La música no deja de ser contradictoria. Es cierto que yo soy de defender y ensalzar una actitud reivindicatoria a la hora de componer canciones –para un no español, te puedo asegurar que es harto difícil pronunciar la palabra reivindicatoria sin tropezar, se agradece tener que solo escribirla, con la lengua fuera como los niños pequeños en el cole-, pero mucha mala leche con gritos y pataletas de adolescentes llega a provocar tal indigestión, que te planteas pedir el libro de reclamación y la sustitución de la irlandesa del día por otro grupo autóctono, por ejemplo U2 y su rock católico bien pensante insulso. La verdad es que la irlandesa en cuestión es pesada, muy.

A Sinead O’Connor le ha podido su legendario mal humor. Tal como decía ayer, esta industria funciona con cierto criterio de “estamos entre amigos, cállate la boca y te publico tu m… disco”. Sin embargo, a veces, la m seguida de tres puntitos vale por “maravilloso”, “menorme”, “madremíaquébueno”, “mock’n’roll”, y hasta el del sello tiene que rendirse al talento del artista y tolerar cierta dejadez en el comportamiento y las muecas.

En el fondo, Sinead O’Connor no deja de ser hija de un país enfermo –por retrasado- como es Irlanda. Cada vez que lo digo me cae encima la de dios. Pues lo digo y lo repito y si hace falta echamos un pulso –con chicas a poder ser, que sigo muy cansado-, verás como la victoria me dará la razón. Irlanda es a lo que se podría parecer España de aprobarse tal cual las leyes de otro siglo de Gallardón. O peor.

Resulta que con ocho años, los padres de Sinead se separan. En un país donde ni el divorcio está reconocido –imagínate el aborto-, ella y sus hermanos terminan en casa de la madre, donde por lo visto son víctimas de ciertos abusos –no sé más, no sé si de “simple” maltrato y violencia, o si algo más-. Así es como, por una parte, la futura intérprete de Nothing Compares To You se marcha de casa de su madre con quince años para ir a vivir con su padre, y por otra, este lanza una iniciativa de reconocimiento nacional del divorcio.

Total, la chavala no anda bien en su cabeza. Antisocial, al padre de Sinead no le deja otra opción –acuérdate, estamos en Irlanda- que la de colocarla en un convento, el de La Madalena, dirigido por las Hermanas del Buen Pastor. A pesar de aprender allí la escritura y la música, declarará años más tarde; “En mi vida he vivido con tal sensación de pánico, terror y sufrimiento”. Ya sabes cómo hablaba la Sinead, aunque lo más probable es que fuera aún peor.

Yaaaaa, sé que es un blog de música, no de estornudos socio políticos de dos duros. Sólo creo que para entender la corta carrera de Sinead O’Connor, su retiro o desaparición, es necesario saber por dónde pasó. Para muchos, será para siempre la cantante que rajó una foto del papa en la TV americana ante cincuenta millones de tarados con los ojos como plato, que se negó a cantar el himno yankee después de un concierto en el New Jersey para mayor ira del Sinatra, y la que alabó al IRA cada vez que podía. Siempre en línea con sus convicciones y su rabia incansable.

Para otros, será para siempre la autora e intérprete de uno de los álbumes más rock del año 1988, mix rabioso de Pretenders y Siouxsie & The Banshees, aún siendo muy marcado por su educación religiosa –salmo 91:13, “Pisarás el león y la cobra”-. Cerca de tres millones de copias vendidas para esta hermosa rapada que nunca ha dado señales de arrepentirse o quedarse más relajada. Su carrera terminó resintiéndose de su mala leche. Respeto.