Boney M. – Varios

Se cuenta que en lo más alto de su fama, el grupo Boney M. –hasta cuesta llamarlo grupo- fue invitado a actuar en Rusia por el mismísimo Breznev, con la condición de que no interpretaran la canción –hasta cuesta llamarla canción- Rasputín. Hay tantas anécdotas inventadas alrededor de esta formación que, según el humor del día, te hace sonreír o te da por tirarlo al saco de la Gran Farsa. Es un saco grande y muy cargado, que amenaza con romperse a pesar de las múltiples costuras añadidas, y que pesa como un asno muerto –una acémila muerta diría alguna-. Trataré de no convertir este blog en un nuevo Gólgota, juas.

Boney M. es el grupo lo más alejado posible de lo que uno entiende por música. Una banda prefabricada, en la que se integran miembros que no pintan nada, que no participan nada en la elaboración de los temas que luego reproducen en playback en programas TV y shows en público, y por colmo, no cobran apenas nada de los cientos de millones que generó el fenómeno. Y terminan viviendo malamente de los subsidios estatales, cuando estuvieron algunos años tocando el cielo con un dedo de oro. Mejor dicho chapado en oro.

Boney

Las canciones que han dejado para la posteridad son absolutamente insufribles, y la palabra se queda corta. Cuando las escuchaba de joven, en la radio, la tele, los bares, las fiestas, las discotecas, las tiendas, los supermercados, el coche, las odiaba. Era sólo dolor. Hoy cuando las escucho, me sigue doliendo en el alma. Y eso que con el paso de los años, me he vuelto infinitamente más tolerante, hay mucho funk dance disco de esta época que ahora me hace hasta gracia. Lo que no se les puede negar, y por ello Boney M. está en este blog hoy, es su entrega total a la causa, una dedicación hasta la muerte. Claro que para todos los componentes esta aventura representó una ocasión, más que única, totalmente inesperada, de ganar dinero y de salir de un plan de vida que no pintaba muy glorioso. Pero cuántos grupos de rock o pop, o del género que sea, no se han movido también por dinero?

Boney M. es una creación de Frank Farian, alemán con genio y olfato, procedente de la industria musical, que en pocos meses va a construir un hibrido de banda, ensamblando piezas intercambiables, como hizo Victor Frankenstein con su criatura. A mediados de los 70’s, graba él solito un tema –Baby do you wanna bump-, cuyo éxito le lleva a concebir una estrategia marketing digna de la industria automóvil o tabaquera. Contrata a bailarinas insípidas y a un “cantante” de goma y risueño –Bobby Farrell-, con el único propósito de acompañar las canciones que él crea, compone, graba y canta, bailando unas coreografías indignantes, en las que ni siquiera canta quien se supone debía.

Entre 1975 y 1981, se les veía sin parar en todos los medios y escenarios posibles. La cantidad de hits que se les atribuye es espantosa, no hay ni uno que no sepas tararear nada más leer el título: Daddy Cool, Sunny, Ma Baker, Rasputin, Rivers of Babylon. Esta última se quedó #1 de las listas UK cinco semanas seguidas, consiguiendo vender dos millones de copias sólo en Inglaterra, convirtiéndose en el tercer single más vendido en la historia de la música popular en casa de la momia real. En total Boney M. vendió más de cuarenta millones de discos en sus pocos años de vida, a mi me aterra. Aún así les tengo mucho respeto, se volcaron como pocos en lo que creían era una misión casi divina, pero la codicia del tal Frank Farian ese les privó del fruto de su esfuerzo y entrega, y a pesar de múltiples denuncias y juicios, él se quedó con la inmensa mayoría del producto de las ventas y las royalties. Tan sólo pudieron recuperar su nombre años más tarde, pero, envuelto en peleas interinas, cada uno de los miembros históricos y no tan históricos trató de rentabilizar la marca por separado, sin éxito ni uno ni otros.

En 2010, Bobby Farrell, la estrella de Boney M. a pesar de todo, fue encontrado muerto en su habitación de hotel en San Peterburgo, donde había actuado la noche anterior. Había pasado por una malísima racha pocos años antes: vivía en un piso de los barrios pobres de Rotterdam, sobreviviendo gracias a las ayudas sociales, cuando un día de pelea con su mujer, intentó acabar con la vida de ella. Después de una temporada en la cárcel, salió algo renovado, y encontró algo de fuerza para levantar cabeza y ofrecer sus servicios de bailarín risueño en recitales de poca monta, como si no hubiesen pasado los años, re-interpretando viejos hits de Boney M. ahí donde se le daba de comer.

