Elton John – Blue Moves

Elton John es de estos cantantes que forman parte del paisaje. Ya estaba cantando cuando viniste al mundo, y seguirá por ahí con su vela en el viento cuando te vayas. ¿Que igual no es una vela y no la tiene en el viento?, no pasa nada. Es un mito. Y como todos los mitos, la desmesura es lo suyo. 44 años cantando, 30 álbumes de estudio, el primero en 1969, el último este año, todavía en el horno. Más de 250 millones de discos vendidos, y más de 100 millones de singles. Sólo de la segunda versión de Candle in the Wind se vendieron 37 millones de copias –la primera fue escrita en 1973 en honor a Marilyn Monroe-. Colocó una canción como #1 de las ventas en los US durante 30 años consecutivos, record absoluto, ni Elvis Dios Presley. Segundo vendedor de álbumes solo de todos los tiempos. 3.000 conciertos. 18 Brits Awards, cinco Grammy, 14 Tonys, y un Óscar –por la canción original Can you feel the love tonight, de la BSO del Rey León-. En el Rock and Roll Hall of Fame desde 1994 y en el Songwritters Hall of Fame dos años antes. Commander del Imperio Británico, hecho Caballero por la momia real en 1998 por sus obras carismáticas. Fundador de la “Elton John AIDS Foundation”, activista a favor de la lucha anti discriminación, loco por el fútbol, icono fetiche de los fabricantes de peluca, padre de dos niños con su pareja David Furnish, coleccionista de gafas, 66 años haciendo prácticamente lo que le apetece. Mola.

Y luego está el músico. Un crack, como pocos. Superestrella de la pop music, es ante todo un virtuoso del piano. Es Doctor Honoris Causa de la Real Academia de Música de Londres. Además es una verdadera enciclopedia musical, compra decenas de CDs al día, escucha de todo, aprende y se inspira, participa en muchos programas radiofónicos donde trata de divulgar tesoros musicales ocultos. Goza de una tremenda popularidad gracias no sólo a su talento y su clase, sino a una especial empatía en sus conciertos, donde no es raro verle improvisar temas enteros, sólo con su piano o con percusiones. Muy ecléctico –eso sí, pop-, ha aceptado dúos con un sinfín de artistas, como George Michael, Eminem, Tuppac, Gun’s & Roses, Celine Dion o Lady Miss Bistec Gaga. Todos se quieren lucir con él.

220px-Elton_John_-_Blue_MovesY para terminar, está Blue Moves. Álbum #11 de su discografía -en tan sólo siete años-, se considera (yo) su mejor disco. Su preferido. Editado en 1976, es el segundo doble álbum de su carrera, después de Goodbye Yellow Brick Road. No es fácil hacer un buen disco. Es harto difícil hacer un gran disco. Así que imagínate sacar un enorme doble álbum. Magnífica Sorry Seems To Be The Hardest Word, desgarradora Tonight –con esta sublime orquestación sinfónica-, emocionante Cage The Songbird –homenaje a Edith Piaf-, cuatro temas instrumentales, jazz, góspel, rock progresivo, pop, todo brillantemente mezclado y compuesto. Ooooooh….

Escucha entero Blue Moves, de Elton John

Lana Del Ray – Lana Del Ray A.K.A. Lizzy Grant

Reconozco que desde que escucho música (de marcar una fecha sería el año 77 cuando se hizo la luz), he tenido posturas bastante extremistas en lo que SÍ se ha de escuchar y lo que NO. Una tontería, lo sé, que poco a poco se va difuminando con la edad, y los Ginto’s. Así que cuando me tocó ser el target de los anti alguien, me di cuenta de que “para qué coño intentar convencer a los demás”, que cada cuál escuche lo que le de la gana. Aunque, lo que yo escucho desde luego es mucho mejor música que la de otros, ja. Oye, si no estás de acuerdo, móntate un blog y dilo.

