El Vaticano -y sus sicarios de L’Osservatore Romano- fue en su día el mejor embajador de la chanson française, muy a su pesar. En octubre de 1963, se negó a que Edith Piaf recibiera un funeral religioso –por su mala vida de mujer que amaba la vida y los hombres-, y convirtió al gorrión milagroso en algo más que una leyenda. Seis años más tarde, calificó Je T’Aime Moi Non Plus de canción obscena, y las ventas se multiplicaron como los panes y los peces. ¡Qué cosas!, a ver si nos vamos a tener que ofender por las faldas que llevan los prelados, igual le hacemos un favor a la iglesia apostólica romana.
A Jane Birkin no le importó excesivamente el escándalo que supuso esta canción co-interpretada con el amor de su vida, Gainsbourg. Hubiera hecho cualquier cosa con y por él. Ella, la mocosa inglesa tímida que maltrataba el francés con un acento inverosímil, en brazos del más grande de los letristas, malabarista de palabras, provocador nato, respetado y admirado por todos.
Birkin, o cómo resumir en una corta entrada cincuenta años de carrera artística casi sin parangón en el país vecino. Participó de medio siglo de convulsiones culturales y sociales, vivió muertes dolorosas –Gainsbourg, su padre, con un intervalo de cinco días, y más recientemente, Kate Barry, la hija que tuvo con John Barry en 1967-, protagonizó algunos de los escándalos más sonados –en 1966 apareció totalmente desnuda en Blow Up, de Antonioni, palma de oro en Cannes, inconscientemente subversiva-, dio nombre a un bolso de la casa Hermés y prestó su apellido para una expresión que le apena, usada para referirse a chicas con poquísimo pecho -“plate comme Birkin”-, se casó, se divorció, tuvo tres hijas –hoy cuida como una fiera de las dos que le quedan, Charlotte Gainsbourg y Lou Doillon-: uno no puede imaginar a Francia sin su inglesa más famosa, tan querida, incluso cuando los ingleses nos endosan una nueva derrota en el Seis Naciones.
Su padre era todo un señor. Durante la segunda guerra mundial, de noche, cruzaba el Canal de la Mancha para salvar a combatientes de la Resistencia y repatriarlos en suelo británico –uno de ellos fue Mitterrand, Presidente galo de 1981 a 1995-. De él ha heredado la sed de vivir y una felicidad más fuerte que los golpes. Inició su carrera cinematográfica en UK en 1964 en la película El Nack y Cómo Lograrlo, de Richard Lester. Desde entonces, ha rodado más de 80 películas, aunque su acento le hiciera perder muchos papeles.
En 1968 abandonó Inglaterra para probar suerte en Francia. Los inicios fueron dolorosos, incluso cuando conoció a Gainsbourg, que no soportaba a esta moza que tropezaba una y otra vez con la gramática. A él, el señor de las letras, le chirriaba sus faltas y este acento que hoy conserva, cincuenta años más tarde. Una noche, en pleno rodaje de la película Slogan, de Pierre Grimblat, en el que Gainsbourg le hacía la vida imposible a Jane Birkin por haber tenido que prescindir de Marisa Berenson, fueron invitados a cenar por el realizador, que veía cómo el ambiente se le escapaba de las manos. Fue ella quien invitó a Gainsbourg a un baile , para darse cuenta de que la agilidad que tenía para alinear versos y frases la perdía como un idiota a la hora de bailar. El empate técnico entre las discapacidades de ambos hizo que se amaran perdidamente durante muchos años.
En 1969, dos años después de la prohibición de la canción Je t’Aime Moi Non Plus interpretada inicialmente por Brigitte Bardot, Gainsbourg le propuso a Jane Birkin re-interpretarla. Esta vez no hubo interdicción, tan solo un sticker en la portada del 45t, “prohibido a menores de 21 años”. La letra atrevida y los gemidos de placer hoy forman parte de la historia de la música popular. El giro lingüístico en el título de la canción es muy particular. Este “Te quiero, yo tampoco” dio mucho que hablar. Parece ser que viene de una frase de Salvador Dali, a quien un día un periodista le preguntó qué le diferenciaba de Picasso. Contestó así: “Picasso es español, yo también. Picasso es un genio, yo también. Picasso es comunista, yo tampoco”.
Jane Birkin ha grabado doce álbumes de estudio y siete en público. Uno de ellos, Arabesque, es pura maravilla. En este disco publicado en 2002, re-interpreta grandes canciones suyas y de Gainsbourg con una orquestación árabe. Es absolutamente divino. Especialmente Comment Te Dire Adieu (Cómo decirte adiós), que me deja con un enorme nudo en la garganta cada vez que la escucho, cuando desde el minuto tres da las gracias a todos sus músicos, técnicos de sonido y manager que permitieron que el show fuera un fantástico éxito. Y a su amiga de toda la vida, Gabrielle Crawford, su protectora de siempre, a la que llama “Mi Arcángel Gabrielle”. Buf… ¿algún día me mereceré que alguien me de las gracias así? En todo caso, gracias a ti Jane Birkin.
[Te dejo con cinco de los temas que componen este maravilloso disco.]
Sublime
Gracias 🙂