Y de repente me puse a tararear una melodía que llevaba años enterrada. Ninguna idea de lo que provocó que resurgiera. Pero enseguida supe que no encontraría la paz hasta localizar la obra y su compositor, y de paso, la película en la que la había oído por primera vez. Me ha costado lo que no está escrito, pero sabes, estoy feliz, porque la pieza es infinitamente más bonita que en mi recuerdo. ¿Bonita? Venga ya Fiouck, no seas tacaño… es magnífica, hermosa y emocionante. Una obra maestra para una película que tuvo la Palma de Oro en Cannes 1969.
If, así se llama la película en cuestión, fue dirigida en 1968, por Lindsay Anderson, un cineasta inglés que formó parte del movimiento Free Cinema, una corriente parecida a la Nouvelle Vague de Godard, Truffaut, Resnais. Cuenta como tres estudiantes de un internado inglés con férrea disciplina –la palabra se queda corta-, la casi esclavitud de los más jóvenes hacia los mayores, los castigos corporales por cualquier incumplimiento de las normas, se rebelan contra la autoridad representada por el profesorado, la iglesia, el ejército y la propia realeza británica. Detrás de lo dorado de un decorado venerable, en uno de estos establecimientos de los que tan orgullosos se sienten los ingleses, donde cada falta se paga caro con el beneplácito de la dirección del colegio, hijitos de papa y futuros empresarios de la corona se someten a rituales que rozan el sadismo. Más que formar a esta juventud, el colegio formatea. Pero a estos tres chavales –Malcolm Mc Dowell interpreta al líder del trio, con esta cara que dará miedo algunos años más tarde en La Naranja Mecánica de Kubrick-, se les termina torciendo los cables y la fiesta de fin de curso acaba en un baño de sangre. Yo no recuerdo con qué edad la vi, claramente demasiado joven, posiblemente con diez u once años, pero me impactó profundamente. En esta época mi rebeldía se limitaba a darle a la perra por debajo de la mesa y sin que me pillasen lo que no me molaba de la comida. Es un peliculón, sin duda, y no porque le hayan dado una Palma de Oro.
Y para acompañar tanta salvajada, el cineasta eligió algunas piezas antagónicas, muy bellas. Como “The Missa Luba”, una versión de una canción congoleña tradicional interpretada en 1958 por “Les Troubadours du Roi Baudouin”, un coro de niños de la ciudad de Kamina. Y sobre todo esta canción que venía tarareando esta mañana, la Toccata que pone final a la Sinfonía nº 5 Opus 42, de Charles-Marie Widor. Este compositor galo, nacido en Lyon en 1844 y fallecido 93 años más tarde en París, fue uno de los organistas más virtuosos de su época y un gran compositor para este increíble instrumento. Es posiblemente una de las piezas más veces interpretadas en las catedrales e iglesias que disponen de tal joya, por muy compleja y difícil que resulte tocarla. Se interpretó –entre otras uniones reales europeas- en la boda de la momia real inglesa, Elizabeth II, en 1947. En youtube existe una grabación de 1932, en la que la interpreta el mismísimo Charles-Marie Widor, pero he elegido otra, un pelín más rápida, del organista de la “Cathedral of The Scred Heart” de Newark, en Nueva Jersey. Sublime… También te dejo una versión tocada al piano, por el joven pianista israelí Timor Shapira. Fabulosa…
[La primera tarda quince segundos en arrancar, no te desesperes]
Menudo descubrimiento! me refiero a tu blog y a este pedazo de tema! =)
Ánimo y a seguir! un gran trabajo
Muchas gracias! Me iba a pegar un tiro pero tus ánimos han llegado justo a tiempo! 🙂
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