Hubo una época en la que llevar una maceta de plástico rojo en la cabeza parecía lo más normal del mundo, vestirse con monos amarillos chillones no incendiaba las redes, y cantar sobre mongólicos no acarreaba un aluvión de denuncias políticamente correctas. Bendita época de libertad (que sí, estamos regresando, y mucho) ilustrada como nadie por Devo, el grupo más irreverente de finales de los 70s y principios de los 80s.
En la primera mitad de los 70s, una pandilla de amigos de la universidad de Akron (Ohio, la ciudad de los neumáticos) se interesa por la corriente “de-evolution” : no evolucionamos, regresamos. Es cierto que viviendo en los EEUU, cualquiera con dos dedos de frente debería llegar a esa misma conclusión. Aún tomándosela a broma, el grupo monta primero espectáculos (ays estos conceptualistas) y luego actuaciones musicales. Los hermanos Mothersbaugh, los hermanos Casale, y Josh Freese (del que no se sabe si tenía hermano) adoptan definitivamente el nombre Devo y empiezan, allá por el 75 a alegrarle la vida a los autóctonos cansados, hasta que, bingo, nada menos que Bowie, Iggy Pop, Brian Eno y Robert Fripp les caigan encima mostrando interés por el tono de sus canciones.
Reúnen los cuatro algo de dinerillo para producir el primer álbum de la banda, y se van todos a Colonia a grabarlo. Colonia, no es precisamente la alegría de la huerta, aún así, de los estudios alemanes sale en 78 el disco más loco, tarado y acelerado de la década, una mezcla jubilosa y gozosa de punk new wave. “Q: Are we not men? A: We are Devo!”. Ahí está el no polémico «Mongoloid», ese grandioso “Gut Feeling” (con una intro que no para de acelerar hasta que te cueste seguirle el ritmo con tu dedo en la mesa, inténtalo), aquel infernal “Slap Your Mammy” (olvídate del dedo, no vas a poder), una versión sincopada e irreverente del “I can’t get no satisfaction” de los Stones, y un explosivo “Uncontrollable Urge”.
Luego conocerán el éxito con su tercer álbum “Freedom of Choice”, pero la joya está aquí abajo. Hala, gracias Fiouck.