Bobby Farrell, nunca me gustó lo que hacías, pero chapeau. En cuanto a ti, Frank Farian, vales menos que la mierda de tus canciones.

Escucha los mejores hits de Boney M.

Rosie Vela – Magic Smile

Estaba escuchando yo vinilos ayer, cuando de repente me encontré con uno que llevaba lustros sin sacar de su caja. Y digo yo, nena, te voy a rescatar –oh sí baby rescátame, creo haberle escuchado decir a lo lejos-, aunque nadie te conozca, pero te lo mereces. ¿Y por qué se lo merece una desconocida dices tú? Lee, ya verás.

Roseanne Vela. Rosie Vela para los amigos. Es norte americana, ronda ya los sesenta años. Nació en Texas, aunque con dieciséis años se mudó a Little Rock, Arkansas -este pueblo me suena a novela de terror de Stephen King-, allí estudió arte y música y empezó a salir en portadas locales, la verdad es que era muy guapa –thanks baby-, es un dato importante para lo que sigue. Conoció al amor de su vida, un joven músico llamado Jimmy Roberts, se casaron, pero no tuvieron tiempo de ser felices, él falleció por culpa de una m… de cáncer a los pocos meses. He leído por ahí que Jimmy murió en los brazos de Rosie. Ays. Vela negra. Poco después, estamos en 1974, se marcha a Nueva York; olvidar. E intentar relanzar su carrera de modelo, ganar algo de pasta para vivir su verdadera pasión, la música –tocaba el piano desde los seis y había estudiado ópera-.

Rosie Vela

En Nueva York se convierte en top model. En esta época no eran las diosas en las que se han convertido hoy, pero catorce portadas de Vogue avalan su trayectoria como modelo. Guapa, nena –gracias baby-. A principios de los 80, con la ayuda de su hermano, compra e instala un estudio de grabación en su casa. Pasa años componiendo y escribiendo, letra y melodías, pop elegante y soft rock tan en boga. Cuando se siente lista, mueve a todo el gremio para dar con sus ídolos y conseguir lo que nadie había conseguido en años: volver a reunir a Donald Fagen y Walter Becker, ambos fundadores de Steely Dan, banda de rock jazz rock folk funk r&b blues –pon ahí lo que tú quieras, menos rap y punk- que vendió más de 40 millones de discos esencialmente en los US en la década de los 70’s. Llevaban ya más de cinco años separados, pero el ímpetu de Rosie Vela en conseguir que trabajasen en su álbum funcionó. Producido por Gary Katz –productor de los trabajos de Steely Dan-, Zazu sale en 1986, distribuido por A&M, un sello de Polygram, hoy Universal. El resultado? Un disco muy bonito, con melodías muy trabajadas y variadas, nada fáciles, acompañadas por una voz cálida y alegre. La canción Zazu –la que da el nombre al disco- es la más bonita, pero sólo tengo una en mp3, Magic Smile, afortunadamente muy representativa del resto del álbum. En su día se la comparó con Joni Mitchell, Rickie Lee Jones o Kate Bush, y talento no le faltaba.

Sin embargo y contra todo pronóstico, en los US el disco no funcionó nada, cosa que le obligó a salir a Europa a promocionarlo. Cuando le tocó el turno de ir a Francia, su discográfica incluyó en el tour a la ciudad en la que yo trabajaba, en una radio. Un amigo mío, muy metido en el mundillo de los sellos, organizó un coctel de bienvenida en su bar, y me invitó. Dios, qué guapa era –vas a hacer que me ruborice, baby-. Y ahí estaba yo con mi amigo, tomando mi copa de champagne, cuando de repente ella decidió que había tenido suficiente y empezó a despedirse muy amablemente de la gente. Y a mi, grandullón medio atontado, me dio un beso en la mejilla. Wow. El que se ruborizó fui yo, la verdad, no soy ningún héroe. Ay Rosie, sepas que tu disco me gusta mucho, y ese magic kiss, uch…

 

Escucha Magic Smile, de Rosie Vela

Charles Aznavour – La Bohème & Emmenez-moi

Charles Aznavour. Wow.

