pero enseguida empezaron los problemas legales debido al sampling de algunos trozos de temas. Los más beligerantes con el tema fueron los de Stock Aitken Waterman, que paralizaron la venta del disco por siete segundos sacados según ellos de su canción Roadblock. Malas lenguas aseguraron que iniciaron la disputa porque Pump Up The Volume le estaba haciendo sombra en los charts a su pequeño protegido, el inefable Rick Ashley, con Never Gonna Give You Up. Se llegó a un acuerdo económico, y las ventas se reanudaron. Estamos entre gentlemen…

Se considera a esta canción como el punto de partida de la house inglesa. Sonaba distinto, lo mismo que Rockit, de Herbie Hancock, cuatro años antes. Pero veintisiete años después, se cuenta que siguen sin hablarse sus creadores.

 

 

Escucha las únicas dos canciones de MARRS.

Jimmy Somerville – Smalltown Boy

El chiquitín del Jimmy que había desaparecido en combate hace lustros, acaba de resurgir de la forma más sorprendente, fortuita y simpática posible. Berlín, hace un par de semanas. Un turista se detiene en una acera, y empieza a filmar con su móvil a un cantante callejero. Este está dándole a su guitarra acústica como un poseso, interpretando como puede el famoso Smalltown Boy, de Bronski Beat, cuando de repente se le acerca un tipo paseando a su perro, que se pone a cantar con él, muy naturalmente. Y de repente, sale la voz, absolutamente inconfundible, de Jimmy Somerville, alta y clara, como en los viejos tiempos. El tipo se pone un poco nervioso claro –es que, párate a pensarlo, el momento es tremendo- y cuando acaba no se lo crea del todo, asombrado por esta coincidencia que ni en el cine. La anécdota es deliciosa, no sé, a mi me ponen tierno estas cosas. Siempre lo he dicho, sólo la música ofrece estos guiños.

Aquí puedes ver el vídeo. Ya van 2.300.000 visionados, y sube como la espuma.

Bronski beat_Smalltown Boy

Aprovecho para dejarte algunas canciones más de este músico combativo. Se hizo archifamoso en los ochenta con algunos temas increíblemente pegadizos –tenía un vinilo del famoso Smalltown Boy-, primero como integrante de Bronski Beat -1983 a 1985-, luego como The Communards -1985 a 1988- y finalmente en solitario. Claro que hacía mucho que había dejado de ser actualidad, por ello es bueno recordar que a parte de su faceta de músico, fue desde el principio un activista incansable en la defensa de los derechos de los homosexuales, y de otras muchas causas humanas. Un tipo digno.

 

 

Escucha las mejores canciones de Jimmy Somerville.

 

 

The Knack – My Sharona

Ma ma ma myyy Sharona.

(Mi mi mi miiii mi Choni)

La escuchaba por casualidad ayer y estaba tan seguro de haberla publicado en el blog hace tiempo, que casi se me olvida de nuevo. Es que My Sharona no es cualquier canción. Es de estas pocas que son más conocidas que el propio grupo, identificable con el primer beat, intemporal. Roza la perfección en la composición, ninguno de los cuatro miembros sobra, todos tienen su momentito de gloria. Imposible decir no me gusta –atrévete, que te veto la entrada a este blog-. A ver, entendámonos, no es para llorar de felicidad. Pero es indudablemente una buena canción, el atraco perfecto en ventas, versionada múltiples veces, un riff de guitarra imitado en su día por millones de adolescentes de pelo largo y grasiento –esto último, en mi época, era el no va más, pero yo no caí, gracias Johnny Rotten-.

De qué va la canción? Pues de qué va a ir si no de amor, claro. Y a poder ser, de amor que no las tenía todas consigo al principio. Resulta que el cantante de la banda, Doug Fieger, se enamoró perdidamente de una chica –puestos a que una chica/o te vuelva loco/a, mejor que sea exagerado-, cuando él tenía veinticinco años y ella diecisiete. La moza se llamaba Sharona Alperin –Choni Alperina-, y se convirtió en su pareja durante cuatro años. Y este es el primer milagro, porque si ves al Doug ese, en los vídeos de My Sharona, con su corte de pelo medieval y su pinta sideral, y luego comparas con la chica de la portada del disco, la de la camiseta sin sujetador -buf-, no te cuadra que ella haya podido corresponderle. La moza musa inspira a nuestro Doug, que se pone durante dos meses a escribir la letra perfecta para ella –de ahí el Ma ma ma myyy Sharona, los maestros Jaiku seculares no podrían haber sacado algo mejor-, y es cuando conoce a quien sería luego el famoso guitarrista de The Knack, que venía con el riff bajo el brazo. Segundo milagro. Y dale, que la navidad está a la vuelta de la esquina.

