Vacaciones, día 6. Sol de justicia. Cielo azul, calma total en el mar, aire lo mínimo, Coronita fría en mano -a que de repente te bebías una, verdad?-, música de fondo, recuerdos… 1984, verano con amigos del alma en Biarritz, quince días de camping a lo grande, cada día nos levantamos cuando nuestros vecinos ya están con la merienda, 55 grados dentro de la tienda, amor al arte. Lo primero, engullir cinco litros de agua, encender el marlboro y enchufar música; aquel año se lleva la palma el gordinflón con The Cure -cualquier álbum de la trilogía sagrada, Seventeen Seconds, Faith o Pornography-, Liaisons Dangereuses con Los Niños en el Parque, y Anne Clark con Our Darkness.
Anne Clark, inglesa nacida en 1960, dejó el colegio con dieciséis años para vivir la vida, al igual que miles de adolescentes a mediados de los 70’s -hoy los tienes que echar de casa con treinta-. Hizo de todo, incluso de enfermera de noche en un hospital psiquiátrico, hasta que encontró un trabajo en una tienda de discos, sede de un pequeño sello discográfico. Era época de Sex Pistols y Clash, de no future, desprecio a la reina y sus séquitos -hoy la gente aguarda sitio para ser el primero en ver al último blue blood chiquitín, por dios es que no hay planificación familiar en Buckingham?!?!-, y la joven Anne Clark encuentra su lugar en este vendaval musical, cultural y social. Se involucra en la gestión de un teatro -The Warehouse Theater- donde se producen bandas punk nacidas por la mañana y pasadas a mejor vida al día siguiente. La tesorería del lugar no pasa por su mejor momento -eufemismo para decir que cierra cada noche al borde del abismo-, criterio que lleva a Anne Clark proponer ampliar el abanico de estilos musicales. Así es como vienen a actuar artistas menos marcados punk, como Paul Weller -¡¡mi Paul Weller!!-, The Durutti Column, Ben Whatt -futuro miembro de Everything but the girl-, y quien le va a marcar a la hora de lanzarse como cantante, Little Kwesi Johnson, poeta dub de origen jamaícano.
Anne Clark publica su primer trabajo en 1982, The Sitting Room. Pegada a la new wave tan en boga en esta época, se desmarca con un estilo propio, conocido como el spoken word: no canta, habla, al son de su música. Se siente poeta, un poco maldita a la Verlaine, y lo plasma en canciones electro pop punk -no me peguéis, no lo digo yo- que no encuentran su sitio -lo contrario sería preocupante-. La fama llegó un par de años después, con su tercer disco Joined Up Writting, y en especial el tema Our Darkness, que hizo las maravillas de algunos Djs espabilados, que lo encadenaban con Los Niños en el Parque, de Liaisons Dangereuses. Ni premios, ni ventas multimillonarias, ni rock’n’roll hall of fame, ni lista de las 500 mejores canciones de todos los tiempos. Simplemente una canción icono de aquel verano de 1984, que me ayudaba a extraerme de esta tienda horno, apestoso pero feliz, hambriento y risa tonta… acaso había mejores planes?
Escucha Our Darkness, de Anne Clark