Nació de casualidad en París, ciudad en la que se encontraban sus padres, procedentes de Armenia, a la espera de un visado para los Estados Unidos. La verdad, mejor que naciera en Francia, no me hago a la idea de un Aznavour con chupa de cuero y tupé grasiento. Además no hubiera podido nunca manejar una Harley Electra Glide con lo chiquitín que era. Y The Bohemian, Take Me, qué feo suena, puah.

Dio sus primeros pasos en la céntrica calle Rue Monsieur Le Prince, donde antes que él vivieron ilustres personas de las letras y la música: Arthur Rimbaud (suspiro de las chicas), Frédéric Beigbeder (brillante escritor corrosivo francés), Blaise Pascal (matemático del siglo diecisiete, también físico, inventor, filósofo, teólogo, autor entre otras de la bella y famosa frase El corazón tiene razones que la razón no entiende), Auguste Comte (filósofo e inventor del positivismo y precursor de la sociología), Camille Saint Saens (pianista, organista y compositor del XIX, primer compositor en componer una obra específica para una película, en 1908), Richard Wright (periodista y escritor americano, a veces llamado el Dickens negro). En esta calle también se encuentra la taberna L’Escale, el más antiguo bar latino de París, donde venían a tomar copas Paco Ibañez, Violetta Parra, Tito Puente y muchos más artistas españoles y latinos.

Aznavour

Así que Aznavour nace en un entorno cultural cargadito. Sus padres, que finalmente decidieron quedarse en la capital gala, abren un pequeño restaurante con especialidades de su país, al que acuden multitud de artistas de Europa del Este. Es en este local que el pequeño Charles empieza a cantar en público, con tan sólo nueve años. Pasan los años, llega la segunda guerra mundial, la ocupación alemana y por fin la liberación en 1945. El año siguiente, se fija en él y su amigo pianista Pierre Roche, la mismísima Edith Piaf. Les contrata a ambos para acompañarla en su gira americana en 1947 y 1948. Al finalizar el tour, se quedan en Canadá durante un par de años, donde empiezan a hacerse famosos, en el Cabaret de Montreal Au Faisan Doré. Sin embargo la vuelta en Francia marca un periodo de grandes dudas casi existenciales para él. Llegó a escribir acerca de lo que considera sus problemas “…mi voz, mi estatura, mis gestos, mi falta de cultura y educación…”, handicaps según él que, años más tarde, se convertirán en rasgos envidiables de su inmensa personalidad y presencia.

En 1956 por fin le llega el reconocimiento. Primero en Casablanca, en una histórica actuación que le propulsa bajo los focos. Encadena recitales una primera vez en l’Olympia en París –el templo para la canción francesa-, luego una segunda vez y durante tres meses en la misma sala, hasta aquella noche de 1960, cuando canta por primera vez en el Alhambra –otra legendaria sala parisina que representa todo un reto para los cantantes por el tamaño del escenario, en el que sólo los más grandes triunfan-. Aquella noche, el doce de diciembre, Aznavour canta ante un público frío. Al final de su actuación, decide interpretar una última canción antes de tirar la toalla, el tema Je m’voyais déjà que acababa de escribir, y que cuenta la historia de un artista fracasado. Finaliza la representación, se retira detrás del telón, y después de unos segundos interminables de silencio, durante los que ya se ve abandonando su carrera, llega por fin una lluvia de aplausos, silbidos y bravos desde un público enloquecido. Vuelve emocionadísimo al escenario, ha triunfado en el Alhambra, es uno de los grandes, tiene 36 años.

Y hasta hoy. Los francófonos le deben algunas de las canciones más hermosas que se recuerden, Les Comédiens, Tu t’laisses aller, Il faut savoir, La Mamma, Et Pourtant, Hier Encore, Que c’est triste Venise, Désormais. En Francia y en los países en los que todavía se habla el francés, es más que un icono, es un trozo de nuestras vidas. Y no sólo para los francófonos. En 1998, en una encuesta realizada por la CNN y Timesonline, sale elegido como el performer del siglo XX, delante de dios Elvis y Bob Dylan, con el 18% de los votos. En 2006 actúa en Quebec ante 100.000 personas. Durante sus 70 años de carrera, ha compuesto más de mil canciones, cantado en seis idiomas, actuado en más de sesenta películas, y recibido todos los premios y condecoraciones con los que un artista puede soñar.

