Coge a Amy Winehouse. Dúchala, quítale los tres kilos de rímel, córtale el pelo y péinala, pasa sus tatuajes por láser, cébala como una oca, préndele fuego a sus harapos y ponle un vestido de abuela tipo saco de patatas H&M, enséñale de nuevo a andar sin zigzaguear, tira el Absolut del vaso y deja solo el zumo de tomate –de mí no oye-, y pronuncia la fórmula mágica: “no serás Duffy, hija”. Y hop, ahí tienes a Adele.
Es que no lo puedo evitar. Que sí, yo también reconozco que Adele tiene un pedazo de voz y que algunas canciones me llegan. Pero su aspecto limpito y decente, su cara pan tristona, sus curvas inmóviles sacadas de un anuncio de Dove, simplemente no me llama. Hubo una época en la que ambas “competían” por un puesto en el altar del soul revival. Amy enseñó el camino, pero siempre tenía el mapa al revés, así que Adele llegó antes a la meta y ahí se quedó.
No sé lo que la Winehouse opinaba de Adele, pero Adele sí se expresó bastantes veces sobre el patito feo de la manada soul: le veía “hardcore”. También decía que en el otro extremo estaba Duffy, tan “soft”. Pumpa. Supongo que se ubicaba en el medio. ¿Hay vida entre hardcore y soft? Si algo hay, tiene perfil borroso, una figura con trazos desvanecidos y confusos. Adele.
Nunca antes en este blog –y van 948 entradas, reto idiota a la vista- había puesto una canción con tantos visionados en Youtube: setecientos millones para el vídeo oficial de Rolling In a Deep. ¡700 millones! Esto es una palabra mayor, asombrosa. De todos modos a Adele le van los superlativos. Y algún que otro exceso Winehousiano, a veces el Absolut lo bebía sin zumo de tomate y se subía al escenario sin acordarse de la letra.
No seré yo quien le reste talento, le sobra. Y qué precocidad, madre mía. Su primer disco, 19, vendió seis millones de copias y 21, el segundo, superó los 28 millones, una cifra de otra galaxia en 2011, en plena crisis. Nacía treinta años antes y los 28 se multiplicaban por cinco, sin duda. Un fenómeno que da gusto en el fondo, todo lo que supera a las pedorras “pidehostias” -¿hace falta que las vuelva a listar?- es como una bocanada de aire fresco.
Adele hoy es como la Guerra de las Galaxias para el cine. Raras veces un nuevo álbum ha suscitado tanta impaciencia. Hay mucho misterio sobre la próxima fecha de salida. Con tanto retraso bien podría llamarse 25 ó 33. Se habló primero de finales de 2014, luego de septiembre de 2015, lo único cierto es que el mercado de los rumores está a tope, que si ya estaría enlatado, que si es fabuloso, pero también que a la cantante le gustaría tener otro hijo antes de sacarlo. Se habló de Phil Collins a la producción, pero fue sustituido. También de Pharrell Williams y de Damon Albarn. Las últimas noticias hablan finalmente de noviembre de este año. La filtración vendría de Naughty Boy, el productor del próximo disco de Emeli Sandé, que soltó que el álbum de su protegida vería su salida aplazada a 2016, ya que los sellos y discográficas han anulado cualquier estreno en previsión de la apisonadora Adele. La estrella absoluta.
[Te dejo sólo con la famosa Rolling in a Deep ya que las otras te las sabes de memoria y sobre todo porque no he localizado la que más me gusta.]