No sé a dónde va la música la verdad, yo me conformo con seguir disfrutando de ella, sea el estilo que sea mientras me siga emocionando/impactando. Esta mañana, al bucear por ahí en busca de sonidos alimenticios, me encontré con las dos vertientes de su evolución. La comercial, que escupe engendros cada vez más sosos; y la creativa, que no para de proponer propuestas y direcciones nuevas. Concretamente di con dos grupos que no conocía. El primero, usted perdone, se llama Imagine Dragons y me quedé asombrado viendo el número de visionados que acumulan en youtube. Haciendo un rápido cálculo, deben de superar los 300 millones, todo ello con un único disco y dos hits, It’s Time y Radioactive. Después de escuchar ambas “cosas”, saqué dos conclusiones: primero, por suerte no estaré leyendo los medios susceptibles de hablar de ellos; segundo, es hora de que se jubilen los periodistas de Rolling Stones que hablan de rock para referirse a ellos. Música pop insípida para quinceañeras nietas de Los 40 Principales.
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Tricky – Black Steel
Tricky, el personaje con el que no te gustaría encontrarte de noche en una calle oscura. Ni con cinco sicarios colombianos a sueldo, uno en cada lado, delante y atrás. Fiouck, esto suma cuatro, dónde está el quinto? No preguntes, cuanto menos sepas, mejor. Tricky, el maestro del trip hop mid tempo desesperado, con mirada a la altura de la música gélida que lleva veinte años componiendo. Tricky, cuerpo cubierto por tatuajes de ex galeote indultado por el mismísimo alcalde de Bristol. Tricky, el niño astuto con sangre italiana, africana, irlandesa e india que no quería ser de ningún sitio y de todos a la vez, músico único y sin color, tal como reclama. Tricky, DJ aventajado, producto de una enseñanza musical de primera, legado de sus abuelos. Tricky, el patito feo de The Wild Bunch, creador respetado –¿adulado?- por toda la industria musical. Se cuenta del último en hablar mal de Tricky que le llovieron mil plagas y que desde entonces vive repudiado por su familia.
Tricky no era un santo. De joven llegó a pisar la cárcel por receptación de billetes falsos, una actividad propia de esta edad. Quién no, ¿verdad? La música le sustrajo a un futuro más bien incierto, probablemente violento, con esperanza de vida de otro siglo. Cuando no había cumplido todavía la mayoría de edad, ya estaba rapeando con el grupo The Fresh 4, en los sound systems de Bristol. Ahí es donde entabla amistad con The Wild Bunch –nombre sacado de la película obra maestra de Sam Peckinpah, mal traducido aquí, como de costumbre, por Grupo Salvaje-. En el seno de la comunidad jamaicana de la ciudad, The Wild Bunch es el referente a la hora de mezclar sonidos blancos y negros, dub, funk, reggae, soul, hip hop. Es en esta época que nace el famoso sonido de Bristol, a mediados de los 80’s, de la mano de tipos brillantes como Robert del Naja alias 3D, Grant Marshall, Andrew Vowles, Geoff Barrow –más tarde miembro fundador de Portishead-. Cuando se disuelve este colectivo, nace Massive Atttack, formación en la que Tricky aporta textos y músicas sin nunca convertirse en miembro regular. Tricky quiere ser libre, no encasillarse. En paralelo trabaja para el primer álbum de Massive Attack, Blue Lines, 1991, en el que figuran tres temas aportados por Tricky, Blue Lines, Five Man Army y Daydreaming. Ante el enorme éxito comercial de Blue Lines, Tricky se aleja un poco más, por temor a perder su identidad musical.
Sigue un periodo de amor odio con Massive Attack, con peleas seguidas de colaboraciones más o menos fructíferas en el segundo disco, Protection, 1994-, y una carrera en solitario que tarda en materializarse. Forma otro combo con un ex de la banda post-punk The Pop Group, y con la ayuda de Massive Attack, saca en 1995 por fin su primer disco, Maxinquaye –del nombre de su madre que se suicidó cuando el músico sólo tenía cuatro años-, oscuro y misterioso mix de soul, hip hop, dub, rock y electrónica, con la voz de su novia del momento, una jovencísima Martina Topley-Bird, y en alguna ocasión, de Alison Goldfrapp. Quintaesencia del sonido de Bristol, Tricky y su Maxinquaye de un lado, Massive Attack y su Protección de otro, hacen frente común contra el clasicismo y la ligereza de la brit pop. La batalla termina en empate, according to Fiouck.