Charles Aznavour, autor e interprete de La Bohème y Emmenez-moi, canciones para la eternidad, mis dos favoritas de la chanson française. Emoción intacta. Ay por dios, qué bellas son.

Escucha La Bohème y Emmenez-moi, de Charles Aznavour

Gang Of Four – Damaged Goods

Domingo 28 de julio de 2013. Hoy no pasaremos de 27 grados, Madrid time, dice el Maldonado. Bendita pausa. Sabanas al poder. Así que hoy, a entrar en calor antes de que vayas a escuchar la palabra de Elvis dios, para ello nada mejor que uno de los grupos más relevantes y energizantes de finales de los 70’s, Gang Of Four.

No son los más conocidos, y eso que su álbum de debut, Entertainment, es uno de estos iconos de oro del rock. En 2003, Rolling Stones lo situó en el #490 de la lista de los 500 álbumes más grandes de todos los tiempos –en una actualización de 2012, el disco avanzó hasta el puesto #483-. Ojo con menospreciar eso del nº 490, figurar en esta lista está reservado a muy pocos grupos, a comparar con el total de los álbumes publicados en algo más de 60 años. Cuántos han sido? Sumamente difícil estimarlo, posiblemente entre 300 y 500 mil. Así que estar en la Fucking Golden VIP List de RS es como formar parte del 1 por 1.000 elegido para la gloria. Chapeau para los 500, por mucho que mi propia lista diferiría bastante. Pero me complace pensar que ni la Gaga ni el D. Jeta llegarán a entrar nunca, ni en la mía, ni en la de RS.

Gang Of Four es de Leeds. Ni Liverpool, ni Manchester, ni Londres, sino Leeds. En Leeds, en julio, la temperatura media no llega a 20 grados,  no me hago a la idea. La industria textil, especialmente la de las sabanas, será próspera, digo yo. Leeds es un ciudad tipo Zaragoza en cuanto a tamaño y fútbol, no destaca ni por una cosa ni por otra. Pero en cuanto a música, it is the milk: Gang of Four claro, pero también Soft Cell, Kaiser Chiefs, Wedding Present, Sisters of Mercy, Corinne Bailey Rae, etc. Zaragoza tiene a Heroes del Silencio y Amaral. Que cada cual opine.

En 1977, John King y Andy Gill forman el núcleo inicial de la banda, siendo ambos estudiantes y seguidores de las ideas marxistas de la escuela de Frankfurt. El nombre Gang Of Four viene del nombre la Banda de los Cuatro, dado a cuatro alto dirigentes del partido comunista chino, expulsados del mismo después de la muerte de Mao, por ser reconocidos culpables de los crímenes cometidos durante la revolución cultural. Fue una banda políticamente muy comprometida. Claro que hoy, esto prácticamente ya no existe, hay tanta libertad para decir lo que te apetezca que ya nadie se molesta en ser molesto, “a ver si voy a fastidiar la venta de los 27 discos que pensaba vender”. Quitando los quince que iba a comprar tu madre, eso sí.

Gang of 4

En junio 1978, el grupo publica Damaged Goods, que se convertirá luego en el título emblemático del álbum Entertainment, publicado el año siguiente. Enseguida recibe las mejores criticas de buena parte de los medios especializados. John Peel lo mete en su cajón de los favoritos, y les invita a dos sesiones en las que su actuación live les confiere inmediatamente una fama internacional, mientras que del rodaje de Top of the Pops de la BBC, prefieren salir pitando antes que aceptar cambiar parte de la letra de la canción At Home He’s a Tourist. El álbum, aunque con sonido propio, es como una formidable mezcla de los mejores grupos de la época, The Clash, The Cure, Public Image Limited, Devo, dándole cada fuente al disco una tremenda energía. AllMusic le dio un 5 de 5, Pitchfork un 9.5 de 10.0, Spin un 10 de 10. Wow, esto es rock, el resto son tonterías.

Sube el volumen, escucha y baila, luego zumito y a misa.

