Coge a Amy Winehouse. Dúchala, quítale los tres kilos de rímel, córtale el pelo y péinala, pasa sus tatuajes por láser, cébala como una oca, préndele fuego a sus harapos y ponle un vestido de abuela tipo saco de patatas H&M, enséñale de nuevo a andar sin zigzaguear, tira el Absolut del vaso y deja solo el zumo de tomate –de mí no oye-, y pronuncia la fórmula mágica: “no serás Duffy, hija”. Y hop, ahí tienes a Adele.
Adele – Rolling In A Deep
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