En los cerca de veinte años siguientes, Tricky se gana a pulso una fama de tipo enigmático y conflictivo. No le van las lentejuelas ni los focos. Prefiere el maquillaje, que le ayuda a crear un doble para prestarse al juego de los medios, sin tocar a su sacro santa independencia. Multiplica las colaboraciones, con Bjork, el Wu-Tang Clan, Neneh Cherry, Alison Moyet, Damon Albarn, Garbage, Elvis Costello, y muchos más. Saca otros nueve álbumes, siendo el último de mayo de este año, False Idols. Algunos rozan la obra maestra, otros son para olvidar –y se olvidaron-.
En el primer álbum, Maxinquaye, figuraba la canción Black Steel, que te traigo con el zumito. Enorme tema esquizofrénico que forma parte de mi top veinte de toda la vida. Si con esto sigues en la cama dentro de 6’34», te mando a Tricky a ver qué puede hacer por ti. Y a los cinco colombianos, de paso. Hala, sube el volumen, luego zumito y a misa.
Escucha Black Steel, de Tricky
DJ Shadow – Endtroducing
DJ Shadow, Endtroducing. Es difícil encontrar un disco que haya tenido tanta unanimidad, recibido tantos elogios, visto cómo se hacían con él públicos tan dispares como fans de electro, rock, hip hop, o funk, a pesar de no contar con casi ninguna voz, de no dejar de ser un collage de samples procedentes de todos los horizontes musicales. La banda sonora original de una película imaginaria. Un sueño de artista conceptual llegando hasta los medios más masivos. Endtroducing consiguió la puntuación máxima, cinco estrellas, en Allmusic, Alternative Press, Rolling Stones, Slant Magazine. También se hizo con un 10 sobre 10 en Pitchfork Media y Pop Matters. Un A+ en Village Voice. Aunque derrapó con un 9 sobre 10 en Spin. Normalmente con esto, cualquier artista se jubilaría con su caja de habanas y su botella de whisky de malta de cincuenta años, el disco de platino encima de la chimenea, recuerdos para los nietos hartitos, y una camiseta guay de un grupo desconocido. Pero DJ Shadow en este momento sólo tenía 24 años, y era su primer álbum.
Nació en 1972 en San Francisco. Cual Obélix sumergido en la marmita de poción mágica del druida, con nueve años se cae en la cultura hip hop naciente. Una marmita muy pequeña, si la comparamos con la del hard rock pop de principios de los años 80 en los US, a la que todos sus amigos blancos de la época se tiraban tan alegremente. Desde muy joven se convirtió en un comprador compulsivo de vinilos –no, no hay nada raro en el hecho de comprar discos, es más, es un acto noble, hala-. Desde el principio escucha hasta la saciedad sus compras, trocea, selecciona y samplea la esencia de todo lo que le cae entre sus manos, copiando a sus grandes maestros como Afrika Bambaataa y Grandmaster Flash: funk, blues, garage rock, soul, clásica, salsa. Una thermomix de los géneros. Adolescente, dotado de una cultura musical casi enciclopédica, empieza a componer sus propios temas a partir de una consola cuatro pistas rudimentaria. Se inspira, a su manera, en los amos del rap del momento, Run DMC, Public Enemy, Eric B & Rakim. Antes de cumplir los 18, ya es todo un crack en las radios de colegios, y después de pocos meses al mando de un programa en una radio importante de la costa oeste, ya le siguen más de dos millones de oyentes fieles. Rápidamente le llueven ofertas para sacar sus propias canciones, cosa que acepta para un sello llamado Hollywood Basic, bajo el pseudónimo de Zimbabwe Legit.
En 1993, crea el colectivo Solesides, con otros dos raperos, Blackalicious y Lateef The Truth. Adoptan un estilo politizado muy alejado del plasta gangsta style. Las ventas de sus producciones, aunque limitadas, les permite atraer las miradas de todo lo que el rap cuenta de sellos y productores. Aceptan la oferta de una discográfica UK, Mo Wax, especializada en mezclas de jazz, soul, rap e hip hop. Su dueño, James Lavelle, que acaba de cumplir dieciocho años, se ha quedado impresionado por el tema Lost and Found, que samplea la batería de Sunday Bloody Sunday de U2. En Mo Wax, DJ Shadow puede expresar todo su talento, produce un hip hop oscuro y lento, para el que se acuna la palabra downtempo. Cada tema es el resultado de un intenso trabajo de mezcla, variación, recomposición de samples y scratches, y poco a poco le consagra como uno de los grandes de la música electrónica, aunque a él no le guste la clasificación, prefiriendo la de investigador en hip-hop instrumental.
