Están los tipos duros y está Ryan Gosling. Los chicos guapos y Ryan Gosling. Los hombres elegantes y Ryan Gosling. Él no es nada de eso y lo es todo a la vez. Basta con mirar a las chicas viéndole, con ese suspiro resignado propio de quien asume que no, “qué tonta estás josefina, nunca estarás desnuda a su lado, felizmente tendidos sobre una piel de tigre delante de la chimenea con una botella de Dom Perignon en la cubitera”. Es lo que trae ser Ryan Gosling, bebedor onírico de champagne, suspiros.
Y rugidos de motor. En Drive, no para. Y eso que su Chevrolet Impala está a años luz del Ford Mustang de Steve Mc Queen. Bullshit vs Bullitt. [wow, qué bueno Fiouck, eres la leche dominical]. Culpa de la crisis, hasta los cacos han tenido que recortar gastos. Aún así la película funciona. Magistralmente. Todo gracias al magnetismo de Ryan Gosling. Su sangre fría, la maestría de auto control, su capacidad de anticipación, su fuerza bruta, la furia animal que desprende cuando se ve en peligro. Y gracias a la música.
Para la banda sonora de su penúltima película, el realizador danés Nicolas Winding Refn lo dejó todo en manos de Cliff Fernández. Este señor no es exactamente un mindundis. Empezó su carrera de músico como batería de Red Hot Chili Peppers, con los que participó y grabó los dos primeros álbumes del grupo, el primero homónimo y el segundo, Freaky Styley. Pero luego se cansó de la vida de rock star, las giras y todas las fans hambrientas que hay que contentar después de cada concierto. Lo dejó todo para la composición de bandas sonoras.
En 1989, conoció a Steven Soderbergh -¿mi cineasta preferido?- y entabló con él una sólida amistad y colaboración que dura hasta hoy. Sexo, Mentiras y Vídeo fue su primera incursión que culminó con Solaris en 2002, posiblemente su mejor trabajo. En 2001, Cliff Fernández realizó la BSO de tres películas: The Lincoln Lawyer, con Matthew McConaughey –cómo rayos se pronunciará de verdad el nombre de este nuevo golden boy man-, Contagio, de Soderbergh –si no la has visto, corre, es una obra maestra-, y Drive, de Nicolas Winding Refn.
La casi totalidad de la música de la película es del tipo electro-pop, con claras influencias ochenteras. De hecho en algunas ocasiones se parece mucho a la música de John Carpenter para su propia película Escape From New York, con mi héroe Snake Plissken. Catorce de los diecinueve temas de la BSO son del compositor, mientras que cinco son colaboraciones y encargos a algunos músicos que aprovecharon la ocasión para hacerse un nombre. La más conocida, no necesariamente la mejor, es de Kavinsky. En mi caso prefiero los temas de College (con Electric Youth), The Chromatics o Desire.
Y luego hay una perla, una joya de hace muchas décadas. Escrita para la película Goodbye Uncle Tom de 1971, por el compositor de BSO italiano Riziero Ortolani, fallecido al principio de este año con 87 años, e interpretada por su mujer, Katyna Ranieri, Oh My Love es una bella y hermosa canción, que deja los pelos de punta y un nudo en la garganta, alcanzando una rara emoción. Sublime y celestial.
[shhh, escucha Oh My Love, luego ya sabes, zumito y a misa.]
Pues yo me quedo con esta maravilla:
http://thesongswelove.wordpress.com/2013/01/26/tick-of-the-clock-drive-movie-edit-chromatics/
Sabía yo que alguna ya la habías puesto en tu blog! Ahora lo leeré, que no sé cómo haces para escribir tanto sobre una única canción…
Excelente elección. Increíblemente incomprendida por muchos. A mi me encanta. Hipnótica.
Te refieres a la banda sonora o a la película?
Nunca lo supimos
Porca miseria…
Pingback: Dead Man’s Bones – Dead Man’s Bones (Ryan Gosling) | Un día, un disco.
Pingback: Carpenter Brut – EP III | Un día, un disco.