Portada Sharona Calperin

Los dos terminan de contratar al resto de la banda, un bajista y un batería. Estamos en 1977, en L.A., todo es posible –y viendo el éxito que va a tener la banda, créetelo-. Empiezan a tocar en bares y salas del Sunset Strip, se codean en jams de lujo con Springsteen, Tom Petty, Ray Manzarek, llevando aromas de éxito asegurado a los cazadores de talento de la industria. Sigue una pelea –a veces estos c…. tienen olfato, hay que reconocerlo- entre sellos, llevándose la palma Capitol Records. Entran en un estudio y salen de ahí con un primer álbum, Get the Knack. Pum Pa, el gordo. Fue #1 de los charts US durante cinco semanas, vendiendo en un plis plas dos millones de copias. Todo, bien hay que decirlo, gracias a un casi único hit, My Sharona, #1 de las listas durante seis semanas en Estados Unidos y Canadá, y un montón de países de Europa. El tema de Capitol que más rápido llegó hasta lo más alto desde el I Want To Hold Your Hand de los cuatro sosos, en 1964.

Un beat fabuloso, una línea de bajo asombrosa –de las más legendarias de la música popular-, un riff de guitarra en el altar, de obligado estudio para quien se disponga a crear una banda de rock, y un cantante atontado por su suerte de ligón. Total, My Sharona, una canción rock energizante para la eternidad. Dave Grohl, batería de Niravana, siempre dijo que era su canción preferida –la banda la llegó a interpretar en algunos conciertos-. George Bush la tenía en su iPod –espera espera, no te creas que este pedazo de alcornoque me inspire, pero la historia del rock’n’roll se hace también con estas anécdotas-. Y anécdotas así, para escribir un libro. Lo mío es un blog, ahí lo dejo. Hala, al tajo.

 

 

Escucha My Sharona, la legendaria canción de The Knack

The Silencers – Painted Moon

Nacieron escoceses, aunque su patria musical fue la inglesa. Se criaron en Glasgow, pero se hicieron mayores en Londres. Bebían whisky como papá, y té como mama –con el dedito hacia arriba-. The Silencers, toda la problemática del deseo escocés de soltar amarras de UK. Una vieja reivindicación, regularmente rescatada por alguna franja soberanista, pero enseguida olvidada, a los cinco minutos de anunciarse los resultados de las consultas populares. Conozco bien Escocia, un pueblo simpatiquísimo con acento espantoso y comida de otro mundo, con Edimburgo como estandarte cultural y precioso de un país que se busca –teatro de mi primer concierto de The Stranglers en 1980, ya relatado por aquí-. Así que por favor no cambiarme nada, que tengo apuntado volver; Recuerdo con mucha nostalgia alguna tienda de vinilos en las que me deje buena parte el presupuesto de la estancia. Era otra época, The Silencers no era todavía ese grupo que pudo ser, pero que no fue, qué se le va a hacer.

The-Silencers A Letter From St Paul

El grupo lo monta Jimme O’Neill en 1985, con tres comparsas de la diáspora escocesa en Londres, después de una primera aventura musical muy buena, llamada Fingerprintz, pero vana. Influenciados por grupos y artistas tan variopintas como Woody Guthrie y Captain Beefheart, producen un sonido new wave un poco surrealista y disonante, posiblemente fuera del alcance del público de principios de los 80’s. Después de tres álbumes publicados por Virgin –ays el Branson, menos mal que estuvo-, la banda decide tirar la toalla.

Poco después, los mismos músicos deciden emprender una nueva aventura musical. Primero la rebautizan The Silencers. Segundo apuestan por unos sonidos más acordes con sus raíces. Toca la época épica, en la que las guitarras rock no reniegan de unas raíces folk, con melodías y letra pop. En 1986 el grupo interpreta por primera vez Painted Moon, el single con el que logran firmar con el sello RCA.  Después de ello, sale el primer álbum de la banda, A Letter From St Paul, punto de inflexión en la carrera de la banda. El disco tiene un éxito tremendo, rozan los #1 en bastantes países europeos. The Silencers se encuentra de repente en boca de todos, aunque si te soy sincero, aburren como no está escrito. Sólo se salva Painted Moon, que te dejo escuchar. El resto, mira, lo que sea. Hala. Luego siguieron ocho álbumes más. Como si nada.