Hasta 1996, cuando se publica Endtroducing. Tan nuevo cuando se estrena que al rato se convierte en todo un clásico. Se le comparó, por el impacto que tuvo, con Kind of Blue de Miles Davis o Electric Ladyland, de Jimi Hendrix. Un trabajo de orfebre, en el que que cada sample, remezcla, collage, es fruto de una labor titánica de precisión e imaginación. Virtuosismo y sensibilidad, innovador y nunca igualado.
Escucha los mejores temas de Endtroducing, de DJ Shadow
Driving Blind – Driving Blind
Rubén García Kielmannsegge, alias Watch TV, madrileño, DJ, productor, músico ecléctico de nu-jazz, dance club, down tempo, trip-hop, afro-funk, impulsor del proyecto The After School Special, maestro de los samplers, sintetizadores, mesas de mezclas y micrófonos, enamorado del vinilo, presente en un Hôtel Costes de Stéphane Pompougnac, colaborador del Gran Lapofsky, creador del recopilatorio Evil tunes, Vol. 1, productor de los discos de Chop Suey, Shiva Sound, Mojo Project, Moods & grooves, en los créditos de películas como El arte de morir, Amor Curiosidad Prozack y Dudas, Mi vida sin mí, pinchadiscos en Los Premios Goya, en el Sónar, en el Doctor Music. Entre otras cosas. Respira, que ahora viene otro.
Ivan Espejo, alias DJ Cue, malagueño, dos discos en su haber –Metamorphosys con 19 años, Atlantis, con pocos más-, pintor, locutor de radio, rotulista profesional, dibujante genial, DJ de la noche malagueña, retratista, beat maker, vendedor de discos, técnico audiovisual, road manager, productor, creador de podcast radiofónicos, editor de fanzine, Jam sesionista, periodista, columnista, animador de fiestas privadas y eventos corporativos, compositor, cantante, letrista. Entre otras cosas. Respira, que ahora viene el desenlace.
Un día, por casualidad, una demo del segundo llega a manos del primero. Flechazo. Empiezan a trabajar juntos, componen, crean, ensayan; seis meses después ya están tocando en locales de Madrid, con nombre y logo, Driving Blind –nombre sacado de una colección de novelas cortas de Ray Bradbury-. Ambos artistas tocan –sintetizadores, ordenadores, aparatos de todo tipo, no me entero porque yo soy más de la trilogía sagrada guitarra bajo batería-, y ambos cantan. Hermosos juegos vocales que acompañan una música electrónica elegante y creativa. Por poner referencias, Massive Attack o Anthony & The Johnsons, con un toque muy personal y original.
Mueven montañas, se ofrecen, corren, negocian, regalan, se producen, actúan, cantan, todo lo que pueden, bares, discotecas, eventos privados, desfiles. Poco a poco un álbum se perfila, lo financian ellos, algunos temas empiezan a sonar en la noche madrileña. En paralelo, porque los músicos a veces comen y se visten- sí sí, aunque parezca mentira-, siguen locutando, pinchando, pintando, produciendo, colaborando, concibiendo, creando.
El disco de debut del dúo, homónimo, está a la venta desde ayer. Lo compré, nada más enterarme. Porque les he visto varias veces en concierto, y siempre salí encantado con la calidad de las actuaciones y el talento invertido. Hasta en Ibiza, donde Iván Espejo se producía este verano una vez a la semana en un paraje idílico, casi bucólico, acompañado por el violonchelo de Illo Mur, versionando grandes estándares del rock, de Radiohead a Bjork, pasando por Nirvana y Stone Roses. La voz de Iván Espejo con el violonchello de Illo Mur, wow.
No sé lo que va a ser de Driving Blind, si van a llegar a buen puerto. Se lo merecen, y se lo deseo, no sólo por la música que tocan, sino por el empeño que ponen en ello. Mírate más arriba el currículum de cada uno, acaso hay otro sector en el que, a pesar de contar con la experiencia de veinte vidas, sigue sin ser suficiente como para vivir dignamente de ello?
