Esta mañana, como cada mañana –y algunas tardes también, de joven- desde los últimos 18.600 días aproximadamente, me puse a silbar mientras me duchaba. No recuerdo el tema, eso es lo de menos. Suele ser una plasta de canción, de estas que horrorizan y que no te explicas qué c… hacen saliendo de tu boca. Eso sí, silbaba bajito, no vaya a ser que me oigan. Leí una vez que si los hombres suelen silbar en la ducha, es porque nos agrada el sonido que produce la reverberación del mismo en un espacio tan estrecho. Tontería, si silbamos en la ducha es porque estamos a solas y nadie se va a avergonzar de lo mal que lo hacemos. Eso por regla general, porque a algunos les sale bastante bien la cosa.
De hecho hay unas cuantas canciones, en las que parte de la melodía se silba, que se han vuelto muy famosas. Hagamos un pequeño tour por cinco películas que no serían exactamente las mismas, de no ser por su tema principal silbado. Empezando por una reciente, que a mi personalmente no me gustó. He de admitir que me cuesta mucho ver el cine de Tarantino, qué se le va a hacer –te recuerdo que esto no hace de mi un apestoso extra-terrestre-. Twisted Nerve, se llama el tema en cuestión, es reconocible a la primera. En la película, la silba Daryl Hannah, vestida como una enfermera –fantasía sexual muy común-, justo cuando se propone administrar una última dosis mortal a Beatrix Kiddo, también llamada La Novia, interpretada por la bella Uma Thurman -suspiro masculino general-. Pues resulta que la música ya se había estrenado décadas antes, concretamente en la película Twisted Nerve, del británico Roy Boulting, de 1968. El silbido era obra de Bernard Hermann, compositor de bastantes BSO de películas de Alfred Hitchcock –aunque parezca mentira, lo he escrito bien a la primera, I’m the fucking milk-.
Prosigamos por el maestro Jedï absoluto, Ennio Morricone. Es que el amigo Ennio, qué quieres que te diga, es un genio. Sea con su comparsa de toda la vida, Sergio Leone, o con grandes cineastas menos conocidos, solía lucirse y regalarnos con temas inolvidables. Como en «La Muerte Tenía Un Precio», de Leone, con Clint Eastwood y dos actores que se lo deben casi todo a los Western Spaghetti de los sesenta y setenta, Gian María Volonté y Lee Van Cleef. A mi me chifla, oye, tú ve Kill Bill y déjame a mi disfrutar con este cine –aunque reconozco que la cumbre del género fue Hasta Que Llegó Su Hora-. O en «Peur Sur La Ville», de Henri Verneuil –no sé si se ha llegado a traducir al español-, una de las joyas de este gran cineasta francés. Morricone siempre utilizaba al mismo silbador, Alessandro Alessandroni, sea para las farsas de los vaqueros del oeste o la angustia de los policiacos franceses de los 70’s. Arte puro, en ambos casos.
En 1957, David Lean sacó una de sus obras maestras, «El Puente Sobre El Río Kwai», sacado de la novela del escritor francés Pierre Boulle. Genial relato sobre soldados occidentales, prisioneros de los japoneses en un campo de Birmania –hoy Myanmar-, que, inconscientemente, se involucran en la construcción de un puente para que los trenes enemigos puedan seguir avanzando. Pero, sin quitarle mérito a esta película cumbre del cine bélico de los cincuenta, no pasaría tan bien los años, de no ser por su famoso tema silbado, interpretada por una fila de cientos de soldados en marcha para ir a currar. Que llega el tren, wazaaaaa.
Y en un especial silbidos en el cine, no podía faltar «La Vida de Brian», de Eric Idle. Todo se ha dicho sobre esta película, una de las que más veces habré visto en mi vida. Lo digo porque no voy a añadir nada más, tengo que cenar algo. Genialmente absurda y graciosa, la peli termina por una canción increíblemente alegre y curiosamente euforizante, Always Look on the Bright Side of Life. Lo más extraordinario, es que no sólo no estaba prevista en el guión, sino que se empezó a gestar mientras se rodaban las escenas de las crucifixiones finales. El propio Eric Idle se inventó la letra, a medida que silbaba la melodía, y gustó tanto al resto de los Monthy Python que el Director se tuvo que resignar a incorporarla a la BSO de la película. Grande Eric Idle. Grandes Monthy Python. Qué gozada de humor. Insuperables. Venga, a cenar. Hala.