May Jailer. Lizzy Grant. Lana del Ray. Lana del Rey. A ver si se aclara la chavala. A mi me gustó a la primera, se llame como se llame, pero parece que tiene algo que esconder en cada cambio de identidad, y de color de pelo. En todo caso, la llamemos como la llamemos, ella tiene la culpa de que, de repente, caer rendido ante sus canciones es caer en el ostracismo musical más radical. Alabar a la Marilyn de los 2010 es como avanzar en un campo de minas. Que si un farol. Que si un producto marketing más. Que si no va a durar. Que se mueve en un escenario como un malvavisco caducado. Que gracias Papá. Ay mi Lana, no les escuches. No tienen ni idea, eres víctima de la envidia. Sigue cantando como lo haces, desde tus primeros años, como May Jailer y tu disco Sirens. Un poco folk para mi gusto, pero ya demostrabas talento en las composiciones y la letra. Hasta convertirte cinco años más tarde en Lana del Rey, apodo glamour imaginado en un poderoso bufete de abogados contratado por tu progenitor. Se te ve loca por los años 50, Marilyn, Nancy Sinatra, Dios Elvis, James Dean. Y qué? En plena crisis soñar con la época “dorada” no hace daño. Y lo haces tan bien, verdad Lana? Hala, tú sigue regalándonos canciones como las de Born To Die, tu último álbum. Y vende, todo lo que puedas, supera los cuatro millones del último, no seré yo quien te eche la primera piedra.

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Y de vez en cuando, vuelve a tus orígenes, antes de esa A por una E. En 2010, sacas Lana del Ray a.k.a. Lizzy Grant, tu álbum de debut, que roza la perfección. Tu voz grave, esa mezcla de sonidos y ritmos soul, r’n’b, y pop. Lento, emocionante, hermoso en alguna ocasión. Kill Kill, Yayo, Oh Say Can You See, Gramma. Qué bonitas canciones mi Lana, sigue así, y demuéstrales a las pop women de turno que se puede vender mucho haciendo buena música, aunque te tiren de todo. Y a mi.

 

Escucha entero Lana del Ray a.k.a. Lizzy Grant, de Lana del Rey

Liaisons Dangereuses – Los Niños Del Parque

Domingo 7 de abril. Quédate en la cama, yo te llevo los niños al parque. Buena gente el Fiouck.

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1981, Liaisons Dangereuses, combo alemán con ex miembros de D.A.F. y Einstürzende Neubauten, saca un único disco que apenas tendrá difusión en su momento. Pero 30 años después, cualquier DJ que se precie –es decir, poquísimos- pincha Los Niños Del Parque para lucirse, electropunk inmortal del que muchas bandas se inspiraron.

Sí sí, es un colector. Hala, escucha y vuelve a la cama.

 

Escucha Los niños del parque, de Liaisons Dangereuses

 

The Langley Schools Music Project – Innocence & Despair

1976, pueblo de Langley, estado de Colombia del Norte, Canadá, a 180.000 kms del pueblo más cercano. Hans Fenger, profesor de guitarra y músico de jams sessions en clubes de Vancouver, y cuya novia acaba de quedar embarazada, acepta una oferta de trabajo estable en la Escuela Rural de este pueblo, donde hasta los renos se pierden.

Impartir clases de música en la escuela muy católica de un pueblo perdido cuando has estado en varias bandas de rock de la gran ciudad de “al lado”, no es tarea fácil. Los alumnos tienen menos de diez años, poca vocación musical, cero conocimiento, pero gozan de la curiosidad propia de esta edad. Hans Fenger se aburre enseñándoles a cantar canciones infantiles. Un día se trae un bajo en clase, y le enseña a un chaval muy tímido unos cuantos acordes. Claro, a los pocos minutos todos quieren probar, ¡cómo mola colega! Al día siguiente, se trae una guitarra. Y partituras. Y la letra de alguna canción de la ciudad, una de Beach Boys. Los chavales adoran. Poco a poco ensayan canciones, repiten, algunos tocan, otros cantan. Beach Boys, Bowie, McCartney, Eagles, Fleetwood Mac, grandes hits de los grandes grupos de la época. Y los chavales se lo pasan bomba, felices.

Un día, hablando con un amigo dueño de un Revox de dos pistas –y qué es un Revox ¿eh? Hala, wiki-, llegan a la conclusión de que igual convendría grabar a los chavales, como ejercicio dentro de las clases de música. Se deciden por reunir a los 60 alumnos que tiene el profesor en el gimnasio del colegio, para conseguir un efecto de eco natural. Obtienen el visto bueno de la escuela. Primer milagro. Montan la sesión con los niños, que sacan la mejor versión de todas estas canciones repetidas durante meses en clase. Segundo milagro. Escuchan la cinta y quedan estupefactos por el resultado. Tercer milagro. Deciden sacar un disco de vinilo para cada niño que hiciera la petición, previo pago de una suma simbólica de siete dólares, y todos aceptan, incluso dos o tres ejemplares por hogar. Cuarto milagro. Y, ojo, esto es América –bueno, Canadá, un poco más frio pero por lo demás bastante igual-, el final feliz no puede llegar así de fácil, Hollywood vela. Así que el disco cae en el olvido, Hans Fenger finaliza su contrato en la escuela poco tiempo después, vuelve a Vancouver, los niños crecen, y todos a vivir su vida.