 

 

Escucha Damaged Goods, de Gang Of Four

Clap Your Hands Say Yeah – Clap Your Hands Say Yeah

Back to the tajo, puah. Se acabó la indolencia sudorosa de estas efímeras vacaciones. Qué goce eso de no hacer nada, noche larga, tumbona, siesta, tumbona, noche larga. Coronita en mano, o gin tonic. Y cada año que pasa resulta más duro volver, sobre todo cuando, al aterrizar, el piloto suelta la bomba -de calor-: “Tenemos 38 grados en Madrid hoy”. Que siga la fiesta. Ya sólo le faltó decir “Clap your hands and say yeah”.

Eso mismo leyó Alec Ounsworth, en forma de graffiti en un muro al lado de una sala de Brooklyn, donde se disponía a dar su primer concierto como cantante de una banda indie que todavía no tenía nombre. Aquella noche de 2003 nació oficialmente el grupo Clap your hands say yeah, que durante los siguientes dos años creó un formidable buzz en internet, consiguiendo vender más de cien mil copias de su primer álbum antes de firmar con un sello, cuando la intención inicial era la de sacar un CD auto editado, enviarlo a los medios y blogs y darse a conocer. Pero por ahí se cruzaron con el hada buena, Pitchfork Media, que hace y deshace a su antojo en el pequeño mundo indie y todas sus vertientes folk pop y rock. El blog calificó el álbum homónimo como “la mejor novedad del momento” y le puso la nota de 9.0/10.0. Flechazo vamos. Para una banda de este género, es como encontrar el grial. O que te toque el gordo de navidad. O, viviendo en el bosque, que una noche llame a tu puerta Charlize Theron, empapada por la lluvia, sin gasolina y el móvil sin batería. Entre por favor, le prepararé una tortilla…

Clap

Alec Ounsworth es de estos artistas que no para quieto nunca. Ya ha publicado tres álbumes con CYHSY, editó uno en solitario en 2009 –Mo Beauty, muy bueno-, y otros tantos con las bandas The Pelican Picnic y Flashy Python. Hay que ver los nombres que se dan en el gremio alternativo. Por eso los asistentes al festival indie por excelencia, Coachella, en los US, se tragan cualquier cosa cuando les pregunta un periodista si conocen tal o tal grupo, todos inventados menos uno –échate unas risas viendo el vídeo del reportaje, aquí-. Pero su mejor trabajo queda el primer álbum de CYHSY. Posiblemente el disco más original de mediados de los 2000. Con su timbre gangoso, es difícil no comparar a Alec Ounswworth con David Byrne. Pero por el resto, el disco contiene doce canciones muy bien trabajadas, ofreciendo un resultado único, un sonido propio con esa rara capacidad para sonar familiar a cualquiera que las escuche y a la vez no parecerse a nada. El álbum forma parte de la lista de los cincuenta discos más importantes de la primera década de este siglo, establecida por la radio nacional pública estadounidense –que sí, que la hay-; y en mi top 50, the “Fiouck’s 50 best ever” -prepararé un iconito para colgar en su web, juas-. Para los vagos, escuchad los temas 10 y 11.

Escucha entero Clap Your Hands Say Yeah, de Clap Your Hands Say Yeah

The Bangles – Walk Like An Egyptian

Vacaciones, día 8 -el último-. Sol, cómo no. Y calor intenso. Sé que en breve me arrepentiré haber dicho esto, pero daría lo que tengo a cambio de nubes y algunos grados menos. Y estamos a 26 de julio, lo que queda… Últimos recuerdos musicales veraniegos. 1987, llevo ya un año trabajando en una radio y gastando cada mes más de lo que cobro, así que no hay presupuesto para vacaciones; no recuerdo haber hecho otra cosa que deambular arrastrando mi pena por las calles vacías de la ciudad, escuchando una y otra vez -muy a pesar mío- los summer hits del año.

The Bangles. Grupo de chicas demasiado guapas para ser sincero. Hay que ver la Susanna Lee Hoffs, cantante de la banda -una de ellas, ya que el papel no estuvo atribuido a ninguna en particular-, muy mona bailando en braguitas en una escena de la película La Noche de la Graduación -The Allnighter en VO- de Tamar Simon Hoffs. O Debbi Peterson, batería, rubia con dentadura perfecta, y su hermana Vicki, que parece estar rodando un anuncio Chanel cuando se enfunde la guitarra. Tampoco digo que al rock sólo acuden feúchas desesperadas -que las hay-, pero The Bangles parecían moverse más por una pose que por una rock’n’roll attitude. De hecho cuando los focos empezaron a centrarse en Susanna Hoffs, a pesar de no ser más cantante que las demás -todas cantaban, turnando-, aparecieron tensiones en el seno del grupo -se ve que todas querían estar en la foto- hasta su disolución en 1989.

