Hubo una época, no tan lejana, en la que los sellos importaban de verdad. Como escuchar música requería un soporte físico, vinilo o cassette, y comprarlos no generaba suspicacias del vecindario ni miradas atónitas de tus amigos, vendían, luego existían. Así podían permitirse auténticos lujos y producir música alternativa –en su acepción ochentera- de calidad, sin caer en concurso de acreedores al día siguiente.
Anna Domino – 88
2