La música es una puta con sus pretendientes, porque quitando a los chulos que se llevan todo el pastel, promete mucho, pero da poco.
Escucha los mejores temas de Driving Blind
Goldfrapp – Felt Mountain
Alison Goldfrapp es una cantante inglesa de 47 años. Una edad súper digna y respetable -por mi parte ningún problema-, aunque a ella no le hace gracia ninguna, por ello siempre intentó ocultarlo. Nació en una campiña inglesa, muy poco rock’n’roll. Verde, ovejas, lluvia, verde, ovejas, lluvia, etc. En el diccionario local, a la página sol, ponen:
(Del lat. sol, solis).
1. m. Palabra española en desuso aquí. Olvídate. Zero sun. Nada. Fucking rain.
Alison pasa por una infancia aburrida y melancólica, quién no, teniendo a corderos como máximo confidente. Al llegar a la adolescencia, se vuelve bastante rebelde. Después de soltar unas cuantas patadas y dejar bastantes botes de pegamento vacíos, se marcha a Londres, para viviiiiiiiiiir.
A partir de aquí pasan bastantes años sin que pase nada. Canta en distintas bandas con nombres de adolescentes retrasados –Demented children, Waste Product, Creatures of Darkness-. Finalmente conoce a Tricky, uno de los amos del trip-hop, también llamado sonido de Bristol. Colaboran en el álbum Pumpkin, en 1995. Esta unión le permite conocer a Will Gregory, un compositor con el que crean el dúo Goldfrapp. Ella canta, él compone.
El canto de Alison Goldfrapp se caracteriza por una voz soprano, sensual y muchas veces sorprendente, por su capacidad a elevarla hacia el infinito como grito de goce sexual. Influenciada por músicas y artistas tan dispares como los temas de las películas de James Bond, la música polaca, la chanson française, Iggy Pop, Kate Bush, la música de cabaret, es capaz de cantar muy alto o todo lo contrario, muy bajo. Su imagen es cambiante, cada pocos años se transforma, desde la figura de Marlene Dietrich hasta la de una payasa, pasando por una diva new wave, una militar, o una entidad mitad animal mitad humana. Alison, muy discreta sobre su vida privada, tardó mucho en salir del armario, “A menudo pienso en lo que es ser una persona y tener una relación, vivo una relación maravillosa con una persona maravillosa, y resulta que es con una mujer…”. Cómo hay que decírselo a los homófobos que se manifiestan contra las bodas para todos en el país vecino?
También le gusta meterse con todo dios. Muchas han sido las artistas y cantantes blanco de su desdén o ira, como La Roux, -“No puedo soportar su voz. Me vuelve loca, joder. Suena como esas putas ardillas de los dibujos animados que hacen música”, Roisin Murphy –de Moloko-, o Lady Gaga. No es muy simpática como tal. Eso sí, cuando coge el micro para cantar e interpretar los temas que ella y Will Gregory crean, es una diosa.
En 2000, después de un año buscando su estilo, ambos sacan su primer trabajo, Felt Mountain. Lo graban en un lugar recóndito del Wiltshire –no muy lejos del sitio neolítico de Stonehenge-. El disco apenas vende –siempre y cuando consideramos que 200.000 copias son pocas-, pero la critica se vuelve loca. Quitando el New Musical Express –bofetón-, la mayoría de los medios especializados se rinden al encanto de Felt Mountain, inclusive Pitchfork y Allmusic. El disco abre con Lovely Head, maravillosa, como si Shirley Bassey cantase sobre una composición de Ennio Morricone. Sigue Paper Bag, sobre obsesiones de todo tipo, Human, Pilots, y otras cinco canciones, atmosféricas, algo angustiosas, minimalistas. Y sobre todo Utopia, grandísima canción de los 2000, hermosa y emocionante, adoro este tema, por dios, es esto posible?
Escucha entero Felt Mountain, de Goldfrapp
Massive Attack – Mezzanine
La ciudad de Bristol existe desde el siglo XI, en el suroeste de Inglaterra, en el rio Avon. Aunque bien podría estar ubicada a 20 años luz de aquí –dicho así parece cercano, pero un año luz no dejan de ser 9 billones y medio de kilómetros-, porque hasta 1983 no llega de Bristol ninguna noticia relevante -quitando las habituales guerras, invasiones, epidemias, hambrunas, ahorcamientos, hogueras, descuartizamientos, torturas y épocas migratorias habituales en UK hasta hace relativamente poco-. Si Teruel no existe, Bristol menos. Para que veas, esta hermanada con Segovia, con esto lo entiendes todo. Pero en 1983 cambia la cosa.