Bangles

Fueron siete años de vida, un EP y tres álbumes de estudio, por lo menos en esta primera etapa -se reformaron en la primera década de este siglo, pero nadie pareció darse cuenta, yo me acabo de enterar-, millones de discos vendidos, fama, conciertos multitudinarios, colaboraciones de prestigio. El primer álbum, All Over the Place, tuvo una relativamente buena acogida, logró entrar en los charts US pero lejos de los puestos de honor. El segundo, Different Light, ya fue otra cosa. Contiene varios singles que arrasaron en Estados Unidos y Europa. El primero de ellos, Manic Monday, fue escrita por Prince, bajo el pseudónimo de Christopher -nombre que tenía en la película Under The Cherry Moon-. Nada más publicarse, entra en la listas de ventas hasta el #2, detrás de…. Kiss, de Prince. Este sí que fue un jodido genio, sería interesante saber a quien(es) de las componentes de The Bangles se llevó a su camita -Prince era chiquitín- a cambio de la canción -qué comentario más feo Fiouck, uuuuuuuh-. El tercer single, Walk Like An Egyptian, reconocible desde la mismísima primera nota, lo va a hacer aún mejor. Cuatro semanas se queda en el primer puesto de los charts de medio mundo -es decir, US y UK-, permitiendo al álbum vender millones de copias, y recibir en 1987 el Brit Award al mejor álbum de rock. Y todo gracias a una canción que fue añadida al disco en el último momento, como broma -se inspiraron en el “baile” de algunas personas buscando no caerse en un barco movido, dejando gestos parecidos a los de las pinturas murales en el antiguo Egipto-. Después de un tercer disco sin mucho relieve, Everything, terminaron separándose como grupo y casándose como mujeres. Qué cosas…

 

 

 

Escucha Walk Like An Egyptian, de The Bangles

Lloyd Cole – Rattlesnakes

Vacaciones, día 7. Sol. El otro día le preguntaba a un chaval de por aquí si cabía la posibilidad de que lloviera, contestó que no sabía, que sólo tenía once años. Despreocuparse por el tiempo es un privilegio -si a uno le gusta el sol claro-. Parece que sólo ocurre aquí, así que habrá que repetir. Yo recuerdo de joven haber ido a la playa con jersey, y tenido ganas de matar a todo dios después de una semana de lluvia sin parar. Que luego tardaba la arena otra semana en secar y crecía musgo en la toalla. Como aquel verano 1985; repetimos Biarritz -ver post de ayer-, mal hecho, tocó mal tiempo, menos mal esta vez pasamos de acampar. Acompañó música ad’hoc, otra vez el gordinflón de Robert Smith, y otro mofletudo inglés, Lloyd Cole and The Commotions.

Lloyd Cole

Lloyd Cole irrumpió a finales de 1984 con su primer álbum, Rattlesnakes, en plena ola de música pop elegante, con Prefab Sprout y Aztec Camera de abanderados de un movimiento que hoy pocos recuerdan –Lloyd Cole ni tiene wiki en español-. El disco no arrasó en ventas pero sí en criticas y elogios. Contiene diez canciones -por un total de tan sólo 36 minutos- de folk rock brillante, letra amarga y nostálgica, referencias literarias por un tubo -estudió filosofía en Glasgow durante un año-, con guitarra acústica omnipresente y arreglos pop inteligentes. De mis álbumes preferidos, por mucho que lo escucho no envejece, es una pequeña joya. Luego sacarían otros dos discos, pero yendo de más a menos, antes de separarse en 1989. Desde entonces Lloyd Cole se ha mudado a EEUU, compone y produce discos desde su propia casa, y ha sido de los primeros en acudir al crowdfunding para financiar sus proyectos musicales, contando con éxito con una base de fans en la que me encuentro. Es golfista emérito, y ha sido clasificado #11 en la lista del top 100 de músicos golfistas establecida por la revista Golf Digest, encabezada por Alice Cooper -qué cosas, a años luz de la idea que me hago de un rockero-. Odio el golf. Prefiero los golfos.

 

 

Escucha Perfect Skin, de Lloyd Cole & The Commotions