En una época remota de mi vida, muchos días a la semana, para ir a trabajar, tenía que coger el metro muy temprano, a las 6h30. Si ya de por sí odiaba al planeta entero por tener que levantarme tan pronto, tenía que lidiar con que alguien se había marcado como reto el fastidiarla aún más. Ya sabes, cuando la cosa puede ir peor, no te preocupes que se va a desmadrar. Resulta que una señora de cierta edad había elegido mi estación de metro –anda que no las había más bonitas y acogedoras- para instalar su arpa a principio del anden donde me tocaba esperar. El arpa a las 6h30 de la mañana, cuando has dormido poco, con frío y prohibición de fumar para pasar el rato, es lo más cercano a una sesión de tortura del mismísimo Torquemada. Me chirriaba los oídos, era como una agresión al buen gusto. Odiaba a esta señora, las veces que soñé que se caía a las vías justo antes del paso de mi anhelado metro. Pobre señora, claro que no lo hacía por gusto, más bien por necesidad de llevarse algo de dinero. Pero c…, ¿no podía tocar una Fender Stratocaster como dios manda?
Catrin Finch & Seckou Keita – Bamba
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