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Hasta que, en 2001, 25 años después, el DJ de una radio local, Irwin Chusid, especialista en rescatar trabajos raros, se encuentra con el vinilo en una tienda de discos de segunda mano. Quinto milagro. Y cae rendido. Sexto. Mueve montañas para localizar al responsable de semejante despropósito, habla con él, le convence para autorizar la re-edición en CD y su distribución por un sello, Bar/None Records. Hans Fenger apenas recuerda este disco; no ha mantenido contacto ni con el colegio ni con ninguno de los alumnos. Da su visto bueno sin saber muy bien qué está pasando. Séptimo. Resulta que cuando sale, durante un corto periodo de tiempo, figura en el puesto #1 de las ventas en Amazon, delante de Michael Jackson y Enya. Octavo. Hoy es objeto de culto, la historia es de las más bonitas de la historia del rock.

Yo sí tengo el álbum entero, pero quiero que escuches una en particular, la versión que hicieron aquellos niños endiablados de Space Odity, de David Bowie. Cuenta Hans Fenger que para conseguir este efecto de sonido extraterrestre, con los medios tan rudimentarios de los que disponían, el chaval encargado de la guitarra cogió sin que se le pidiera una botella de coca-cola vacía y la deslizó sin parar por las cuerdas, consiguiendo lo que algunos tardan años en reproducir. Meses después, David Bowie alabará el Space Odity con estas palabras: “Los arreglos de base son asombrosos. Es una pieza de arte que yo ni podría haber concebido”. Vale que se pasa un poco, pero es verdad que se merece especial atención, tanto la historia como la canción. Rock’n’Roll.

 

Escucha entero la versión de Space Odity, por The Langley Schools Music Project.

Cascadeur – The Human Octopus

Casco de piloto de caza con estrella roja en la cabeza, máscara de luchador mexicano en la cara, albornoz de boxeador con su nombre escrito en la espalda. Cascadeur se mueve lentamente, como un samurái, sin hacer ruido, rodeado de teclados e instrumentos extraños. Cada gesto cuenta. La ceremonia se aplica al milímetro. Deja pasar varios minutos de silencio, rito que a veces irrita al público. Pero desde las primeras notas, la curiosidad suscitada por el silencio da paso a la emoción, la melancolía. En el escenario, Cascadeur se divierte con el misterio creado. Cascadeur, es Alexandre Longo, pianista de formación clásica de Metz, ciudad del este de Francia. Su personaje brilla bajo los focos, pero él se queda en la sombra.

Su historia es la de un músico apasionado por el piano, su instrumento de predilección desde muy pequeño. Padres músicos, educación estricta, vacaciones dedicadas al desarrollo intelectual. Y eso que podía haber sido futbolista, su otra gran pasión. Pero sólo podía jugar cuando había acabado las clases de piano. Admiraba a Platini en su época Juventus, por tradición, siendo hijo de italiano emigrado a Francia. Su padre dirigía la Escuela de Bellas Artes de Metz, así que el pequeño Cascadeur recibió una formación clásica, óperas italianas, música contemporánea. La emoción y la belleza se convierten en su leitmotiv, en el arte como en el fútbol. Y no pueden dejar de ser un juego. Cuando sube al escenario, observa el público, que le espera, y él se divierte. Su disfraz algo absurdo ayuda a que la carga emocional de sus composiciones melancólicas no sea demasiado grande. En noviembre 2009, en un mini festival en París, le tocaba actuar después de The Black Lips, energía rock’n’roll pura. El público estaba hirviendo, había habido intercambio de latas entre la banda y los cientos de fans. Cascadeur esperó su turno. Otros hubiesen subido al escenario como un condenado a la horca, él se reía detrás de su máscara. Se subió al escenario, un técnico le advirtió de que seguían lloviendo latas. Y empezó la ceremonia. Se tomó su tiempo. Como una aparición, emergió de las sombras con su voz felina. Como un contralto enmascarado, tranquilizó al público en ebullición. No volaron latas. De repente el público se quedó enmudecido, conquistado por la música de Cascadeur. La magia de la emoción de su voz alta y sus composiciones a la Eric Satie.

