Diana Krall – Glad Rag Doll

Hay artistas así, parecen tenerlo todo, por lo menos hasta donde he podido comprobar. Belleza, talento, ingenio, humor, dinero –yaaaa, no lo ha robado, quince millones de discos vendidos dan para ver venir- y unas curvas de infarto, madre mía. A Diana Krall, el ser rubia incluso no le parece afectar su autoestima, va sobrada. Tiene una presencia magnética ante la que seguro más de uno se ha vuelto tartamudo y zoquete. Cual Obelix mirando a Falbalá.

De ser ella cantante de rock, yo me hacía cura, para no vivir permanentemente con pensamientos impuros –¿es sarcasmo lo que se ha oído al fondo?-. Afortunadamente Diana Krall le da al jazz; así resulta más liviana la idea de que, en cada uno de sus recitales, este mirando a 1.000 idiotas babosos a la vez. Además será la única artista que se va del escenario al final de los conciertos, cuando el público todavía permanece inmóvil, la boca como la de una carpa lobotomizada.

Diana Krall empezó a tocar con cuatro años, mucho antes de que el género masculino se volviera histérico como el lobo de Tex Avery, con los ojos saliendo de las órbitas ante Jessica Rabbit. Un don que lo suyo. De adolescente ya tocaba en una pequeña banda de jazz de su colegio y antes de cumplir mayoría de edad, ya se ganaba la vida dando representaciones en los restaurantes de su ciudad –Nanaimo, Canada-. En 1981, con diecisiete años, el Festival de Jazz de Vancouver le recompensó con una beca para estudiar en el Berklee College of Music de Boston, una de las más prestigiosas escuelas de música en el mundo, de la que salieron leyendas como Miles Davis, Al di Meloa, Keith Jarrett, Quincy Jones, Pat Metheny o André Manoukian. Se quedó estudiando un año antes de volver a su Canada natal.

[Es justo en esa época que interviene el hada buena: Diana se cruza por el camino con Ray Brown -ex marido de Ella Fitgerald y ex músico de Oscar Peterson– y Jeff Hamilton, y se deja convencer por ambos para marcharse a Los Angeles a probar suerte. Pequeño Fiouck ilustrado: Hada buena = decisión acertada, Hada mala = Adios, Hada borracha = Club de los 27].

diana krall

En California siguió aprendiendo, de la mano del pianista Jimmy Rowles, y más tarde en Nueva York, donde perfeccionó sus técnicas musicales y el dominio de su voz. Montó un pequeño trio de jazz y dio sus primeros conciertos. Durante los siguientes años, viajó mucho y trabajó donde pudo. En Zurich, estuvo cantando en el bar de un hotel de lujo, cosa que le permitió grabar un primer disco que pasó desapercibido. De vuelta en Nueva York, publicó su primer álbum americano, Stepping Out, aunque tuvo que esperar al segundo, Only Trust Your Heart, para que le tocara el gordo. A partir de ahí -1995-, la carrera de Diana Krall no flaqueó nunca, explotando literalmente en Cannes, bajo la batuta artística de Clint Eastwood, que le propulsó como la nueva gran dama del jazz, al interpretar en 1999 la canción Why Should I Care, en la BSO de la película Ejecución Inminente.

Harta de siempre escuchar que debía su éxito a su físico, decidió en 2012 sacar un álbum tremendamente sensual, casi sexy y no sólo por la portada, bonito pito catalán a sus detractores. Glad Rag Doll –en español algo así como Muñeca de Trapo Contenta-, el undécimo disco de la Sra Costello –se casó con Elvis Costello en 2003-, es un vibrante homenaje al jazz de los años 20 a 60, con trece temas que posiblemente se escuchaban en burdeles de la Nueva Orleans. Música elegante, voz refinada, jazz atemporal. Muy bonito.

 

 

 

4 comentarios en “Diana Krall – Glad Rag Doll

  1. Jo. Y yo que no me explico la fama de la Krall. Y que ni guapa me parece. Y que otras mucho mejores no se ponen tan estupendas. Y que hasta arriesgan algo cuando hacen música.
    Le tengo manía a la chica. Reconózcolo.

    • Está claro que habría que ver qué hubiera sido de ella de parecerse a Susan Boyle.
      A parte de que buena parte de su repertorio no es propio, mucha versión de grandes estándares.
      Aún así la moza está fenomenal, para cumplir 50 años dentro de un mes…

  2. Pingback: Michael Bublé – To Be Loved | Un día, un disco.

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