Casa. Madrid. 2013. Jueves 8 de agosto. Día de trabajo. Día de exceso. Toca Disco. Vinilo de Nicole Atkins. Stop. Música de la buena, música que me gusta. Otros criterios en entredicho. Por lo menos en este blog. Voz ronca y grave. Arreglos de lujo. Nicole Atkins me recuerda a alguien. Será Edith? Será Patti? Mff, será Rufus?
De Edith [Piaf], toma prestado unos corazoncitos angulosos grabados en árboles al lado de nombres masculinos de todas las edades. De Patti [Smith], hereda una garganta que se alimenta de las miserias humanas, en especial las suyas. Y de Rufus [Wainwright], se inspira en una grandilocuencia trágica propia de un siglo que no sabe a donde va. Nicole Atkins, americana eléctrica, podría conformarse con ser la ahijada de algunos padrinos talentosos, pero se quedaría corta: recuerda a Lana del Rey, como madrina y musa de ella, como si, cinco años antes del disco Born To Die, una cantante enamorada de Hollywood hubiera adivinado por dónde iban los tiros de la industria musical.
Nicole Atkins, otra niña yankee predestinada, de estas chavalas que por el motivo que sea, saben que tarde o temprano estarán subidas a un escenario para interpretar sus canciones o las de sus ídolos, y mover las caderas enfundadas en vestidos imposibles. Con pocos años, Nicole ya había abandonado las muñecas, cogido una guitarra de plástico, e imitado a David Lee Roth delante de su hermana pequeña, que tenía orden de hacer de fan histérica del rubio, so pena de no tener merienda. Quince años más tarde, con su primer álbum –Neptune City- en la calle, orgullosa ella con el camino recorrido, Nicole recibe una invitación informal del Boss –coño, Bruce!! yo voy, aunque tenga que pagar!!- a tomar algunas copas por su barrio, en un cuchitril de poca monta. Salió borracha perdida, incapaz de volver a casa sola, habiéndose ganado una fama merecida de “chica con la que se puede hablar en serio, no como otras, que no cariño no hablo de ti”. Desde entonces allí están todos, Bruce Springsteen, David Byrne, Chris Isaak, Angelo Badalamenti, todos jovencitos de la música rock y country, para hacer de galán, viejos admiradores verdes de esta joven cantante marginal, eclipsada por la del Rey, depositaria de un disco tan bueno como ignorado.
Neptune City, primer álbum de lujo de una fan del cine de David Lynch, violines emocionantes, baladas brillantes, teclados oscuros, letra bruta, ojos hermosos, voz rompedora. Imprescindible en cualquier discoteca digna.
<Escucha entero Neptune City, de Nicole Atkins