¿Se acabó el vigésimo puente del año? ¿Bostezando después de roncar durante cuatro días? El tio Fiouck te va a despertar y ponerte firme, ponte los cascos. Hoy volvemos a principios de los 2000, en ese resurgir rock en el que Franz Ferdinand jugó sin querer un papel de transición entre el rock «clásico» de los Strokes, White Stripes o Libertines y el pop más sofisticado y saltarín de Bloc Party o Kaiser Chief. No les fue mal, ni una cosa ni otra, su música es al final la que más éxito ha cosechado. De su primer álbum de 2004, homónimo, se vendieron cerca de cuatro millones de ejemplares. No está mal para un grupo cuyo líder estudiaba teología cinco años antes.
Se forman en 2001, en Glasgow; una banda escocesa con sólo un escocés en sus filas, Paul Thompson el batería. El cantante guapetón, Alex Kapranos, es medio inglés medio griego; El guitarrista, Nick McCarthy, es inglés, aunque se crió cerca de Munich; y el bajista, Robert Hardy, es inglés. El nombre lo eligieron después de ver en la tele una carrera de caballos, en la que uno de los participantes llevaba el nombre de “Archduke Franz Ferdinand” –Archiduque Paquito Fernando, uno con bigote a lo Dalí y desencadenante involuntario de la peor guerra mundial, allá por 1914-. Se cuenta que Alex el griego y Nick el alemán, se conocieron después de casi pelearse en un bar –no se sabe por qué motivo, chicas o fútbol-, pero como en las películas más lindas, se hicieron amigos y al rato vendían millones de discos.
[he bajado al bar, dispuesto a encontrar fama y dinero también, pero estaban todos viendo el Atlético perdiendo, ays].
Bueno en realidad tardaron un poco más. Emprendieron el clásico recorrido, ensayos en un sótano okupado, pequeños conciertos en locales de la ciudad, demos grabadas en un CD, visitas a Londres en busca de un sello, firma con uno yankee –Domino-, publicación de un primer EP, Darts of Pleasure en 2003, que pasa totalmente desapercibido, primera portada del New Musical Express, primer álbum en febrero de 2004 y éxito inmediato gracias al single Take Me Out, primer –y último- premio Mercury Prize a finales de 2004. A partir de ahí, la llama de la banda y de su carismático líder empieza a declinar. El segundo álbum no vendió ni la cuarta parte del primero, el tercero más de lo mismo comparando con el segundo, en cuanto al cuarto, publicado hace un año, ni me había enterado.
La historia, al final, se quedará con el primero. Cargado de singles efectivos, el álbum se vendió como churros y recibió las mejores notas en muchos medios especializados, hasta un 9,1 en Pitchfork, un 5 de 5 en The Guardian y un 9 de 10 en el NME. Fiouck le pondría un 18 sobre 20 si no fuera por la corta duración del álbum, 38 minutos, cuando en un CD te cabe casi el doble. Ritmos nerviosos, melodías simples y pegadizas, música alegre para que bailen las chicas, este primer álbum de Franz Ferdinand fue un golpe de efecto tal vez efímero, pero vital. Imprescindible en una discoteca que se precie.
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