En 2006, por motivos de negocio, tuve que ir a Buenos Aires. Un viaje relámpago, como se ven en algunas películas americanas donde altos ejecutivos recorren 20.000 kms en avión sin despeinarse y tan frescos. Yo volví reventado y tardé una semana en reponerme, y eso que soy de más al norte que Bilbao, para que veas. Veintidós horas de vuelo para pasar allí treinta y seis, de las que dos noches muy cortas. Relámpago lo que se dice relámpago… más bien idiota –el calificativo me pega, a que sí-.
Lalo Schiffrin – Bullitt
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