Lalo Schiffrin – Bullitt

En 2006, por motivos de negocio, tuve que ir a Buenos Aires. Un viaje relámpago, como se ven en algunas películas americanas donde altos ejecutivos recorren 20.000 kms en avión sin despeinarse y tan frescos. Yo volví reventado y tardé una semana en reponerme, y eso que soy de más al norte que Bilbao, para que veas. Veintidós horas de vuelo para pasar allí treinta y seis, de las que dos noches muy cortas. Relámpago lo que se dice relámpago… más bien idiota –el calificativo me pega, a que sí-.

Como no tenía tiempo de pasear por la ciudad, cogí un taxi y le pedí que me diera una vuelta de una hora por los sitios que él considerara. Me quedé maravillado, tal cual, por mil cosas que vi y oí, aunque me quedo con la Avenida del 9 de Julio, la más ancha del planeta con sus 140 metros de una acera a otra. Le confiere tal sensación de inmensidad a la ciudad, que cuando volví, Madrid se parecía a un pueblo de Castilla la Mancha y la Castellana un camino rural.

Imagina allí a Steve Mc Queen al volante de su mítico Ford Mustang GT 390 Fastback verde, perseguido por el matón a bordo de su Dodge Charger B negro. Se hubiera perdido en saltos por los pendientes abruptos de las calles de San Francisco, pero se hubiera ganado en velocidad límite. Rodado en Buenos Aires, se llamaría Bullitto. Suena mal.

Lalo Schifrin Bullitt

Y dudo que a Lalo Schiffrin, aún siendo hijo predilecto de la capital argentina, le hubiera inspirado igual. A Lalo Schiffrin –Buenos Aires, 1932-, le pasa lo mismo que a Henry Mancini. Como compositor para el cine y la tele, ha dejado algunas de las piezas más inolvidables del género, pero el nombre de este afamado músico de Jazz no no suena tan alto como otros. ¿Es injusto? Depende de si Argentina le vuelve a ganar a Francia en la próxima Copa del Mundo de Rugby. Que me tienen hartitos.

Animado por su padre, famoso violinista, empezó a tocar el piano con seis años, de la mano de Enrique Barenboim, padre de Daniel. A mitad del siglo XX, se marchó a Francia, donde estudió con Olivier Messiaen, un de los compositores más influyentes de la música contemporánea. A finales de los años 50, volvió a Argentina, donde estuvo tocando en bandas de Jazz, con Gato Barbieri entre otros. Fue cuando el trompetista Dizzie Gillespie le enroló para formar parte de su quinteto, como pianista.

Una vez instalado en los US, trabajó para Verve Records, como arreglador de grandes músicos de jazz –Stan Getz, Count Basie o Sarah Vaughan-. Como el sello pertenecía a la Metro-Goldwin-Mayer, pronto llamó la atención de la productora, que le contrató. A partir de ahí inició una carrera casi soviética, cual estajanovista de la producción. Se le atribuye la banda sonora de cerca de 120 películas y diez series TV. Imposible hablar de todas, hete aquí una pequeña selección.

Misión Imposible, por ejemplo. Sí sí, es él. ¡A que no lo sabías! Cuando era pequeño y sonaba este tema anunciando una de mis series preferidas, me ponía como en trance. Estas percusiones y los vientos reunidos en una sinfonía de una modernidad pasmosa, es imposible –nunca mejor dicho- que envejezca.

Mannix –no sé si se emitió en España-, Starsky & Hutch, El Planeta de los Simios, El Agente CIPOL, y esto sólo para la tele. Del lado del cine, realizó la música de la primera película de George Lucas, THX 1138. O la de Operación Dragón, con el actor más magnético de la historia de la gran pantalla, Bruce Lee –Be copita de rueda My Friend-. El Inspector Harry, Che!, y cien más. Aunque para la gloria, compuso la de Bullitt, de Peter Yates, con Mc Queen y Robert Vaughn. Quien no ha visto la mítica y fabulosa persecución en las calles de San Francisco no ha visto nada. Digo.

 

 

 

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