 

 

 

Escucha Painted Moon, de The Silencers

Eminem – Infinite

Marshall Bruce Mathers III. A mi me dices este nombre hace una horita, y te enseño el camino hacia el baño más cercano, preocupado por tu tripa. Pero ya me he enterado, resulta que es lo mismo que decir Eminem. Que conste que me parece bien que uno abandone su DNI para iniciar su vida como músico, renegando de todo, reivindicando una oportunidad, vomito y cuenta nueva. Es más, el rock, o cualquier género musical fuera del molde, debería de ser esto. Olvidar para gritar más a gusto. Pero a mi, Eminem me pilló demasiado tarde, su rabia –y no dudo que sea sincera- huele a compact disc, no a vinilo, y al final lo que sé de él se lo debo a mi hija. Buf, Fiouck, te haces viejo.

La tentación, al hablar de Eminem, es la de indagar en su juventud, difícil, caótica, rebelde, en busca de una explicación. Pues no indagaré, no tengo sofá para que se tumbe. Sólo diré que de su adolescencia, salió como una pila atómica, dispuesto a comerse el mundo, a darle una patada a quien se pusiera por el camino, a soltarle soplamocos a la tierra entera. Hace veintiún años de ello. Desde su primera actuación en un vídeoclip –con Champtown, en Do-Da-Dipity-, hasta hoy, cinco de noviembre de 2013, fecha de publicación de su octavo álbum, The Marhsall Mathers LP2.

Escribir sobre Eminem es sumamente arriesgado. Es dios para millones de fans. Es oro todo lo que reluce para su discográfica. Es figura para wikis de hoy y enciclopedias de mañana. Es The King of Hip Hop. Pegaron motes parecidos a algunos artistas por ser el primero en su estilo. Eminem se ganó el suyo no sólo irrumpiendo después de muchos, sino peleando contra la idea de que el rap era cosa de negros. The White Trash vs The Nigger Attitude. Tuvo a influencias de lujo –Dr Dre-, se dejó inspirar por leyendas del hip hop –Grandmaster Flash, Ll Cool J, Big Daddy Kane, etc-, aprendió de iconos raperos –Tupac Shakur, Notorious BIG-, se inventó un avatar –Slim Shady– antes de lanzarse de verdad, se arriesgó con un primer disco tan bueno que nadie lo pilló -1996, Infinite-, se resignó a sacar un segundo álbum mejor aún tres años después –The Slim Shady LP-, y se convirtió en el “fucking best artist” de la primera década del siglo XXI.

Eminem 1996 Infinite

¿Sabes? Me alegro por él. Ya lo he dicho aquí, no suelo escuchar mucho rap, pero defiendo la idea de que este género le ha tomado el relevo al rock reivindicativo, para llamar al público a mover el culo y enseñar con el dedo –habrá que hacerse a la idea de que mucho más no se puede pedir-. Y como estandarte del rap y el hip hop, ahí está Eminem. El artista que más discos ha vendido en la década 1999-2009. Exactamente 225 millones, de los que 105 millones como álbumes. Para que nos hagamos una idea, de ocurrir diez años antes, es decir antes del mp3 y los miles de sitios web para descargar música gratis, no son 100 millones de álbumes los que hubiera vendido, sino posiblemente 500 o 1.000 millones, poniéndose a la altura de dios Elvis o los cuatro sosos de Liverpool. No lo sé, son sólo números, a esta altura no quieren decir mucho, pero muestran lo inmenso que es Eminem en la cultura de este siglo y lo que representa para una generación entera. Rolling Stone lo sitúa en el #82 de su lista de los 100 Artistas más importantes, quedándose corto, y clasifica Aftermath, de 1999, en el #275 de su lista de los 500 álbumes más grandes de todos los tiempos. Para rematar, con tan solo cuarenta y un años, ya tiene en su poder trece Grammy Awards.

Es un crack, indudablemente. Me encanta que le de un repaso a todos estos artistas que tanto aborrezco, Gagas, Guettas & Co. Marshall Bruce Mathers III, dales fuerte.

[No soy quien para recomendar un disco de Eminem, te dejo escuchar la primera canción de su primer disco, Infinite, de 1996, homónima].

 

 

Escucha la primera canción en la carrera de Eminem, Infinite

Mario Biondi – Handful Of Soul

Descubrimiento total. Hasta ayer en mi vida había oído hablar de Mario Biondi. Estaba yo tan pancho en el Capitán –uno de los bares “rock” más digno de Madrid, con el Sucursal, a ambos los tengo cerca de casa, qué peligro- tomando un merecido Bombay Sapphire en vaso de sidra con poco hielo y cascara de lima –James Bond tiene su particular forma de pedir su bebida favorita, pues yo también- y de repente sale Barry White por los bafles –son bafles muy grandes-. ¿Barry White? Eso parece al principio, pero luego te das cuenta de que no sabe tan meloso. Así que me acerco al DJ, un histórico del lugar, para preguntar –sí, yo soy de los que preguntan, no tengo Shazam-. Me dice “Mario Biondi, a que se parece a Barry White eh? Espera, ahora te pongo otro tema de él, te va a gustar” –esto no lo da Shazam, ja-.

