El Vaticano -y sus sicarios de L’Osservatore Romano- fue en su día el mejor embajador de la chanson française, muy a su pesar. En octubre de 1963, se negó a que Edith Piaf recibiera un funeral religioso –por su mala vida de mujer que amaba la vida y los hombres-, y convirtió al gorrión milagroso en algo más que una leyenda. Seis años más tarde, calificó Je T’Aime Moi Non Plus de canción obscena, y las ventas se multiplicaron como los panes y los peces. ¡Qué cosas!, a ver si nos vamos a tener que ofender por las faldas que llevan los prelados, igual le hacemos un favor a la iglesia apostólica romana.
Jane Birkin – Arabesque
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