Aquel año, Bristol empieza a llamar la atención de los trasnochadores y discotequeros del reino de la momia real. DJs con gustos eclécticos empiezan a juntarse para montar sesiones en las que mezclan sonidos procedentes de muchos estilos, especialmente reggae, punk y R&B. Destaca The Wild Bunch, una de estas agrupaciones de DJ’s, también llamadas Sound System –término acunado en Jamaica en los 50’s-. En ella, participan activamente Robert Del Naja, Grant Marshall, Andrew Vowles y Tricky. Poco a poco imponen un estilo basado en hip-hop, groove y soul. Lo llaman el Bristol Sound, y como no basta, se le da un mote, el Trip-Hop, que rápidamente se hace con las pistas de Inglaterra y del resto de Europa. En 1987, deciden dar el salto y montan su propia banda, Massive Attack.
Hay ciudades que saben reinventarse; de repente el sonido de Bristol –Massive Attack, para ser sincero- se vuelve lo más. “Ah, ¿no haces trip-hop?, ¡qué paleto tio!”… “Nooo, ¿no te gusta el trip-hop? Serás de Teruel!”. Yo no sabía que era un paleto residente en Teruel hasta que saliera Massive Attack. Durante los dos primeros álbumes me quedé al margen del fenómeno. Música de bar/discoteca muy decente. Novedosa, eso sí. Nunca aburrida. Además molaban las voces de Shara Nelson (primer álbum, Blue Lines) y de Tracey Thorn (segundo álbum, Protection), cantante de Everything But The Girl. Y Tricky es Tricky. Y ser un paleto tiene su punto.
Y de repente sacan Mezzanine. Justo cuando me iba a empadronar en Teruel. El tercer álbum de la banda sale en 1998, siete años después del primero. Se ha ido Tricky, centrado en su propia carrera en solitario. Quedan los tres históricos, 3D (Del Naja), Grant Marshall y Mushroom (Andrew Vowles). Componen un disco oscuro y opresivo, ritmo lento, guitarras rock, voces graves. Samplean Isaac Hayes, Led Zeppelin, Manfred Mann –que les demandará por ello-. Escapa a la descripción la canción Teardrop, donde Elizabeth Frazier nos recuerda que fue una de las cantantes más maravillosas de los 80’s cuando lideraba The Cocteau Twins. El disco entero es una genialidad. Curiosamente estuvo en download legal desde la web del grupo mucho antes de que estuviera a la venta en tiendas –siendo el año 1998, y con el modem 56kbps de rigor, es probable que algunos fans sigan esperando hoy día a que terminara la descarga, esto sí que es gilipollez amor al arte-. Alcanzó el #1 en los charts ingleses, y en cuanto a los rankings –que me gustan, como habrás visto- la revista Q lo sitúa en el puesto 15 de los 100 mejores de todos los tiempos, mientras que Rolling Stone lo pone en el 412 de los 500. Enorme.
Escucha entero Mezzanine, de Massive Attack
NajwaJean – No Blood
Najwa Nimri tiene un padre jordano, Carlos Jean un padre haitiano. Ella tiene un nombre que significa “éxtasis”, él un Plan B para beber whisky por la cara. Ella es actriz, él no se acuerda. Ella optó a cuatro goyas, él a cinco aspirinas. Ella es magro, él es tocino. Ella canta, él (des)compone. Ella escribe, él (contra)produce. Ella rebosa talento, él tambien. Y en 1998, a ambos les abdujo una nave E.T. con matricula de Bristol y pegatina del Club Hacienda en Manchester.
Y al regresar a la tierra ese mismo año, se traen un disco OVNI de recuerdo, “No Blood”, un antes y un después en la música hecha en España. Un icono, un álbum de culto, el mejor disco de música electrónica de este país. Algún atrevido (yo por ejemplo) incluso lo considera como uno de los mejores discos jamás realizado aquí.
Trip-Hop ibérico de bellota.
Escucha No Blood de NajwaJean entero…