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Canta en Inglés, idioma que no controla, como la mayoría de los franceses. Le gusta el riesgo, de ahí su nombre –un cascadeur es el especialista que dobla los actores en el cine en las escenas peligrosas-. Su único álbum hasta la fecha es arriesgado. Música difícil de clasificar, o calificar. O explicar. Así que, joven padawan, te invito a escuchar The Human Octopus. Y si no tienes tiempo –mal, muy mal-, ve directo al segundo tema, Walker. Es sublime.

 

 

Escucha entero The Human Octopus, de Cascadeur

Fleetwood Mac – Rumors

Poco antes de cumplir un cuarto de siglo, me puse a trabajar en una radio FM de una ciudad “grande” del oeste de Francia, teniendo ocasión de hacer amistades con representantes de la industria musical. En aquella época, los empleados de las discográficas no sentían ninguna vergüenza en decir que vendían música y vivían de ella. Hoy, preferirían inventarse cualquier mentira, incluso las más inverosímiles –¡no me pegues, que soy banquero!-, con tal de no admitir su verdadera condición.

Lo bueno es que, a parte de regalarme cantidad vergonzosa de discos, siempre tenían muchas anécdotas que contar. Era el final de la década prodigiosa, los años de oro, 75-85, que tantos géneros y estilos vieron nacer –y desaparecer-. Así que, anécdotas, tenían para llenar enciclopedias, de estas que luego ves con el 80% de descuento en la feria del libro. Una de las que más me llamó la atención, era sobre el álbum Rumors, de Fleetwood Mac. Se decía que hasta que saliera Thriller de Michael Jackson, había sido el disco más vendido de la historia de la música popular. Fleetwood Mac, Rumors, me sonaba a chino, pero callaba.

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Yo era hijo espiritual de The Sex Pistols y The Cure, así que estos folky rocky popy yanquis no me ponían, la verdad. Eso sí, recordaba perfectamente la caratula del disco, de haberla visto en casa muchas veces. Este tipo con coleta y barba mirando con cierta suficiencia a una rubia que se suponía era la cantante, con un par de bolas –de las de verdad, no te vayas a imaginar cosas que no son-, colgando entre sus piernas.

Luego con la edad vas recapacitando, y quitando los sosos de Liverpool y el cretino de Morrisey, te pones a escuchar de todo; hay tantos artistas y discos que merecen la pena. Y resulta que Rumors, de Fleetwood Mac, es una gozada de este pop rock de finales de los 70’s. Mick Fleetwood, John McVie, Christine McVie, Lindsey Buckingham y Stevie Nicks, la rubia de la portada. Once canciones sumando 39’03” que marcan de forma irrepetible el fin de un ciclo musical en los EEUU. Con Rumors, se acaba el soft rock de la costa oeste. Pero de qué manera…

 

Escucha entero Rumors, de Fleetwood Mac

Sade – Promise

Helen Folassade Adu. La voz de terciopelo de los últimos 30 años. Soul, jazz y R’n’B. Un cocktail propio del que jamás reniega, de Diamond Life en 1984 a Soldier of Love en 2010. Yo que ella seguía otros treinta, viendo lo bien que le ha ido. Más de 50 millones de discos vendidos en seis álbumes de estudio, un buen ratio. Según la publicación Forbes, en el periodo mayo 2011 a mayo 2012, Sade ha ganado la friolera de 33 millones de dólares. Vaya, yo también quiero cantar bobadas y forrarme. Porque quitando contados temas (Jezebel, y alguno más por ahí –aunque sigo sin dar con él-), todas las canciones de Sade hablan de amooooooooor, con letra que no supera el nivel de la ESO, de esas que vuelven locas a las chiquillas ingenuas románticas. Bueno le perdono, porque cuando irrumpió en 1984 con Smooth Operator, me volvió loco a mi también. Madre mía qué guapa era…

Sade nació en Nigeria en 1959, de madre británica y padre nigeriano. Su nombre, en el idioma paterno, quiere decir Coronada de gloria. Ay… papás, sólo hay uno ¿verdad?

Sade promise

Sade no tiene álbum malo. Si bien los seis son muy parecidos, me quedo con Promise. Estrenado en Londres en noviembre 1985, contiene varios singles de esa soul music tan elegante y melancólica. The Sweetest Taboo, Jezebel, Fear y su suave estribillo en español, Never As Good As The First Time, y mi preferida, Is It A Crime. Nada que decir, un disco brillante, para estos domingos lluviosos y frescos que nos tocan.

 

Escucha entero Promise, de Sade.