Mario Biondi es italiano, pero no tramposo, y ya es todo una estrella en su país. Nació en Sicilia en 1971, nieto de músicos, hijo de músico, así que no es de extrañar que con doce años ya se estaba produciendo cantando en toda la isla, en paralelo a su primera vocación de corista en la iglesia. Rápidamente deja el hábito de monaguillo por el traje de cantante en un bar famoso de la región, en Taormina, en el que tiene la oportunidad, en 1988, de cantar al lado del mismísimo Ray Charles. Durante los años siguientes, integra muchas bandas y orquestas, esencialmente de jazz, en las que su voz grave y cálida hace maravillas, pero en la sombra. En 2006, Luciano Cantone, dueño del sello Ishtar Records –una pequeña Motown local-, le descubre cantando en una de sus múltiples actuaciones alimenticias. Seducido por el carisma de Mario Biondi, le propone grabar un disco con versiones de grandes estándares de la soul, la bossa nova, el rythm’&blues, y algunas canciones originales. Asocian para la ocasión a una banda de jazz talentosa, el High Five Quintet.

Handful of soul de mario biondi

El álbum, Handful of Soul, sale en 2007. A los pocos meses ya era disco de platino en Italia, después de conquistar a todos los públicos, tanto amantes y eruditos del jazz y la soul como el gran público en busca de un disco para regalar a su suegra en navidad –ya verás como es una buena idea, gracias Fiouck-. Ays esta voz de crooner blanco como en los mejores años, grave, penetrante, cálida, elegante. Un Barry White criado con parmigiano reggiano. Te dejo con cinco títulos del álbum. Dos temas originales, el pegadizo This is What You Are y el no menos genial Never Die, así como tres bonitas versiones de grandes canciones, My Girl de The Temptations, Just the Way you are, de Billy Joel y I Can’t Keep From Cryin’ Sometimes, de Al kooper (músico blues rock US). Un descubrimiento, si signore.

 

 

Escucha algunos temas de Handful Of Soul, de Mario Biondi

 

Anathema – A Fine Day To Exit

Tenía esta canción en una vieja play-list. No recuerdo haberla metido, y cada vez que suena, digo “Who the fuck son estos pollos?”. Que conste que me gusta, pero veo pasar el nombre del grupo, y soy incapaz de poner una sola info sobre ellos. Así que como hoy es domingo de noviembre soleado, de estos de abrir las ventanas para que la casa respire un poco, antes de que se ponga a oler a repollo cocido durante los próximos 5 meses –por dios, me voy a echar a llorar-, dije, mira, audiencia, he aquí un grupo desconocido para el disfrute de tus oídos dominicales.

Según he podido indagar –puede que sea yo el único cretino en no saber nada hasta ahora de ellos-, llevan ya veintitrés años dándole a la cosa. Digo a la cosa porque no se sabe muy bien a qué le dan. Se supone que hacen una música estilo Doom-Death, en el que sólo tres grupos pelean para estar en el podio –que alguien les explique en qué consiste un podio, y cuántas plazas ofrece-, Anathema, My Dying Bride y Paradise Lost. El doom death es una mezcla de doom-metal y death metal. Mucho más claro ¿verdad? Por lo meno nos hemos librado de que lo llamen metal-metal. Para que nos entendamos, mezcla los tempos lentos, pesimistas y depresivos del doom metal, con la voz trash del death metal. Dicho así, es probable que me quede con la canción de hoy.

Anathema A Fine Day To Exit

En 1990, en Liverpool, los hermanos Cavanagh –tres de ellos- forman una primera banda llamada Pagan Angel, con el cantante Darren White, antes de rebautizarla Anathema después de un primer EP sin más historias, y de separarse del vocalista. Dejan los sonidos más metal para centrarse en un rock más atmosférico, progresivo, melódico. Pues eso, doom-death. Y así hasta el año pasado, cuando sale el noveno disco de una carrera súper digna, cuatro lustros durante los que se han ganado –por lo que he leído- una fama de muy buenos músicos, fiel a un estilo, con actuaciones en directo de infarto. Tienen fans muy fans, de estos que eligen el nombre del grupo como password de la cuenta gmail, o que le hacen un QCM eliminatorio sobre el grupo a cualquier chica ligona.

Te dejo con la canción incluida en mi playlist, A Fine Day To Exit, del álbúm del mismo nombre, de 2001. Arranca muy lenta –doom- pero a los tres minutos se pone las pilas –death-. Hala, abre la ventana y déjate doom-deathear. Luego zumito y a misa.

 

 

Escucha A Fine Day To Exit, de Anathema